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Tan apurado como discreto, Jospin entró en la carrera contra Chirac

Antes de lo previsto, con un comunicado a la agencia France Presse, el premier Lionel Jospin anunció su candidatura presidencial.

 Por Eduardo Febbro

En 1992, en pleno naufragio socialista, el primer ministro francés Lionel Jospin confesó que pensaba abandonar para siempre la política. Diez años después y tras cinco años de gobierno, Lionel Jospin anunció ayer su candidatura oficial para las elecciones presidenciales del próximo mes de abril. Rara vez en la historia política francesa un jefe de gobierno habrá permanecido tanto tiempo en su cargo y, hecho aún más sobresaliente, a cargo de un gabinete de “cohabitación” con un presidente conservador que, a partir de hoy, es su principal adversario para ocupar el sillón presidencial. Al igual que el jefe del Estado Jacques Chirac hace nueve días, Lionel Jospin jugó la carta de la sorpresa: cuando todo el mundo esperaba que oficialice su candidatura a partir de este domingo, Jospin lo hizo el miércoles luego de haberse despedido de los diputados al final de la última sesión de “preguntas al gobierno” organizada tradicionalmente en la Asamblea Nacional. Jospin no utilizó ni un mitín, ni una entrevista, ni una tribuna pública. El jefe de gobierno hizo pública su decisión de la manera más escueta posible: desde su domicilio particular y a través de un comunicado enviado a la agencia francesa AFP.
Los dados de la campaña electoral están echados y el mundo político francés saludó con alivio el anuncio de Jospin. Casi al unísono, la clase política dijo que de ahora en más “la campaña puede al fin comenzar”. El premier era el único candidato que faltaba para completar la arquitectura de las urnas. En su texto de declaración, Lionel Jospin puso su candidatura bajo el signo “del espíritu de responsabilidad, que es el fundamento de la autoridad”. Según afirma Jospin, es preciso “presidir de otra manera. El presidente de la república debe presentarle un proyecto al país, proponer una serie de compromisos y respetarlos”. En este primer contacto con el electorado en tanto que figura presidencial oficial, el dirigente socialista asegura trabajar para una Francia “activa”, “segura”, “justa”, “moderna” y “fuerte”. En un terreno más concreto, el jefe de gobierno presenta las líneas generales de un proyecto político cuyos ejes son la lucha contra el desempleo, la capacitación de los ciudadanos, el refuerzo de la justicia y la disminución de las desigualdades sociales. Jospin propone también un “pacto de confianza” a las nuevas generaciones y anuncia para el futuro una serie de propuestas para “la Europa política”. El conjunto de su aún nebulosa filosofía política parece orientado hacia el “retroceso de la indiferencia y la resignación” con una metodología que consiste en “darle un sentido a las decisiones democráticas y esperanza a los ciudadanos”. Jospin no olvida a sus adversarios de la derecha y en el mismo texto de dos páginas advierte sobre las amenazas que “ciertas personas” hacen pesar sobre “la seguridad social, las jubilaciones, los servicios públicos y el derecho laboral”. Cada una de estas cuestiones constituye la línea de fractura entre el proyecto de la derecha liberal y los socialistas.
Los cinco años pasados a la cabeza del gobierno figuran entre los argumentos invocados por el ahora candidato Jospin. No sin razón, los socialistas estiman que, en el campo de la acción, las realizaciones del presidente Chirac son “esqueléticas” comparadas con la “labor” de Jospin. En suma, más que sobre una campaña o un discurso expansivo, el PS cuenta con el “reconocimiento” de los franceses para ganarle a la derecha la incierta carrera presidencial. Y como balance, Jospin puede presentar sin mucho riesgo un imponente abanico de medidas en el cual “la perla de oro” es el retroceso del desempleo. Cuando los socialistas llegaron al poder en 1997, Francia tenía más de tres millones cien mil desocupados, es decir, el 12,6 por ciento de la población activa. A finales de diciembre del 2001,la taza de desempleo era del 9 por ciento, o sea, poco más de dos millones cien mil personas sin trabajo.
El premier asegura que esos 900 mil desempleados menos se deben principalmente a su política, un argumento rechazado por la derecha, para la cual el retroceso de la desocupación se debe antes que nada al período de crecimiento mundial con el que Francia se benefició hasta finales del 2000. Los empleos para los jóvenes, las 35 horas semanales sin pérdida de salario y el PACS (el Pacto Civil de Solidaridad que da los mismos derechos a las parejas casadas o concubinas, sean hétero u homosexuales) figuran entre las acciones más conflictivas y espectaculares del mandato socialista.
Sin embargo, las desigualdades sociales no parecen haber disminuido con las reformas de Jospin. En su último informe, el Observatorio Nacional de la Pobreza (ONP) menciona que 4,5 millones de personas viven en el umbral de la pobreza, una cifra invariable desde 1990. Con todo, es inobjetable que Lionel Jospin no sólo supo durar sino legislar como pocos lo hicieron antes. En total, los socialistas adoptaron 220 leyes apoyándose en una mayoría integrada también por ecologistas y comunistas. La Francia rosaverde-rojo de Jospin llegó ayer a su última etapa. Este domingo el PS le dará al jefe de gobierno su investidura de candidato. Anoche, en la sede del partido, Jospin le dijo a su equipo: “Salimos para ganar”.

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