EL MUNDO › OPINION

Luguismo y disputa electoral

 Por Aníbal Orué Pozzo *

Desde la caída de la dictadura de Stroessner en 1989, el Partido Colorado viene perdiendo un importante volumen de votos. Del 75 por ciento en 1989, con la candidatura del entonces general Andrés Rodríguez –que poco tiempo antes había derrocado a su consuegro, el dictador Alfredo Stroessner–, hasta el 30,6 por ciento en 2008. Esta caída electoral del Partido Colorado significó una reducción, en proporción de votos, de casi el 50 por ciento. Pareciera que la dirigencia estaba más preocupada en rápidos ascensos económicos y políticos, antes que pensar lo estaba pasando con esta pérdida de electores.

La gran marcha al este en los años ’60, termina expulsando de la tierra a una población-masa cada vez mayor. Esta masa, inicialmente asociada en lealtad al Partido Colorado, al formar una base de sin tierras y de miserables, poco a poco emprenden un suave desplazamiento electoral, al ser ocupadas estas tierras por grandes productores de granos. El Partido Colorado da la espalda a sus votantes duros tradicionales, y termina derrotado en las elecciones de 2008, luego de más de 60 años de dominio hegemónico.

El Partido Liberal presenta una situación semejante. Constituido en el campo mayoritariamente por pequeños comerciantes y acopiadores de productos primarios, éstos pierden autoridad a medida que el modelo de producción agroexportador de granos avanza. Tampoco consiguen articular una alternativa al Partido Colorado en los años posdictadura. Su base electoral también se fue transformando. Sus dirigentes no lo percibían.

Se presenta lo que puede denominarse realineamiento electoral, que se inicia ya con las primeras elecciones posdictadura. Al ir perdiendo votos, el Partido Colorado no entendió el proceso: continuó con su postura conservadora. Esto favoreció al candidato Fernando Lugo, quien gana la contienda electoral de 2008 con casi 41 por ciento de los votos; más de 10 por ciento de ventaja a la entonces candidata por el Partido Colorado.

Están echadas las bases para la emergencia del luguismo en Paraguay. En varias regiones de América latina se estaba desarrollando igual proceso. Los fenómenos políticos de Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, etc., guardando las distancias y el equilibrio del análisis, pueden ser considerados como experiencias próximas al fenómeno Lugo. El denominado “bloque histórico” constituido por sectores ligados al capital asociado con los grandes propietarios en el campo, siempre tuvo a las grandes masas de miserables y empobrecidos del campo como un voto duro. El partido Colorado fue la que mejor encarnó este bloque histórico a nivel nacional, que comenzó a fisurarse desde 1989, hasta su máxima expresión, en 2008. Lugo gana esta partida no solamente con este desprendimiento, también con el voto de los sectores de clase media, tradicionalmente de oposición al Partido Colorado, a su estructura partidaria y a sus prácticas clientelísticas.

Con la implementación de las políticas sociales durante el gobierno de Lugo, se establece la posibilidad de construir una base social y política que pueda consolidar la ruptura con los partidos conservadores. Las transferencias monetarias a sectores empobrecidos, la atención gratuita a la salud y la entrega de subsidios a la tercera edad, a segmentos que conformaban esa tradicional masa de maniobras del Partido Colorado, produce el giro hacia el gobierno de Lugo. Transformación sin movilizaciones caracterizan al proceso.

Esta situación no apuntaba a un cambio radical. Tampoco significaba tocar la estructura agraria existente. Implicaba, eso sí, que sectores empobrecidos puedan salir de la miseria en la cual se encontraban. Se entiende que sólo a partir de la victoria de Lugo, y con el inicio de los programas sociales aumenta la capacidad adquisitiva de sectores pobres. Esto produjo una extensión del crédito. Es interesante notar la expansión de bancos privados en sitios antes impensables de actividad financiera. El dinero huele y busca el dinero. Toda esta situación implicó una oposición de sectores conservadores al gobierno de Lugo; se viene el golpe parlamentario de junio de 2012. El equilibrio para estos sectores se restablece.

Fernando Lugo comenzó a perder el apoyo de sectores de clase media, a partir de los escándalos mediáticos relacionados con los “hijos del presidente”, que se extienden por más de un año. Los medios de comunicación, entraron de lleno a apoyar la campaña de oposición al que poco tiempo atrás habían apoyado. A la par que el gobierno de Lugo perdía a sectores de la clase media, crecía en aceptación en los sectores más empobrecidos de la sociedad paraguaya, beneficiados ampliamente por los programas sociales.

La oligarquía paraguaya entendió muy bien para dónde apuntaba el proyecto Lugo. No escatimaron esfuerzos para evitar esa profundización y, al mismo tiempo, sacar de escena al causante de este “desajuste estructural”. Las políticas sociales de Lugo se implementaron en lugares de mayor pobreza, tradicionalmente alineados al voto conservador y de derecha. El golpe parlamentario tiene por objetivo único y exclusivo el “volver a lo que era antes”, a restaurar el control político perdido.

Aunque la clase media no apostó al golpe, como ya estaba alejada del gobierno, tampoco atinó a defenderlo. Igual situación se presenta con los beneficiarios de las políticas sociales. Como la apuesta fue a un “cambio sin movilizaciones”, no salieron en su defensa.

Resta saber si los pocos años de desarrollo de los programas sociales del gobierno de Lugo asentaron las bases para la consolidación de un nuevo actor político. Por las últimas encuestas, Fernando Lugo puede constituirse en un referente importante, pese a que, por el escaso tiempo en el gobierno y el golpe de sectores conservadores, no consiga una transferencia de los votos a su candidato presidencial. En esta ecuación, es importante observar, a dónde va el voto de la clase media anticolorada y antipartidos tradicionales. Para la alianza de la derecha tradicional (Partido Liberal) con la extrema derecha (seguidores de Lino Oviedo), es muy difícil. ¿Volverán al Partido Colorado esa masa de empobrecidos que, desde 1989, van abandonado a su tradicional representante? Es siempre importante determinar el sentido de los votos de las clases. Porque, a pesar de intentar ignorarla, o declarar a los cuatro vientos que éstas no existen, las clases y sus luchas sí existen. Y se expresan de diversas maneras. La respuesta a estas incógnitas, por un lado, asimismo las posibilidades de construir un nuevo bloque histórico –que sustituya al hegemónico actual– es lo que el amanecer del 22 de abril nos puede deparar.

* Doctor en Comunicación, docente de la Universidad Nacional de Asunción y de la Universidad Nacional de Este.

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