ECONOMíA

Brasil amenaza con irse a pique gracias al Fondo

Los mercados de Brasil y Argentina dieron un respiro, pero Brasil sigue caminando por una cornisa tan angosta como la de Argentina antes del default. Y el FMI, demostrando que no le teme al ridículo.

 Por Maximiliano Montenegro

“Brasil alcanzó una posición sana en la comunidad financiera internacional y sus perspectivas de crecimiento son cada vez más fuertes.” En su primera conferencia de prensa como director gerente del Fondo Monetario, Rodrigo Rato demostró ayer que, al igual que sus predecesores, no le teme al ridículo. El español ratificó, además, que para ocupar ese cargo lo esencial es aprender a negar hasta el absurdo la realidad, sobre todo cuando en la defensa del alumno dilecto se juega, otra vez, la ajada reputación del organismo. Con las tasas de interés en Estados Unidos empinándose, hay consenso entre los analistas de que Brasil camina por una cornisa tan angosta como la que pretendía atravesar Argentina antes del default. La única duda es si esa situación derivará en un escenario de debacle financiera regional, o si el incendio podrá ser apagado a tiempo, gracias a la rápida intervención del Grupo de los Siete. Uno u otro escenario amenazan con jaquear la renegociación de la deuda ideada por Lavagna.
Tras la fuga masiva de capitales ocurrida el lunes, los mercados dieron ayer un respiro a la economía brasileña. El índice de valores de la Bolsa de San Pablo rebotó un 5 por ciento y el real se apreció levemente (el dólar cerró a 3,07 reales), después de dos semanas a pura devaluación.
Esta aparente calma, en medio de la tormenta, se trasladó a la Bolsa de Buenos Aires, donde como es habitual los especuladores aprovecharon las “gangas” para comprar generando una suba del 3,7 por ciento. El dólar también cedió frente al peso, en un mercado inundado por las divisas de los exportadores, y cerró a 2,92.
Sin embargo, los analistas consultados por este diario coinciden en que “la suerte de Brasil está echada”. El detonante es la suba de las tasas de interés que pagan los bonos del Tesoro norteamericano (del 3 al 4,5 por ciento), como consecuencia del aumento del endeudamiento motorizado por la administración Bush. Y la impresión generalizada de que, más temprano que tarde, la Reserva Federal norteamericana convalidará la tendencia, elevando la tasa de interés de referencia, para ahuyentar cualquier fantasma de inflación en una economía que crece más de lo esperado.
Hay dos ciclos similares, de tasas en alza, en la historia reciente. El de fines del ’94, que disparó el efecto tequila; y el del ’99, que precipitó la devaluación del real e hirió de muerte la convertibilidad.
Ante esta nueva señal de largada, el inicio del tradicional éxodo de capitales especulativos desde los llamados mercados emergentes hacia las economías centrales provocó que, en apenas un mes, el riesgo-país brasileño se duplicara, alcanzado los 800 puntos básicos.
Ahora bien, si el gobierno de Lula debe oblar en el futuro tasas de interés superiores al 12 por ciento para financiarse, los números de la deuda brasileña no cierran por ningún lado. De ahí al dédalo que desemboca en el abismo hay un paso. El motivo es simple. Cumpliendo a voluntad la receta del Fondo, Brasil puede mostrar un superávit fiscal de 4,5 por ciento del PBI. El pago de intereses de la deuda insume 8 puntos del PBI, con las tasas actuales ya serían 9 y quien sabe cuánto será el año próximo. En comparación, las cuentas de Argentina antes del default eran un lujo.
La administración Lula dice poseer un “colchón financiero” –de préstamos concedidos por el Fondo– para resistir ocho meses sin salir a buscar dinero a los mercados (¿Alguien se acuerda del famoso blindaje?). No obstante, para no elevar la relación deuda/PBI, el indicador de capacidad de pago que miran los inversores a la hora de escapar en manada de un país, Lula se vería forzado a ingresar a la dinámica del ajuste permanente. En una economía estacada.
En ese contexto, ¿alguien se imagina a Lula elevando las metas de superávit fiscal acordadas con el Fondo al 6 por ciento del FMI? El dirigente del PT suele desafiar las límites del asombro, pero ¿hay enBrasil espacio político y social para hacerlo? La alternativa sería una reestructuración “voluntaria” de la deuda, con la asistencia financiera del FMI y del Grupo de los Siete. Y volver a empezar.

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“La suerte de Brasil está echada”, aseguran los analistas.
 
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