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Un partido importante frente a dos tribunas

Amén de buscar recuperar el consabido centro del ring, el Plan presentado ayer implica un viraje político y hasta ideológico. Retenciones, empresas del Estado y defensa de la competencia, (re)presentadas en sociedad.

 Por Mario Wainfeld

Dos tribunas convivieron en el Salón Blanco de la Casa Rosada. La local, compuesta básicamente por funcionarios y legisladores. La visitante, engalanada por la flor y nata del empresariado ligado a la energía. A esas dos tribunas –en forma a veces alternativa, a veces conjunta– interpelaron los oradores, mucho más que a la gente normal que no puede haber seguido por TV un acto soporífero en la mayor parte de su trámite. Pero a no engañarse, lo que ocurrió no fue tedioso ni puro ceremonial. El Gobierno produjo un hecho político, que incluye un contenido ideológico nada menor. La creación de Energía Argentina S.A. (Enarsa), el aumento de las retenciones a las exportaciones, el reto de cuerpo presente del Presidente al empresariado no sólo procuran recuperar el mítico centro del ring, también revisar el rol y el poder del Estado que los ’90 nos legaron.
El retorno del Estado se sugiere en la consistencia que se pretende atribuir a la empresa estatal, pero también en la voluntad de limitar la mal llamada dictadura de los mercados, que en verdad lo es de las empresas dominantes, oligopólicas o monopólicas.
La sorpresa: El incremento de las retenciones fue la sorpresa de la noche que vino acompañada de una declaración de principios que sí compete a una tribuna ayer ausente en el Salón Blanco: la gente del común. El hilo no se cortará otra vez por lo más delgado, prometió Kirchner. “La decisión se había tomado la noche anterior –explica uno de sus ministros más cercanos– entre Lavagna, De Vido, Alberto Fernández y el Presidente. Las inversiones que se demoraron no las va a pagar la gente.”
Garrafal: “Dimos un paso (para bajar el precio de las garrafas de gas). Den otro ustedes. No me hagan darlo a mí”, propuso Kir-chner a la tribuna visitante, abriendo sus palmas a ambos lados de su cuerpo y cerrándolas contra su pecho, en aras de demostrar convicción. “Estaban todos ahí tragando saliva”, describe un ministro hablando de los visitantes. La tribuna local explotó en un aplauso.
El paso ya dado por el Gobierno, en la línea propuesta por Roberto Lavagna, es aumentar sideralmente las retenciones a la exportación de GLP (el gas usado para garrafas) a fin de desalentar, vía costos, las ventas al exterior. Racionalidad económica clásica que le dicen.
“¿Y el paso siguiente, con el que amenaza el Presidente?”, se interesa este diario. “El Presidente no amenaza, promete”, traduce uno de sus ministros. Lo que “promete” es que está dispuesto a poner en juego la Ley de Defensa de la Competencia, de cara a la estructura oligopólica del mercado de garrafas, aquel que nutre a los tramos más pobres de la población. Racionalidad política pura, que le dicen, valerse de las pocas herramientas que le quedan al Estado, aun de las herrumbradas por la falta de uso. “Vamos a ver qué hacen ellos –sigue el interlocutor de Página/12–; nuestro objetivo es que las garrafas vuelvan al precio del año pasado”, algo menos del 50 ciento del actual. Conseguir que algo baje en la Argentina es una hazaña, proponérselo desde el exangüe poder del Estado, toda una novedad.
Una excepción notable: Kir-chner también arremetió contra los que no invirtieron nada en años y detalló que hay empresas que sí lo hicieron “al 18 por ciento”. Los fulminados por el Presidente son las empresas petroleras en general. La excepción destacada es Repsol, un detalle que seguramente habilitará debates futuros, desde la oposición.
A los visitantes: Entonces, el acto empezó tarde (“Néstor es suizo para todo, menos para la puntualidad”, describe uno de sus incondicionales) y pareció haber una consigna para los funcionarios técnicos: hablar rápido, rápido para no aburrir. El bagaje técnico de las exposiciones de Julio DeVido y, muy especialmente, de Daniel Cameron, hizo que lograran sólo el primero de ambos objetivos. “Tenía que ser así”, los excusa uno de sus pares “aunque había anuncios de coyuntura, la inmensa mayoría de las medidas propuestas son de infraestructura. Julio y Cameron hablaron para los que saben, para los que estaban ahí”. En la tribuna visitante, se entiende. La local hacía vivos esfuerzos para demostrar que entendía o, al menos, que no se distraía.
Los visitantes recibieron palos de los que ya se habló. Pero también participación en la liturgia oficial: empresarios y directivos compartieron el atril de Cameron, De Vido y el propio Kirchner. Se sumaron así a la clásica versión presidencial de “comunidad organizada”: su gabinete, muchos gobernadores, aun los que no son del palo. Claro que uno brilló por su ausencia, Jorge Sobisch, quien a fuer de neuquino y mandatario de una provincia plena de combustibles debería tener algo que ver. “Ese está en otra, juega para él”, ninguneaban en el palco oficial, entre los ministros. Un tono ganador, de pelea, campeaba anoche entre los allegados al Presidente.
Lo que viene, lo que viene: Enérgico, con aire de estar convencido, el Presidente no se hizo cargo de las críticas al Gobierno por la crisis. Se permitió, apenas, una autocrítica módica que contenía un reproche adicional a las empresas; “mi error, por ahí, fue que me confié más de la cuenta”.
Kirchner jugó de local. La tribuna visitante, se supone, tragó saliva. El campeonato recién empieza, pero su primera fecha da mucha tela para cortar.

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Oscar Vicente, de Petrobras, con Ramón Blanco, de Repsol-YPF.
 
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