ECONOMíA › UN ESTUDIO PRIVADO ADVIERTE UNA DESACELERACIóN EN LA DEMANDA LABORAL

La creación de empleos también bajó del andamio

 Por Cledis Candelaresi

Según acusa el último Informe de Coyuntura privado, durante mayo el empleo en la construcción cayó un 0,6 por ciento promedio en todo el país, lo que configura el primer retroceso en cinco años en uno de los sectores más dinámicos tras la devaluación. Es un indicio claro del parate promovido por la crisis del campo y por la inflación, que no podría ser superado sólo con obra pública, por más esfuerzos presupuestarios que se hicieran.

Que el ritmo de crecimiento de la construcción aminoró no es una novedad y tiene su lógica, reconocida por los propios protagonistas de la gran bonanza que mostró esta actividad en los últimos años: era insostenible crecer todo el tiempo a dos dígitos y por encima de lo que lo hace el resto de la economía. Pero ahora parece haber algo más que ese freno previsible. La venta de cemento, uno de los principales indicadores de la temperatura del sector, cayó en mayo un 2 por ciento y en junio un 11, y no hay indicios de que esto se esté revirtiendo en el mes en curso. Un fenómeno que tiene su correlato en el nivel de empleo.

Para los técnicos afines al sector patronal, la ocupación de obreros de la construcción simplemente se “amesetó”, después de haber crecido notoriamente, aunque en un degradé que quedó claro en el último año. Mientras en julio del año pasado la toma de personal aumentaba a razón de un 17 por ciento medida contra el año anterior, en abril seguía creciendo, pero tímidamente, menos del 2 por ciento.

Esos valores promedios sintetizan situaciones que son muy diferentes según las provincias. Mientras que la actividad y el empleo crecieron, y a veces a tasas importantes, en provincias como Tucumán, San Juan, Corrientes, Entre Ríos y la Capital Federal, derrapó en otras como Misiones, Tierra del Fuego o Mendoza, en algunos casos porque demoraron en llegar desde la Nación partidas de dinero clave para concluir en tiempo y forma algunos emprendimientos, incluidos los de viviendas sociales. Pero a pesar de esas diferencias, un paneo por todo el mapa nacional muestra que en más de la mitad de los estados del interior el ritmo de empleo decreció, según reconoce aquel informe privado. En el primer cuatrimestre del año pasado se generaron 48.000 nuevos puestos. Durante idéntico lapso del 2008, el número bajó a 3600.

Ni siquiera consiguió revertir esa tendencia prioritaria la buena performance que mostró en el verano y a principios del otoño la construcción residencial, el segmento de mayor peso relativo en el rubro. La edificación de viviendas tiene gran incidencia en las estadísticas elaboradas para medir la suerte de la actividad, ya que representa más de la mitad de la inversión medida.

Según surge de las cuentas nacionales, sólo el 25 por ciento de los desembolsos totales en construcción corresponden a la obra pública. Por ello, si bien las millonarias asignaciones presupuestarias y el buen ritmo de ejecución que hoy tienen los planes públicos apuntala la actividad, no resulta suficiente para un eventual salvataje.

El 75 por ciento de la inversión es privada y, en gran proporción, corresponde a viviendas. Este renglón creció mucho en el último tiempo, básicamente en el interior. Según dan fe los constructores, fue gracias a los excedentes de dinero que acumuló el campo, refugiados masivamente en departamentos y casas de ciudades y pueblos aledaños. Esas compras aminoraron drásticamente durante el conflicto, que a través de los cortes de ruta –sumados al litigio entre los camioneros y los productores de cemento– frenaron en seco la actividad.

Los ladrillos, todos saben, son una buena reserva de valor, en particular en tiempos de incertidumbre. Lo paradójico es que parte de las incógnitas económicas a develar hoy terminan atentando contra el desarrollo de un negocio que sigue siendo muy rentable –tal como reconocen los propios empresarios–, aunque con márgenes algo más inciertos.

La inflación hace más difícil estimar cuál será la suba de costos, que no siempre pueden trasladarse al precio final del producto, en particular cuando se construyen casas para sectores medios. El círculo dañino se cierra porque en época inflacionaria la demanda también se retrae, en particular si depende del crédito.

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