EL MUNDO › OPINION

E-mail desde Bagdad

Por Cathy Breens *

Queridos amigos:

Discúlpenme si esto está algo incoherente. El bombardeo comenzó hoy a las 5.35 de la mañana e intentaré contarles algo de esto. No sabemos cuánto tiempo estará abierto el centro de Internet, de manera que pensaré y tipearé rápidamente. Habíamos oído que el bombardeo comenzaría a las 4 a.m. Estando ya levantadas, comenzamos a golpear las puertas para despertar a la gente. “¿Cuál será el lugar más seguro en el hotel?”, nos preguntábamos uno al otro.
En el equipo de paz hay varios que somos nuevos en esto. Era y es una bendición el estar juntos. No me puedo imaginar pasar por todo esto sola. Y no me puedo imaginar un grupo mejor que éste. Somos una mezcla de iraquíes y extranjeros en el hotel. Algunos del personal han traído a sus familias, de manera que también tenemos niños alrededor. Y luego comenzó. El estruendo de las bombas y los temblores del edificio en el que estábamos. Algunos estábamos reunidos en un pequeño salón de té que está a unos cinco metros del frente de vidrio del edificio. Cinthia me alcanzó una bolsa de tapones para los oídos que yo empecé a repartir. Los niños y los grandes los tomaban y me los agradecían. Algunos de nosotros íbamos y volvíamos al refugio en el sótano, otros nos quedábamos en la planta baja y hasta nos asomábamos afuera de vez en cuando mientras el sol salía y afuera sonó el llamado a la oración.
Una mujer musulmana comenzó a sollozar silenciosamente y otra se levantó para consolarla. Un hombre mayor doblado por la edad caminaba de acá para allá con un bastón. Esto no puede estar pasando, pensé. No puede ser mi país el que esté haciendo esto. Dios de los cielos ten piedad de nosotros. Mi oración se unió con el llamado a la oración que estaba siendo cantada mientras aún caían las bombas.
Ahora, comenzando esta noche, podemos esperar la táctica de “shock y espanto” que será masiva y no parará. Otro motivo más que tengo para estar agradecida por tener esta inesperada oportunidad para escribirles. O por haber visitado el hospital esta tarde.
La imagen que nos golpeó en el hospital fue la de hileras de camas vacías preparadas con sábanas blancas para recibir a las “víctimas de la guerra”. En la unidad de Cáncer Pedriático no había ninguna ocupada. Las camas que deberían haber estado llenas de niños que necesitaban quimioterapia, estaban vacías. Todo porque las madres, salvo Adra y su pequeño hijo Atarid de 5 años, ayer habían llevado a sus hijos de regreso a sus casas. Temían no poder llegar adonde estaban sus otros hijos a causa de los bombardeos. Adra, que tenía un niño de 4 años y otro de 1 y medio en su casa, no podía decidirse a sacar a Atarid del hospital. “Se morirá si no tiene su medicina”, nos dijo.
Las madres en Estados Unidos pueden entender lo que otras madres sufren, dijimos. Aceptó que le tomáramos una foto con Adra. Fascinado con la cámara que devolvía fotos, Adra se animó y se distrajo, y por primera vez fue centro de una audiencia cautivada tomando fotos de sí mismo, de nosotros y de su madre.
Me debo ir, mi tiempo se acabó, sé que todos ustedes están orando por nosotros.

Cathy
* Militante pacifista. Traducción: C.D.

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