Domingo, 28 de agosto de 2011 | Hoy
EL MUNDO › NO HAY REMEDIOS NI COMIDA NI COMBUSTIBLE Y LOS CADAVERES SE PUDREN EN LAS CALLES DE TRIPOLI
La escala de las peleas ahora es más reducida, pero los cuerpos siguen apilándose. Son cadáveres de civiles atrapados en el intercambio de fuego durante la feroz batalla de los últimos días y soldados de ambos bandos.
Por Kim Sengupta *
Los cadáveres yacen hinchados por el calor. Llevarse a los muertos es prioridad, mientras Trípoli debe lidiar con la escasez de remedios, autos, comida y combustible. Los disparos vinieron desde dos edificios, sonidos de Kalashnikov que hicieron ponerse en alerta a los rebeldes. La resistencia en el hospital de Abu Salim, último reducto de los leales a Khadafi en Trípoli, aún no había terminado.
La escala de las peleas ahora es más reducida, pero los cuerpos siguen apilándose. Son cadáveres de civiles atrapados en el intercambio de fuego durante la feroz batalla de los últimos días y soldados de ambos bandos muertos en acción. Las ejecuciones sumarias son aplicadas a los negros en manos de los rebeldes por ser sospechados de mercenarios, y presos políticos del régimen. Afuera del complejo de Bab al Aziziyah –la fortaleza de Khadafi asediada desde la semana pasada–, los muertos, principalmente de la Africa subsahariana, muchos con sus manos atadas a la espalda, habían sido dejados al costado del camino como trofeos en exposición por los rebeldes. Dentro de Abu Salim, entre los muertos de la morgue, algunos muestran marcas de precintos en sus muñecas. Ayer se conoció otra masacre, 53 personas en un galpón en las afueras de la ciudad. Los cuerpos, hinchados e infestados de gusanos, descomponiéndose por el calor, se habían convertido en una amenaza para la salud, a tal punto que removerlos fue una prioridad urgente para el Consejo de Trípoli, ahora oficialmente en funciones. Tomará tiempo organizar todos los servicios, dijo Omar al Abed, líder de la sección municipal. “Comenzamos una acción inmediata para mover estos cadáveres. Hay temas sanitarios y no queremos que se propaguen enfermedades en momentos de escasez de medicamentos”, dijo al Abed.
Hay falta de agua, electricidad, remedios y combustible, todas necesidades básicas. Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, pidió asistencia humanitaria internacional para Libia. Desde Benghazi, la administración de la oposición, el CNT, anunció que había un desafío para poner de pie al país una vez que Khadafi fuera depuesto. Ahora, la realidad muestra la escala del desafío al que debe enfrentarse. “Hay falta de provisiones por las sanciones impuestas al régimen de Khadafi por parte de las Naciones Unidas”, aseguró un vocero del CNT. “No queda combustible en las estaciones de servicio. Esto afecta la electricidad y el agua. Estamos tratando de obtener provisiones de remedios lo más rápido posible. Pero aún persisten remanentes del régimen y eso imposibilita nuestra tarea”, dijo el vocero. Ayer, el gobierno británico anunció ayuda humanitaria para la gente afectada por el conflicto en Libia.
El secretario de Desarrollo internacional, Andrew Mitchell, dijo que la ayuda incluirá equipos quirúrgicos y medicamentos para 5000 heridos (la mayoría de ellos rebeldes), ayuda para reunir familias, comida y asistencia para alrededor de 690.000 desplazados. Mucha de esa ayuda servirá para movilizar a los civiles a lugares más seguros. La Cruz Roja Internacional participará de los operativos.
El hospital de Abu Salim parecía un escenario de desolación humana, con cuerpos que yacían en los pasillos, en la entrada, y en lo que antes era un comedor. La intensidad del intercambio de fuego fue tan fuerte que forzó el staff a abandonar los puestos dos días atrás. Uno de los hospitales que funcionaban eran Sher Zaiyah, al que asistieron médicos voluntarios. El Dr. Salah Ahmed, cirujano, aseveró que el problema principal era la falta de oxígeno. “Una planta del gobierno que lo producía fue bombardeada por la OTAN. También había un negocio que lo producía localmente, pero los dueños se fueron del país”, dijo el cirujano.
“No lo digo como una declaración política. Esto es lo que pasó y ahora debemos pelear con ello de la mejor manera posible. Estamos lidiando con el trauma y las heridas causadas por armas. Pero si las condiciones continúan deteriorándose, podríamos estar frente a la grave propagación de enfermedades. Es un escenario preocupante”, dijo el cirujano.
Mohammed Ali Waftan. de 43 años, vive en el distrito de Tareq Mattar. Ayer estaba ayudando a llevar a su sobrino de 14 años, herido el jueves. “Estaba jugando en la calle, frente a nuestra casa, cuando recibió un disparo en la pierna. Fue un francotirador, no entendemos por qué eligió a un joven”, dijo Waftan.
La persistente incertidumbre y la violencia también significaron que los locales, que podrían tener el stock necesario, cerraran sus puertas. Un electricista de 39 años llamado Nasr al Abdin, descansaba contra un auto incendiado durante la batalla. “Tenemos una recién nacida y necesito leche para bebé. Necesitamos de todo, la comida se está agotando. No es un tema de dinero, hemos ahorrado para un momento como éste”, dijo el electricista. “Pero todos los negocios están cerrados. Estoy dando vueltas porque quiero ahorrar combustible y es muy cansador. El precio de 20 litros es de 130 dinares ahora (100 dólares), 30 veces lo que pagábamos antes de la revolución”, dijo el electricista.
Algunos dicen que la poca comida que hay es negada a quienes la piden. En un pequeño mercado cerca de la Plaza Verde, un grupo de mujeres buscaba comida desesperadamente en una góndola vacía. Originalmente eran de países vecinos de la región, pero tenían la ciudadanía libia de hace mucho. “He vivido en este país por 15 años, mis hijos han nacido aquí”, dijo Khadija Talib, de Mali. “Pero ahora, cuando intento conseguir comida, me dicen que me largue, que no soy libia, que soy extranjera. Dicen que Khadafi me trajo aquí, y que le vaya a pedir a él que me cuide. Mi marido está desempleado, tengo ocho niños y niñas. ¿Cómo se supone que debo cuidarlos?”, dijo la mujer desesperada.
* De The Independent. Especial para Página/12.
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