EL MUNDO › ANOCHE TERMINO EL DIA CON UN NUEVO ACTO MULTITUDINARIO EN LA PLAYA CARIOCA DE COPACABANA

Via Crucis a la brasileña del papa Francisco

En su mensaje, habló del “escándalo del hambre” y alertó sobre la pérdida de confianza de los jóvenes en las instituciones políticas, aunque también fue autocrítico con las “incoherencias de los ministros del Evangelio”.

 Por Fernando Cibeira

Desde Río de Janeiro

Pasan los días y la “papamanía” en Brasil no da señales de decaer sino todo lo contrario, el papa Francisco aparece en forma casi permanente en la televisión local que ya arma programas del tipo “cómo podemos ser más solidarios como nos pide el Papa”. Anoche, Francisco terminó el día con un nuevo acto multitudinario en Copacabana al participar de un particular Via Crucis a la brasileña, casi una ópera rock. En su mensaje, habló del “escándalo del hambre” y alertó sobre la pérdida de confianza de los jóvenes en las instituciones políticas “porque ven egoísmo y corrupción”, aunque también fue autocrítico con las “incoherencias de los ministros del Evangelio”. Por la mañana, además, confesó a cinco jóvenes y se reunió con menores presos. Una de las buenas noticias durante el día fue que apareció el sol y la temperatura subió, pero para cuando terminó el Via Crucis ya habían vuelto la lluvia y el frío.

Crucis

Para entender lo de anoche hay que saber que el catolicismo brasileño tiene características menos “serias” que el argentino, con elementos que en Argentina sólo podrían encontrarse en los sectores denominados “carismáticos” o más comúnmente en los pastores evangélicos, con locutores de trajes brillosos y corbata. El Via Crucis de anoche incluso tenía elementos que parecían salidos de una obra de Pepito Cibrián, con actores de estilo telenovela que interpretaban los distintos roles. Los catorce escenarios montados para cada estación del calvario de Jesús cobraban vida –se iluminaban, encendían carteles, subían elevadores– a medida que se acercaba la enorme cruz que sostenían 20 jóvenes, más otros cuarenta “guardias de honor de la cruz” que hacían sonar unos cascabeles en los momentos clave. Como para agregar elementos extraños, también participaban 36 oficiales de la Marina vestidos de gala y portando la bandera de Brasil y el Vaticano, una tradición local.

Francisco seguía las alternativas desde el palco principal, al final de la avenida Atlántica, adonde había llegado a bordo del papamóvil. Concluida la ceremonia dio su mensaje de cierre, considerando el Via Crucis como “uno de los momentos fuertes” de la Jornada Mundial de la Juventud. Consideró que con la cruz “Jesús se une a nuestros problemas”, entre los que enumeró a “las víctimas de la violencia” y “las madres que lloran las pérdidas de sus hijos”. Allí se salió del discurso pautado para recordar a las 242 víctimas del incendio de una disco en la localidad de Santa María, en enero pasado, por las que pidió una oración.

Luego alertó sobre el dolor de las madres cuando los jóvenes son víctimas de “paraísos artificiales como la droga” y habló de “todas las personas que sufren hambre en un mundo que cada día tira toneladas de alimentos”. Y siguió: “Jesús se une a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio”. Hasta ahora, el Papa no había hecho una referencia tan directa en esta visita a los escándalos que sacudieron a la Iglesia en los últimos tiempos, con casos reconocidos de abusos de menores por parte de sacerdotes, amén de los episodios de corrupción de la banca vaticana.

Sobre el cierre, Francisco elevó la voz, casi pegó un grito: “Y tú, ¿como quién eres? ¿Como Pilatos, como el Cireneo, como María?”, dijo, en su discurso leído en español, en ocasiones difícil de seguir para muchos de los asistentes. Concluido el mensaje, el Papa se marchó en su helicóptero y quedaron a cargo del escenario los festivos números musicales, pero el diablo ya había vuelto a meter la cola para complicar el factor climático.

Temprano

En la Quinta de Boa Vista, cerca de la residencia donde duerme Francisco, se instalaron durante esta semana unos confesionarios de moderno diseño para que los jóvenes que participan de la Jornada Mundial de la Juventud pudieran utilizarlos. En la parte de adelante especifican en qué idiomas puede confesar el sacerdote que lo ocupa. Hasta allí llegó ayer el Papa como primera actividad del día, con la intención de confesar a cinco jóvenes, elegidos por sorteo entre los inscriptos para la Jornada en las lenguas que domina. Resultaron electos tres brasileños, una italiana y una venezolana: tres hombres y dos mujeres. Primero rezaron todos juntos en la capilla del lugar y luego el Papa los fue atendiendo de a uno.

La venezolana Estefani Lescano, de 21 años, contó que le costó mucho hablarle al Papa por la emoción del momento. Que se puso a llorar y que el Papa la abrazó, que le dijo que no se preocupara porque “los venezolanos no tienen pecados”. Que ella le pidió que visitara su país, que lo necesitaba, y le regaló una imagen de la virgen de Coromoto y una bandera venezolana. En total, la confesión llevó poco más de cinco minutos y no quiso comentar la penitencia. “Es algo entre el Papa y yo”, deslizó.

Desde allí Francisco se trasladó –en papamóvil, repitiendo el ritual del beso a niños y bebés– al Palacio Arzobispal de San Joaquín, donde se encontró con un grupo de menores de correccionales. El encuentro fue un pedido de Francisco a la Pastoral del Menor. Los chicos le dieron una cruz con la inscripción “Candelaria nunca más”, en recordatorio de una matanza de 70 niños y jóvenes realizada por la policía brasileña en 1993, en los alrededores de la Iglesia de la Candelaria. “Violencia nunca más, sólo amor”, les dijo el Papa, que rezó con los jóvenes por las víctimas. “El Papa fue muy cariñoso, quería saber cómo era el trabajo religioso dentro de las instituciones socioeducativas. Habló con cada uno de ellos”, explicó el coordinador de la Pastoral, Roberto Santos.

Desde el balcón del Palacio San Joaquín, el Papa rezó el Angelus ante los miles de cariocas que se habían congregado. Repitió una idea que ya había lanzado en su encuentro con los jóvenes argentinos. “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos”, dijo, y recordó que en Brasil y otros países se celebraba el Día de los Abuelos por los santos Joaquín y Ana. “Qué importantes son en la vida de la familia”, consideró, en tono coloquial.

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El Papa saluda a la multitud a su llegada al rezo del Angelus en el Arzobispado de Río.
Imagen: EFE
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