Viernes, 22 de noviembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Emir Sader
El Foro Social Mundial fue la primera gran reacción internacional a la ola neoliberal que pasó a devastar el mundo en las últimas décadas del siglo pasado. Era una ola tan devastadora que el lema del FSM era minimalista: Otro mundo es posible. Se buscaba afirmar la disconformidad con las tesis del fin de la historia y el Consenso de Washington.
Esas tesis, nacidas en la derecha –con Reagan y Thatcher–, se habían difundido hacia otras corrientes –socialdemocracia, nacionalismos–, revelando su capacidad hegemónica. El FSM nació a contramano de esa ola, teniendo un éxito imediato al demostrar el potencial que la resistencia a esa ola suscitaba.
Su auge fueron las movilizaciones en contra de la guerra de Irak, las más grandes manifestaciones conocidas hasta aquí, donde el FSM tuvo un rol importante en su convocatoria. A partir de ese momento se inició un declive del FSM.
El mismo hecho de que no se haya realizado un balance de las manifestaciones y discutido la forma de dar continuidad a la lucha por la solución pacífica de los conflictos mundiales ya revelaba una debilidad fundamental del FSM. La hegemonía de las ONG y de algunos teóricos vinculados con las concepciones de esas entidades fue responsable de la decadencia del FSM.
El FSM había nacido en el marco de una ambigua reacción ideológica y política al final de la Guerra Fría y la posición frente al Estado fue determinante para esa ambigüedad. Hay que recordar que el lema central de Reagan era que el Estado no era la solución, sino el problema. Se descargaban sobre el Estado las baterías fundamentales de la nueva derecha, a lo que se sumaban las ONG y sus teóricos.
El lema reaganiano formaba parte de la nueva hegemonía liberal en el mundo, con su vertiente del Estado mínimo –con la correspondiente centralidad del mercado– y la política de promoción de la “sociedad civil”, con contornos imprecisos y fuertemente permeables a interpretaciones ambiguas. Las ONG y las visiones teóricas vinculadas con ellas dentro del propio FSM centraban su fuego en contra del Estado. En ese campo ambiguo se confundían las ONG, intelectuales eurocéntricos y el propio campo neoliberal.
No por nada las ONG consideraban como una cuestión de principio la no participación de los partidos políticos en el FSM. Postura que llegó al absurdo de que presidentes latinoamericanos como Hugo Chávez, Lula da Silva, Rafael Correa, Evo Morales tuvieron que presentarse en un acto paralelo, externo a la programación oficial del FMS de Belém, en 2009. El FSM perdía el hilo de la lucha real en contra el neoliberalismo, que se hacía desde gobiernos, con Estados y partidos políticos como partes indispensables en esa lucha.
El FSM y los intelectuales vinculados con las visiones de las ONG, hegemónicos en la organización de los eventos, se separaban de la construcción de otro mundo posible, llevada a cabo por los gobiernos progresistas latinoamericanos. Gobiernos que rompían con la centralidad de los ajustes fiscales del neoliberalismo, imponiendo la prioridad de las políticas sociales. Gobiernos que priorizan los procesos de integración regional y los intercambios Sur-Sur, en lugar de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos.
Gobiernos que, además, rescatan el rol del Estado como inductor del crecimiento económico y como garante de los derechos sociales de todos. Las mismas propuestas del FSM, como la recuperación de los derechos sociales expropiados por el neoliberalismo y la regulación de la circulación del capital financiero, sólo podrían ser realizadas a través del Estado rechazando el Estado en favor de la “sociedad civil”, las ONG e intelectuales vinculados con ellas –en general europeos o latinoamericanos con visiones eurocéntricas– han quedado reducidos a la impotencia política y al aislamiento de los movimientos populares.
Mientras América latina, que había sido víctima privilegiada del neoliberalismo, elegía y consolidaba gobiernos antineoliberales, el FSM, al perder sintonía con la historia real, se fue vaciando. Las ONG caracterizan a los foros como lugar apenas de intercambio de experiencias entre distintos movimientos, sin plantearse alternativas a la construcción del posneoliberalismo. Ni siquiera reservan lugar para el debate necesario entre gobiernos progresistas y movimientos sociales.
Las ONG y los teóricos de la “sociedad civil” han tenido su paradigma liberal, anti-Estado, superado por la realidad. Varios de ellos pasaron a tener gobiernos progresistas, como los de Evo Morales, Rafael Correa, Lula o Dilma, mientras sus enemigos fundamentales, latinoamericanos, se prestaban a servir a la derecha de esos países.
Los errores teóricos son pagados de forma grave por la realidad concreta, relegando el FSM a la intrascendencia y a visiones equivocadas, que perdieron el sendero de la construcción de otro mundo posible, encarnados por los gobiernos posneoliberales de America latina.
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