EL MUNDO › LAS TRIBUS CHIITAS QUE VAN A BAGDAD PARA APOYAR A SADDAM

Gracias, pero no queremos ser liberados

Por A. E.
Desde Bagdad

Con sus abayas marrones y negras y sus kufías a cuadros blancos y rojos, dos centenares de jefes tribales del sur de Irak transformaron el paisaje de la calle Saadún. Estos notables se encuentran en Bagdad desde el pasado miércoles pidiendo armas al Gobierno para combatir a los agresores. “¿Qué se le ha perdido a Bush aquí? –preguntaba uno de ellos–. Nosotros estamos en nuestra tierra y vamos a defenderla”. Su determinación era un signo de que la presencia de tropas extranjeras en su suelo está uniendo a los iraquíes frente al invasor más que alentando su revuelta.
“Cada una de nuestras familias tiene un millar de miembros”, afirma el jefe del clan de los Al Akak. “Todos, mujeres y niños incluidos, están dispuestos a tomar un arma y luchar hasta la muerte”, asegura en un inglés básico, pero claro. En prueba de su determinación, muestra la ausencia del índice de la mano derecha, que perdió en la guerra con Irán. No es su única herida. “Estuve 10 años en el ejército y alcancé el grado de capitán”. El resto lo escucha con respeto.
“Vamos a unir fuerzas para luchar contra Estados Unidos –interviene en árabe Mohsen al Maliki–. Los americanos no han venido a nuestros pueblos, así que vamos a ir a buscarlos”, anuncia ante los gestos de aprobación de sus pares, congregados frente al primer té de la mañana. Allí están los jefes de los principales clanes de la provincia de Maysan, al sudeste de Bagdad, cerca de la frontera con Irán. Los representantes de los Al Saidi, los Al Maliki, los Al Jayef Jafayi, los Abied, los Huseini, los Beni Malik... hasta dos centenares. Todas estas familias son de confesión chiíta, la rama minoritaria del Islam que sigue dos tercios de la población iraquí.
Su tradicional marginación del poder hacía prever que los chiítas se rebelarían contra el gobierno central, una vez que se iniciaran las operaciones militares estadounidenses. Pero el comportamiento de estos notables, la fatwa (mandato religioso) dictada por el gran ayatolá Sistaní para que los shiíes se opongan a la invasión estadounidense, y la ausencia de signos de revuelta en el sur, parecen indicar que esta comunidad no quiere avanzar en sus derechos de la mano de Washington.
Los jefes tribales se muestran discretos sobre sus interlocutores y los acuerdos alcanzados. Sin embargo, esta enviada pudo saber que las autoridades rechazaron su ofrecimiento para acudir a luchar a Nayef y Kerbala desde sus localidades de origen. Esas dos ciudades, centros de peregrinación del Islam chiíta, vienen siendo objeto de persistentes ataques desde el pasado lunes, pero los responsables gubernamentales les han pedido que permanezcan en sus pueblos y los defiendan. Así han prometido hacerlo, y tienen armas, pero son viejas.
El régimen iraquí no ha dejado de cortejar a las tribus desde el inicio de la crisis. El martes, el presidente Saddam Hussein les envió un mensaje en el que les instaba a luchar contra los agresores. El ministro de Información, Mohamed Said al Saha, jamás olvida mencionar a los “heroicos luchadores de las tribus”, cada vez que relata con entusiasmo el derribo de un helicóptero, la destrucción de un blindado o una emboscada a los invasores.
Estudiosos de Irak suelen decir que las tribus leales lo son tan sólo porque Saddam ha dado a sus líderes armas y todoterrenos. “Los alquila, pero no puede fiarse de ellos”, ha afirmado el sociólogo kuwaití Jaldún Naquib. Pero los hombres que entrevistó anteayer esta enviada, sin presencia de acompañante oficial, aseguraron haber viajado a Bagdad por sus propios medios.
(De El País de Madrid, especial para Página/12)

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