ESPECTáCULOS › HOY COMIENZA UNA DE LAS CITAS CENTRALES DEL CINE MUNDIAL

En la carrera por una Palma de Oro

Con una programación tan ecléctica como para despertar incluso algunas críticas, el clásico encuentro del balneario francés le abre sus puertas a toda una nueva generación de cineastas. La niña santa, de Lucrecia Martel, está en la competencia oficial.

 Por Luciano Monteagudo

“Tener a Lucrecia Martel y a la Argentina en competencia es un inmenso placer para el festival. Este año, Cannes quiso brindar dos tipos de encuentros. El primero concierne a los autores confirmados, como Kusturica, Wong Kar-wai, los hermanos Coen, Almodóvar, y Tarantino como presidente del jurado. El segundo encuentro es con la nueva generación del cine mundial. De este modo, doce nuevos realizadores hacen su entrada en la competencia. Entre ellos, Lucrecia Martel. Lucrecia tiene todo su lugar en el nuevo cine mundial. Es argentina (¡y cuánto!), pero su estilo, su originalidad, su universo la convierten en un puro autor. Ella es argentina y es la Argentina, pero inventando formas y universos que le son propios. La niña santa prolonga, confirmándola, la calidad de La ciénaga. La apuesta de una segunda película es siempre difícil de sostener. Y esa apuesta está totalmente lograda...”
Las palabras de Thierry Frémaux, director artístico del Festival de Cannes, no podrían ser más elocuentes. Y la participación de La niña santa en la competencia de la máxima cita del cine mundial –que comienza hoy y se extenderá hasta el domingo 23 en el legendario balneario francés– confirman el excelente momento que está atravesando el llamado “nuevo cine argentino”, toda esa joven generación de directores, actores y técnicos que dieron vuelta como un guante la manera de concebir el cine en nuestro país. (Por caso, habría que remontarse hasta 1998 para encontrar otro film argentino en el concurso oficial de Cannes: Corazón iluminado, de Héctor Babenco, en coproducción con Brasil. Y, aún más atrás en el tiempo, El viaje, de Pino Solanas.)
Apenas tres meses atrás, en febrero pasado, El abrazo partido, cuarto largometraje de Daniel Burman (30 años), ganó dos de los premios principales de la Berlinale, un Oso de Plata al film y otro al mejor actor, para Daniel Hendler. Hoy la película de Burman no sólo tiene una presencia importante en la cartelera de Buenos Aires, sino que acaba de ser estrenada con gran éxito de crítica y público en Madrid y París, como cabezas de playa de un gran lanzamiento europeo. El segundo largometraje de Martel –que en 2001 también se había consagrado en Berlín, con La ciénaga– viene ahora a profundizar esa huella fresca, recién abierta por el film de Burman. Producida por Lita Stantic, La niña santa cuenta a su vez con coproducción de Pedro Almodóvar y distribución mundial a cargo de la división cinematográfica de HBO, la misma compañía que respaldó a la película ganadora de la Palma de Oro de Cannes del año pasado, Elefante, de Gus van Sant, actualmente en cartel en Buenos Aires.
Martel, Stantic y las actrices de La niña santa –María Alché y Mercedes Morán– no serán, por cierto, las únicas representantes argentinas aquí en la Croisette, el famoso bulevar marítimo de Cannes. Otro realizador esencial del nuevo cine argentino, Pablo Trapero, integrará –junto al director ruso Nikita Mijalkov y la actriz española Marisa Paredes– el jurado de la Cinéfondation, que evaluará los films en la competencia de cortometrajes. El paso por Cannes del director de Mundo grúa y El bonaerense parece un anticipo de su muy probable presencia en la competencia de la Mostra de Venecia, en septiembre próximo, con su nuevo film, Familia rodante.
A su vez, Lisandro Alonso, que con su ópera prima, La libertad, deslumbró aquí mismo hace un par de temporadas, vuelve ahora a la Costa Azul con su segundo largo, Los muertos, que tuvo su estreno mundial pocos días atrás en el Bafici porteño y que ahora participa de la sección paralela más codiciada de Cannes, la Quincena de los Realizadores (ver nota aparte). En otra paralela, Un Certain Regard, los uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll (los mismos de 25 watts) estarán por primera vez en Cannes, con Whisky, una coproducción en la que participan los argentinos Hernán Mussaluppi y Martín Rejtman. Y como si esto fuera poco, Daniel Burman también vendrá a Cannes, no ya en su carácter de director de El abrazo partido, sino como coproductor argentino de uno de los films de la competencia oficial, Diarios de motocicleta, del brasileño Walter Salles, que recrea el legendario viaje iniciático de Ernesto Guevara por el continente latinoamericano, en 1952, antes de que ese joven estudiante de medicina se convirtiera en el inmenso Che.
Como nunca, el idioma español va a ser vedette este año en Cannes. La película de apertura de la velada de hoy será La mala educación, la nueva realización de Pedro Almodóvar, que viene de levantar una ruidosa polémica en España por su franco retrato de los abusos sexuales a los que eran sometidos muchos alumnos de internados católicos durante los años ’60, una de las mesetas más rasas y oscuras del franquismo. Al film de Almodóvar (fuera de competencia) se le suman después, ya en concurso, el de Martel y también el de Salles, que cuenta con varios actores argentinos –Morán y Rodrigo de la Serna, entre los que ya están llegando a Cannes– y que tiene al galán mexicano Gael García Bernal como el joven Guevara.
A priori, los films latinoamericanos tendrán como principales contendientes del concurso los films asiáticos, que siguen cotizando muy alto en el circuito de festivales internacionales. En una competencia que es la más breve de los últimos años –apenas 18 títulos–, el caballo del comisario parece 2046, el esperado nuevo film de Wong Kar-wai, un veterano de Cannes, donde ya fue premiado antes por Happy together y Con ánimo de amor. Ahora el director hongkonés va por la consagración definitiva, la Palma de Oro, con el aliciente de tener como presidente del jurado a Quentin Tarantino, que fue uno de sus primeros promotores, más de tres lustros atrás, en los tiempos de Ashes of Time y Chungking Express.
Mucho menos conocidos, autores de cines muy diferentes, pero igualmente talentosos, el japonés Hirokazu Kore-eda, el coreano Hong Sang-Soo y el tailandés Apichatpong Weerasethakul (los tres, en todo caso, celebrados por los cinéfilos porteños luego de la presencia de sus films en distintas ediciones del Bafici), son también otros de los nombres fuertes de la competencia de este año.
Entre los famosos que vuelven a la lidia cannoise están los hermanos Coen y el bosnio Emir Kusturica. Y también habrá lugar en el concurso para films que hasta hace poco estaban excluidos de esa vitrina y ahora participan con plenos derechos: el documental y las películas de animación. La no-ficción estará representada, una vez más, por el inefable Michael Moore, que luego de Bowling for Columbine disparará nuevamente sobre la administración Bush con Fahrenheit 9/11, su interpretación de la vida estadounidense luego del fatídico septiembre 11. Y la animación regresa no sólo de la mano de Shrek 2 (la primera parte también estuvo en competencia en su momento) sino también del manga japonés con Innocence, de Mamoru Oshii. Esta programación, extremadamente ecléctica, ya ha despertado cuestionamientos y reparos en algunos medios especializados (la revista Variety habló de “la falta de un punto de vista” en la selección). Pero la palabra final, en todo caso, recién empieza a pronunciarse a partir de hoy.

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Thierry Frémaux, director del Festival, llenó de elogios a La niña santa y a su realizadora, Lucrecia Martel.
 
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