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A los ojos empresarios, la visita de Horst Köhler resultó sin dudas un hecho alentador. Básicamente porque, para ellos, prueba que Argentina tiene posibilidades de sellar un acuerdo de largo plazo con el FMI, punto de partida para renegociar todas sus obligaciones pendientes, incluida las que están en default. Después de haberse resignado a la imposibilidad de un seguro de cambio, muchas firmas esperan esa plataforma estatal para poder reestructurar sus propias deudas en moneda dura, algo que varias intentaron sin éxito hasta el momento.
Con la visita del titular del Fondo Monetario los hombres de empresa constataron que las puertas del mercado financiero internacional no están totalmente cerradas. Esto, a su vez, alimenta la esperanza de que apenas el país pueda abandonar la cesación de pagos, muchos problemas comenzarían a solucionarse. Entre ellos, el de la falta de crédito, que no sólo condiciona al Estado sino que bloquea algunos prometedores negocios privados. También el de la escasa inversión, tan desalentada por la depresión del mercado interno como por las dudas de los potenciales inversores sobre las nuevas reglas que regirán la economía argentina.
Pero el mayor desvelo, en particular de grandes empresas, es solucionar los problemas de sus propias deudas externas en dólares. Para ello, consideran muy útil el paraguas de la negociación estatal ya que, según especulan, la fórmula que el Gobierno acuerde con sus acreedores también podría ser plasmada en los acuerdos entre privados. “Si las empresas se endeudaron con tasas más altas debido al riesgo país, sería lógico que ahora también se beneficien con una quita, en caso que el Estado consiga este beneficio”, razonaba ante Página/12 el ejecutivo de un destacado grupo local.
Sin tiempo para ajustarse al lento cronograma público, más de una endeudada intentó su camino independiente de renegociación, con distinto grado de éxito. La división de energía de Pérez Companc, devenida en Petrobras Energía, refinanció los 2000 millones de deuda en dólares sobre la base de mayor plazo. Según la compañía, fue gracias a que los negocios que explota son “muy sustentables en el tiempo”.
Telefónica intenta un acuerdo factible, gracias a que sigue teniendo buenos ingresos en pesos y a que sus obligaciones no son relativamente tan voluminosas como la de Telecom. Esta compañía, en cambio, no consiguió el acuerdo del grueso de sus acreedores para reformular su pasivo. E igualmente desairada resultó Transportadora de Gas del Sur, a la que el pool de acreedores comandados por el BankBoston tampoco aceptó la propuesta para reformular sus obligaciones.
La Asociación Empresaria de la Argentina surgió hace un año con el propósito de reclamar al entonces trastabillante gobierno de Eduardo Duhalde una salida a los perjuicios sufridos por muchos de sus socios con la devaluación. Oscar Vicente, a la cabeza de la nueva entidad, se erigió en virtual vocero de quienes desde el sector privado reclamaban acciones cuando el dólar rozaba los 4 pesos y la administración estatal parecía no tener norte.
Luis Pagani, quien rápidamente reemplazó al ejecutivo de Pérez Companc, se ocupó de aclarar que nadie quería seguro de cambio, aunque las empresas más poderosas del país consideraban “vital” recomponer la relación con los acreedores externos, empezando por sellar un acuerdo con el Fondo. Quizá por ello en la reunión que el lunes tuvieron con el titular del FMI, Pagani, Paolo Rocca y Alberto Alvarez Gaiani resaltaron que le dieron una mano al Palacio de Hacienda, destacando las mejoras de la economía y el amplio respaldo del que goza Néstor Kirchner. Después de las celebradas visitas de Fidel Castro y Hugo Chávez, la llegada de Köhler da la pauta a los empresarios que el Presidente puede tejer relaciones con el establishment financiero internacional y es, por consiguiente, menos temible de lo que alguno pensó.