EL MUNDO › WASHINGTON DESATO LA FURIA AEREA Y AVANZA LA INVASION TERRESTRE

Shock y pánico llovieron del cielo

El Pentágono cumplió ayer su amenaza de una campaña de “shock y pánico” en Irak, con 1000 misiles crucero y otras 1000 incursiones aéreas que completaron 1500 toneladas de bombas lanzadas. Las fuerzas angloamericanas avanzaban desde el sur y esperaban llegar a Bagdad en cuatro días. Mil tropas turcas entraron a territorio iraquí para disgusto de Washington.

“Nunca vi antes un ataque de este tipo.” “Las explosiones son tremendas.” “Las ondas expansivas se sienten en el cuerpo.” “Esto es más fuerte que la Guerra del Golfo.” Las declaraciones de los periodistas, en particular las últimas de Peter Arnett, el corresponsal estrella de la CNN durante aquella guerra que ahora cubre el conflicto para otra cadena, confirmaron lo que el Pentágono había anunciado minutos antes: que el temido infierno de bombas y misiles comenzó. A las 19 horas de Bagdad, la campaña de “shock and awe” (“shock y pánico”) se lanzó con la explosión de 1000 misiles crucero y unas 1000 incursiones aéreas en todo el territorio iraquí. Durante una hora, la capital iraquí se cubrió de humo y llamas y las principales ciudades del norte (Kirkuk y Mosul) y del sur iraquí (Basora) también recibieron una andanada de ataques aéreos mientras las tropas británicas y norteamericanas, según el Pentágono, avanzan firme desde el sur hacia Bagdad (ver nota aparte), e incluso algunas fuentes daban por inminente la caída de Basora (ver pág. 2).
“Hubo una serie de explosiones impresionantes que nos hicieron temblar a todos los que estamos aquí”, dijo un periodista español a la televisión de su país. “Estamos viendo inmensas bolas de fuego que no nos dejan ni ver”, gritó una reportera de la cadena de televisión de Qatar Al Jazeera. La comparación se hacía evidente y fue pronunciada al aire. “Esto es lo más parecido al infierno”, gimió, jadeante, un periodista italiano al que se le habrá cruzado por la cabeza el famoso infierno de Dante.
El ataque feroz sobre Bagdad comenzó con la acción conjunta de 11 bombarderos B-52 (“Fortalezas Volantes”) que surcaron el cielo de Bagdad provenientes de la base británica de Fairford y descargaron bombas de todo tipo, acompañados por el lanzamiento de misiles desde las naves en el Golfo Pérsico y el mar Rojo. Sólo desde el portaaviones USS Kitty Hawk, en el Golfo, partieron 320 misiles crucero Tomahawk. Los objetivos en Bagdad se concentraron nuevamente en la zona sur y oeste de la ciudad, donde están varios edificios administrativos. Volvieron a ser atacados el Centro de Comunicaciones y el palacio presidencial de Saddam.
Durante los 45 minutos que duró la primera andanada de bombas y misiles, la ciudad de Bagdad ofrecía un fondo permanente de llamas mientras se multiplicaban las humaredas de los edificios destrozados. A pesar de la sucesión de explosiones y el derrumbe de varias instalaciones, no se cortó la electricidad en prácticamente ningún punto de la ciudad. Las autoridades iraquíes dijeron que varias personas resultaron muertas, entre ellas varios civiles. También declararon que el bombardeo sobre Bagdad fue intenso pero negaron las informaciones del Pentágono sobre rendiciones masivas en el sur del país y la toma inminente de Basora, la tercera ciudad del país y la más importante de esa región, de mayoría chiíta (ver nota aparte).
Saddam Hussein ordenó ayer la expulsión de Bagdad de los cuatro corresponsales de la cadena norteamericana CNN, acusándolos de ayudar a los bombardeos indicando blancos. El periodista Nic Robertson y sus tres colegas viajarán a Jordania. La cadena dijo que seguirá la retransmisión desde la capital iraquí. Por otro lado, el presidente iraquí decretó ayer premiar a quienes derriben aviones y helicópteros británicos y norteamericanos, así como a los que capturen o maten a soldados enemigos.
“Este es el bombardeo más preciso y selectivo de todos los tiempos. Es realmente impresionante”, se felicitó el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld. En su conferencia de prensa luego del mediodía de Washington, el jefe del Pentágono, junto al general Richard Myers, jefe del Estado Mayor norteamericano, reiteraron las ofertas de rendición para las tropas y altos mandos iraquíes. “Hagan lo honorable, dejen las armas, disfruten del futuro Irak libre”, declaró el general Myers. Más allá de los resultados (ver nota aparte), algunas fuentes del Pentágono indicaron que la demora en lanzar la prometida lluvia de fuego obedecía a indicios de rendiciones a gran escala.
El general Tommy Franks, comandante de las fuerzas norteamericanas en la región, había ordenado el miércoles un ataque gradual, de tanteo y advertencia, mientras se establecía un diálogo indirecto entre altos mandos estadounidenses e iraquíes encaminado a que los segundos renunciaran a combatir. Pero esa negociación no arrojó resultados. Rumsfeld admitió ayer que sólo se mantenía la comunicación “con una unidad iraquí, situada fuera de Bagdad”. El secretario de Defensa opinó que, pese a no registrarse un colapso generalizado en la cadenas de mando iraquíes, Saddam Hussein y su régimen no ejercían ya un control total sobre el país.
El general Myers informó que las columnas blindadas que avanzaban desde el sur habían penetrado “unos 160 kilómetros” hacia el interior de Irak. A ese ritmo, podrían llegar a Bagdad en tres o cuatro días. También quedaron bajo control estadounidense o británico la península de Fao, el puerto de Umm Qasr (la única salida iraquí al golfo Pérsico) y las instalaciones petroleras de la zona, prácticamente intactas, salvo siete pozos incendiados. Las bajas estadounidenses en el avance se reducían a dos marines caídos en combate. Las bajas iraquíes, no especificadas, eran mucho más elevadas, según testigos presenciales que no podían ofrecer cifras a causa de las restricciones informativas impuestas por el Pentágono. El general Myers indicó también que tres naves iraquíes habían sido interceptadas en aguas territoriales de Irak, con minas a bordo.
Seguía siendo una incógnita para el Pentágono la estrategia militar iraquí. No se habían producido las rendiciones en masa que pronosticaba el gobierno estadounidense y, según todos los indicios, Saddam había salido con vida del ataque contra la residencia de Bagdad con que se abrieron las hostilidades, en la madrugada del jueves. Pero la resistencia encontrada por las columnas invasoras era escasa, limitada a unos pocos blindados y a un puñado de misiles lanzados contra Kuwait. Bagdad no había establecido toques de queda y afrontaba los bombardeos nocturnos con las luces encendidas. Los recursos militares reales de Irak siguen siendo un misterio, salvo que todo esté concentrado en Bagdad.
El presidente norteamericano George W. Bush manifestó, en una breve declaración realizada informalmente en la Casa Blanca, que la ofensiva progresaba. “Seguiremos con nuestra tarea hasta conseguir el objetivo, que consiste en acabar con las armas de destrucción masiva en Irak y liberar a los iraquíes para que puedan vivir en una sociedad esperanzada y democrática”, declaró tras recibir a los principales dirigentes del Congreso. Hacia la hora de comer, Bush voló a Camp David para pasar el fin de semana en la residencia presidencial de las montañas de Maryland.
Si quiere descansar, puede hacerlo tranquilo: según una encuesta de Gallup/USA Today, el 76 por ciento de los norteamericanos apoya la decisión de Bush de atacar sin apoyo de la ONU, lo que significa más de un 10 por ciento más que los que lo apoyaban antes del estallido de la guerra. Cuando los combates en tierra comiencen en pleno, si es que comienzan, quizás las cifras cambien.

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Bagdad quedó en llamas después de las 19, cuando cayó el fuego de los B-52 y los Tomahawks.
El humo y las llamas salen del complejo presidencial, a orillas del río Tigris, en el inicio de la peor campaña.
 
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