ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE QUé PRIORIDADES DEBEN FIJAR LOS PAíSES DE SUDAMéRICA PARA POTENCIARSE

Cómo potenciar la integración regional

Aumento del comercio intra zona, mejores condiciones para las migraciones, fomento a las inversiones productivas y mayor integración en materia de infraestructura son los principales temas que han tenido dificultades para ser tratados de manera exitosa.

Producción: Tomás Lukin

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La inversión es clave

Por Eugenia Migliori *

Pocas cumbres han cambiado la historia de la humanidad. La Cumbre de Yalta fue una de ellas. La llamada Gran Asamblea de 1815 de la cual surgió el Tratado de Viena cambió el destino del mundo occidental. Las cumbres que dieron origen a la Unión Europea cambiaron el destino de los países que integran ese bloque. La primera cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo torció el destino de su región, así como también lo hizo la primera cumbre de la Organización de Unidad Africana, hoy Unión Africana. La IV Cumbre de las Américas llevada a cabo en Mar del Plata en 2005 cambió el destino de Latinoamérica y fortaleció la soberanía política y económica de los países de dicho bloque.

De aquella cumbre a esta parte una gran cantidad de temas que hacen al mejoramiento de la integración regional fueron abordados y consensuados en el ámbito de los diversos bloques que armónicamente conviven en América latina y el Caribe. Reducción de la de- sigualdad, redistribución de la renta, crecimiento sostenido de la economía con inclusión social, ordenamiento de las cuentas públicas, respeto al Estado de Derecho y a la división de poderes, fortalecimiento de la democracia y los sistemas políticos, entre otros, son el resultado de políticas públicas que se llevaron a cabo durante una década que ganó en avances y conquistas para sus pueblos. No obstante, muchos temas trascendentales para el fortalecimiento de la integración fueron abordados parcialmente y, en algunos casos, ni siquiera fueron tratados. Aquí revisten los principales desafíos para la década que se viene.

Aumento del comercio intra zona, mejores condiciones para las migraciones, fomento a las inversiones productivas y mayor integración en materia de infraestructura son los principales temas que han tenido ciertas dificultades para ser tratados de manera exitosa por el conjunto de nuestros países. Esto se explica, entre otras cosas, por la falta de homogeneidad en las políticas exteriores y por la inevitable existencia de dos proyectos políticos bien diferenciados entre sí. Mientras un grupo de países consolida proyectos al interior de sus fronteras que implican mayor redistribución de la renta y aumento de la inclusión social, hay otra vertiente que aún sigue pensando que los acuerdos de libre comercio son la única forma de generar beneficios económicos y sociales para su población. Pese a esto, y lejos de dirimir la disputa, los países de América latina han comenzando a entender que los mecanismos de integración que componen pueden ser espacios de concertación de políticas tendientes a fortalecer al bloque en su totalidad, sobre todo en un contexto económico internacional que no logra recuperarse plenamente desde su estallido allá por 2008, y que por el contrario vaticina turbulencias para las economías emergentes.

De esta forma, y pese a sus diferencias, nuestros países deberían privilegiar ciertos aspectos y dejar de lado análisis coyunturales cortoplacistas y mezquinos. La integración en materia de infraestructura –que va desde puertos y corredores, hasta tendidos de fibra óptica– es imperiosa en tiempos económicos turbulentos donde la búsqueda de instrumentos de cooperación en materia económica, financiera, productiva e industrial pareciera ser la única salida. Contra todos los pronósticos, el Fondo Monetario Internacional reconoció hace apenas unos días que la salida a la crisis es la inversión pública en infraestructura y el establecimiento de políticas de inclusión social. Resulta aconsejable impulsar y fortalecer mecanismos regionales de financiamiento, generar líneas de créditos que apoyen el comercio intra zona y fortalecer las incipientes cadenas de valor subregionales que permitan impulsar nuevos motores de crecimiento que nos hagan menos dependientes de los vaivenes de la coyuntura económica internacional. Vínculos estratégicos con países como China o Rusia son imprescindibles en un mundo que indudablemente será multipolar.

“Las democracias deben hablar en voz alta y con mucho respeto para construir un sistema que nos vuelva a contener a todos en un marco de igualdad”, decía Néstor Kirchner ante George W. Bush y un sinnúmero de militantes políticos que esperaba la sepultación del proyecto comercial más salvaje que se haya querido imponer en estas latitudes. Diez años después oímos a otro dirigente patagónico hablar de que “los números tienen que cerrar con la gente adentro”. Ese es nuestro principal desafío.

* Licenciada en Relaciones Internacionales (USAL).


La industria como eje

Por Federico Vaccarezza *

En los últimos años, hemos venido asistiendo a la transformación de un sistema mundial unipolar con preeminencia del poder estadounidense hacia una emergente multipolaridad con ejes en Rusia y China. No es una situación menor, dado que la transición sistémica genera tensiones y transformaciones en las estructuras políticas, jurídicas, económicas y sociales que hacen a un orden establecido y a la estabilidad global.

Interpretando los lineamientos teóricos del académico y diplomático argentino Juan Carlos Puig, podemos afirmar que este fenómeno emergente permite una ampliación de los márgenes de maniobra en la política internacional para los países sudamericanos y consecuentemente genera una influencia directa en la reconfiguración de esquemas de integración latinoamericana. La Unasur es un claro ejemplo.

Pero cuando hablamos de integración latinoamericana hay que tener en cuenta que, en este ámbito, conviven hoy quince estructuras supraestatales y subregionales que abordan diversas esferas y competencias, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿frente a esta nueva reconfiguración del sistema internacional no es acaso posible comenzar a pensar en el objetivo de impulsar un esquema de integración único que pueda subsumir en su interior a los restantes catorce? ¿Qué nos impide dialogar entre no- sotros con el objetivo de adoptar una postura y una visión regional común para definir su lugar presente y futuro en el sistema internacional?

Por otro lado, si algo ha sido común en las diversas experiencias integradoras latinoamericanas es la premura con la que nos disponemos a hablar de libre comercio y lo tímidos que hemos sido en elevar propuestas de una Política Industrial Común como eje de la integración económica regional. Esto último podría representar un verdadero giro copernicano en los objetivos y propuestas integracionistas.

Si hemos dilucidado claramente los efectos de las políticas comerciales sobre el patrón de desigualdades regionales y también en el interior de los estados, ¿cómo es que no hemos creado los mecanismos de integración regional que busquen contrarrestar estos efectos en base a una Política Industrial Regional Común con metas de convergencia con el objetivo de reducir las desigualdades?

Si algunos basándose en análisis parciales consideraran que no sería posible a nivel sudamericano, ¿sería al menos factible considerarlo a nivel subregional? ¿Qué nos impide dejar de lado los individualismos en pos de un objetivo histórico mucho más grande?

El avance hacia una política industrial común no implica el retorno a un proteccionismo restrictivo que limite los objetivos de comercio de los países miembros sino dar entidad a la política industrial común como un eje de la integración regional con el objetivo de cerrar definitivamente la brecha histórica de atraso relativo de los países de la región en relación a los países desarrollados.

Probablemente, no sea que los países sudamericanos busquen estrechar vínculos con las potencias emergente (o re emergentes) que les permitan ampliar su margen de maniobra en una transición firme al multipolarismo sino que, aún no hemos considerado genuinamente la opción de fortalecer y priorizar los lazos internos en base a la producción mancomunada. Aunque son muchos los desafíos de un proceso de integración regional, también son abundantes los estímulos para abordar el mismo.

* Licenciado en Relaciones Internacionales. Magister en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTRef).

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