EL MUNDO › CRUCE DE BRASIL CON EE.UU. POR LIBIA

Dilma no reconoce

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Hielo otra vez. Brasil y Estados Unidos están atrincherados en frentes distintos, sin llegar a ser rotundamente opuestos, en la guerra civil libia, lo cual derivó en un distanciamiento diplomático con efectos aún no mensurables sobre el romance inaugurado hace apenas cinco meses por Dilma Rousseff y Barack Obama durante la cumbre de Brasilia.

A pesar de las tormentas de arena, desinformación y contrainformación que envuelven al conflicto norafricano, se ha delineado una línea demarcatoria neta entre la Casa Blanca y el Palacio del Planalto: mientras la primera reconoció como representantes de la nación libia al insurgente Consejo Nacional de Transición (CNT), al que aportó apoyo logístico, el segundo ha descartado hacerlo, con argumentos de forma y fondo. Esas razones fueron explicadas ayer por el ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Patriota, tres días después de recibir instrucciones de la presidenta Dilma Rousseff.

En el plano institucional repitió que Brasil no dará ningún paso sin aval de la ONU, la cual está dotada de un “papel primordial en la promoción de la paz y seguridad internacionales... es muy importante que el papel del Consejo de Seguridad sea resguardado y éste pueda manifestarse frente al cuadro actual en Libia”.

Luego Patriota, habitualmente flemático, adoptó un tono más político para repeler las presiones externas e internas para la legitimación del CNT: “Eso no es necesario, el Consejo de Seguridad jamás recomendó que la comunidad internacional reconozca al gobierno A o al gobierno B”.

Será la presidenta Dilma quien anunciará la decisión sobre el tema sólo dentro de dos semanas, cuando viajará a Nueva York para pronunciar el discurso inaugural de la Asamblea de la ONU. “La caída de un régimen y el ascenso de otro no es necesariamente garantía de estabilidad, pueden persistir manifestaciones de violencia y ejecuciones”, concluyó Patriota.

Allí Brasil expresó una preocupación similar a la de la Unión Africana, cuando desechó dar credenciales al CNT por sospechar que entre sus filas se agazapan grupos terroristas, que podrían estar perpetrando ejecuciones sumarias contra seguidores de Muammar Khadafi.

La caída del coronel, con quien Brasil estrechó relaciones en tiempos de Lula, que viajó a Trípoli en 2003, no representa una tragedia económica, pues las inversiones de Petrobras y un grupo de grandes constructoras –diseminadas por Africa– rondan los 5000 millones de dólares, un valor relativamente modesto si se lo sitúa en el contexto de la expansión global brasileña.

Lo que importa a Brasilia es mantener en pie su reputación ante los gobiernos africanos que, más allá de su diversidad de signos ideológicos, parecen coincidir en que la disolución del experimento khadafista será reemplazado por otro y se transformará en un enclave de la OTAN en el Magreb. Brasil, aunque no en la misma escala que China, ha conquistado terreno en Africa, donde abrió decenas de embajadas desde 2003 y ha sido convidado a las cumbres de la Unión Africana. La semana pasada, mientras representantes del CNT ocupaban la embajada libia en el barrio más exclusivo de Brasilia y caía el embajador designado por Khadafi, Patriota mantuvo una ronda de consultas con China, Rusia, Sudáfrica y otros países emergentes.

En la noche del viernes, no muy lejos de la misión diplomática libia, el embajador chino Qiu Xiqoqi festejaba las coincidencias diplomáticas entre Pekín y Brasilia durante una cena con corresponsales extranjeros, en la que participó este diario. Xiqoqi destacaba un dato nuevo: las coincidencias, parciales, observadas a lo largo de esta crisis entre los países del grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), permiten suponer que en el futuro trascienda su carácter eminentemente económico y alcance peso diplomático. En la medida en que va cuajando su asociación con las potencias emergentes, Brasil se distancia inexorablemente de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y pone en duda su participación en la cumbre convocada para esta semana por el presidente Nicolas Sarkozy, con el fin de discutir el futuro libio.

El canciller Patriota declaró ayer que aún no decidió si aceptará el convite formulado por París, mientras otro diplomático, éste sin revelar su identidad, fue más directo: “Nosotros no vamos a una reunión sólo para tomar champagne gratis”.

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