ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: LA REFORMA DE LOS PLANES DE ESTUDIO DE ECONOMíA

Un bastión neoliberal que resiste

Los contenidos de la carrera de Economía de la Universidad de La Plata expresan a una corriente neoclásica en crisis. Distintos sectores presionan para que se fomente el pluralismo ofreciendo diferentes paradigmas de conocimiento, pero los avances son escasos.

Producción: Tomás Lukin

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Promover la pluralidad

Por Lisandro Fernández *

La confección de un plan de estudio como el de la carrera de Economía encierra múltiples debates, aunque el más sobresaliente es la orientación de los graduados que se forman en esas facultades y su rol como profesionales. De la definición de los lineamientos generales del plan, se desprende la matriz de los futuros graduados, la orientación de las políticas públicas recomendadas por ellos y la agenda de investigación.

Si se estructura una currícula de manera que en sus materias troncales y en sus contenidos mínimos sólo contempla teorías, conceptos, modelos y metodologías afines a una determinada corriente de pensamiento económico, obviando visiones alternativas sobre los fenómenos estudiados, la producción de conocimiento que se desprenda de dicho plan y la vocación de sus graduados responderá a la cosmovisión de la corriente dominante. En la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), sin lugar a dudas, esa corriente es la neoclásica, hoy cuestionada más que nunca por las catástrofes sociales que provocó y provoca a lo largo de todo el mundo, por las recetas que de ella se derivan. Por eso, más allá de que algunos estudiantes (a fuerza de lucha y organización) o algunos profesores se formen en otras visiones, lo predominante sigue siendo dicha perspectiva, la cual no da cuenta o hace abstracción de las complejidades sociales que envuelven a los fenómenos económicos.

Hace unos días, en este mismo diario las autoridades del Departamento de Economía de la UNLP dieron cuenta de una propuesta de reforma que –en rigor de verdad– no es tal, ya que mantiene intactos los lineamientos generales de la economía neoclásica y por ende sus implicancias de política.

En primer lugar, si bien la propuesta mantiene cursos de Sociología, Historia Social e Historia del Pensamiento Económico, lo único que hace es sostener lo que ya está. De más está decir que lo hace debido a los fuertes cuestionamientos y críticas que desde diferentes sectores se vienen formulando en respuesta al intento original de borrarlas del plan o –en caso de no ser posible– llevando a los estudiantes a otra facultad para estudiarlas, estimulando así la creencia arraigada en esta casa de estudios, acerca de que dichas disciplinas no tienen nada que ver con la economía.

En segundo lugar, el ámbito plural en el que supuestamente se inscribe la discusión es falaz en doble sentido. Por un lado, la pluralidad brilla por su ausencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP, ya que los espacios promovidos por docentes, estudiantes y graduados que fomentan el pensamiento crítico como la Escuela de Economía Política y las Jornadas de Economía Crítica, entre otros, son sistemáticamente ninguneados y boicoteados por las autoridades que permanentemente les niegan apoyo. Por otro lado, la propuesta actual del Departamento de Economía no fue el fruto de un proceso o debate sincero, pues el mismo se formuló entre un selecto grupo de docentes para presentarse luego en sociedad: así los ejes del “debate” giran en torno a los trazos gruesos que la propuesta oficial ya delineó.

En tercer lugar, de poco sirve incorporar cursos de economía laboral, finanzas y/o economía ambiental si no se ponen en discusión las teorías que son necesarias y adecuadas para abordar estos problemas. Por ejemplo, en economía laboral si estudiamos bajo el paradigma de la competencia perfecta, llegaremos fácilmente a la conclusión de que el salario mínimo y los sindicatos generan desempleo, típica respuesta neoclásica a los problemas laborales.

Por todo esto, entendemos que el plan de estudio de Economía debe dar cuenta de las complejidades de la disciplina y no cerrarse a una visión única que, para colmo, ha probado ser claramente insuficiente para comprender y cambiar la realidad. Para eso, es indispensable:

1) Contar con una formación plural que jerarquice el contrapunto entre las principales corrientes que nutren esta ciencia: desde marxismo y estructuralismo hasta poskeynesiano y kaleckiano pero también neoclásico. De esta manera, los estudiantes podrán tener una visión integral de los problemas, abordajes y propuestas, pudiendo a partir de ello formar una opinión propia.

2) Ponderar e incorporar las materias con contenido social, perspectiva histórica y/o filosófica. De esta manera lo/as graduado/as podrán insertarse en el ámbito público o privado, teniendo un claro entendimiento de la realidad político-social en la cual se desempeñan y sobre la cual van a intervenir.

3) Brindar herramientas que permitan repensar los métodos de enseñanza y las líneas de investigación en nuestras universidades, a fin de reorientar la producción del conocimiento, hoy más preocupada por justificar las políticas de ajuste que por dar cuenta de las necesidades sociales.

Dado el resurgimiento de las propuestas neoliberales como única solución a la crisis mundial, urge que los centros de formación en economía en Argentina pongan el acento en la pluralidad de ideas y el estudio de las complejidades sociales, y así poder evitar las viejas (y fracasadas) recetas aplicadas a los problemas ya conocidos.

* Graduado de la Facultad de Ciencias Económicas (UNLP), integrante de la Agrupación Unidad de Graduados de Ciencias Económicas y miembro del Centro de Estudios para el Cambio Social.


Una de cal y dos de arena

Por Miguel Zanabria y Antonia Sbattella *

Desde hace más de diez años se alzan voces calificadas reclamando la reforma de la enseñanza en economía, tarea claramente urgente ante la falta de respuesta de la teoría estándar a los desafíos de la crisis mundial y de comprensión al crecimiento de economías como Argentina, que considera “pecados” políticas exitosas. Sin embargo, no se trata de cambiar una ortodoxia por otra, sino ampliar la variedad de enfoques aceptando sus complementariedades, haciendo de la pluralidad un valor y apelando a que de un diálogo entre visiones a menudo contrapuestas surgan las respuestas creativas, necesarias para abordar nuestros problemas y que nos sirvan para no repetir las ideas que nos imponen desde aquellos países que hicieron lo contrario a lo que dicen.

En el ámbito de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata se abrió la discusión para modificar los planes de estudio. Para actuar en este debate, un grupo de estudiantes, graduados y docentes de esa facultad conformamos las cátedras Nacionales y Populares. Quienes las integramos somos investigadores, profesores, empleados del ámbito público y privado no gracias al adoctrinamiento del pensamiento único, sino pese a él. Tuvimos que autoformarnos, nutrirnos de la práctica profesional y de política económica, buscar conocimientos complementarios en otras universidades nacionales e internacionales. Ante nuestras vivencias pretendemos que los futuros estudiantes no tengan que pasar por la misma experiencia: queremos que la universidad forme profesionales útiles al país y a su pueblo.

La respuesta de las cátedras a la propuesta de las autoridades del Departamento de Economía ha generado un cimbronazo, que llega incluso al seno de las autoridades de una facultad donde la ausencia de debate ha sido la norma. Frente al retroceso que suponía la propuesta original, uno de los objetivos básicos que nos planteamos fue el de abrir el debate sobre qué tipo de economista deben formar las universidades públicas. Esto contrasta con la visión de los sectores liberales más duros de las autoridades de la facultad que condicionan el pluralismo y dejan en claro desde el origen la rigidez de su proyecto. Por ejemplo no adoptando ninguna propuesta surgida de las reuniones que mantuvieron con profesores y alumnos a pesar de que se expresaron numerosas críticas. Sólo se produjo una tibia reacción a partir de la movilización y masividad de las actividades realizadas y la presentación de propuestas alternativas.

La contrapropuesta oficial da marcha atrás en la intención de eliminar los contenidos históricos y sociales (en la original se eliminaban dos de las tres materias que cubren esos contenidos en el plan actual). No hace falta explayarse sobre cuáles son los problemas de una formación que desatienda estos aspectos. Desde las Cátedras vemos con buenos ojos que hayan revisado esta posición, aunque haya sido forzado por las circunstancias y no por fruto de la convicción. Sí creemos, no obstante, que se deja intacta aún la matriz de concepción teórica que domina la formación del egresado actual, en la cual los fenómenos económicos son la sola manifestación de la elección individual y racional de agentes desprovistos de la consideración de aspectos institucionales e históricos específicos a cada país, los cuales son determinados por la acción colectiva y validados por la política. Así, no es de extrañar la explicación simplista y sesgada ideológicamente de complejos procesos sociales dada por el paradigma en el que se basa la formación: si hay desempleo será porque existen rigideces institucionales que no permiten que funcione el mercado, por ejemplo.

Creemos que el futuro graduado de una universidad solventada por todos los argentinos debe ser capaz de analizar y aportar soluciones al problema histórico de nuestro país: el subdesarrollo. Debe permitirse una formación pluralista, que dé cabida a aquellas concepciones téoricas que permitan abordar los problemas de un país que enfrenta fuertes asimetrías productivas y sociales debido a su forma de inserción periférica en el mundo. No basta con introducir en la bibliografía textos de los ’80 de autores neoclásicos honestos intelectualmente como Joseph Stiglitz. Son necesarios los aportes más recientes de los mismos en los que frente a la crisis cuestionan la base del enfoque dominante. Autores que reconocen hoy lo que economistas como List o Hamilton sostuvieron desde el siglo XIX: que la política de generación de capacidades tecnológicas nacionales, la protección selectiva del mercado interno y/o lograr precios juzgados como “incorrectos” desde la perspectiva neoclásica, pueden ser claves para el desarrollo.

* Cátedras Nacionales y Populares.

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