EL MUNDO › OPINIóN

Otra vez los medios de comunicación

 Por Washington Uranga

Los argentinos ya aprendimos, por propia experiencia, a desconfiar de la información que nos brindan los medios de comunicación. A ser críticos frente a las interpretaciones –algo lógico y legítimo– pero sobre todo a enfrentarnos al ocultamiento de la información o a la falta de apego a la veracidad de los hechos con claros objetivos ideológicos y políticos. No sólo porque se miente con información falsa (que también ocurre) sino por algo que es mucho más habitual: dar la parte por el todo, recortar la noticia o sacarla de sus contextos, lo que es tan o más grave que falsearla.

Dicho todo esto a propósito de la información que nos llega desde Francia y desde tantas otras partes del “mundo occidental” y reproducida por los medios locales respecto de los sin duda condenables atentados y asesinatos cometidos el viernes último en París. La violencia irracional y la muerte que le sigue como consecuencia no tiene ninguna justificación, es un crimen no solo contra la vida sino contra los derechos de las personas y de los pueblos. Nadie puede alegar razón para una acción de este tipo.

Pero para comprender la verdadera dimensión de los hechos hay que mirar el escenario en toda su complejidad. Y a esto no están ayudando los medios. Tampoco los periodistas supuestamente “especializados” salvo contadísimas excepciones. En este último caso y hablando del ámbito local, no se puede dejar de mencionar el aporte extraordinario del colega Pedro Brieger por la calidad de la información aportada, por la construcción de la complejidad del escenario y por la precisión de los datos, sin por ello enmascarar o encubrir su posición política. Un verdadero ejemplo para todos los que hacemos periodismo. Aunque no es el único, lamentablemente de muy pocos colegas podría decirse lo mismo.

Volvamos al tema de la información con una propuesta para reflexionar apenas a partir de algunos ejemplos.

Con demasiada ligereza se habla del “mundo occidental” y de la “civilización occidental” como blanco de los ataques de los “terroristas islámicos” para decir que lo que está ocurriendo amerita una gran “cruzada” (el término fue usado también por el presidente francés François Hollande) civilizatoria. Una simplificación que encierra –por lo menos– ignorancia o, de lo contrario, mala fe. El “mundo occidental” es una construcción discursiva para sumarnos a todos y todas en un enfrentamiento que solo beneficia a naciones y grupos de poder que piensan en los países periféricos únicamente como fuente de sus propios beneficios. Se trata de un perverso recurso discursivo para “incluir” que, no obstante, no incluye la “ciudadanía occidental” cuando alguna persona quiere emigrar para gozar, así sea marginalmente, de la calidad de vida de los países centrales.

Se argumenta que estamos en “guerra”. Pero se nos muestran solo los enfrentamientos y las víctimas de los países “occidentales”. Y poco o nada se dice, se informa y se hacen consideraciones sobre los muertos que la alianza de los “cruzados occidentales” generan en Siria, Líbano, Afganistán o Palestina (para mencionar tan solo algunos países) también entre población civil e inocente, usando drones y ejecutando bombardeos indiscriminados. Todas las muertes valen lo mismo y la sangre derramada de todos los hombres y mujeres es siempre un atentado contra la vida, sin importar su condición, su raza, su religión. Los medios no muestran todo el escenario; solo una parte del mismo para apoyar los argumentos de la “guerra” como acción de muerte y de exterminio. Los “malos” están de un solo lado y las “víctimas” sólo pertenecen a un bando.

Por último. No hay guerra religiosa. No es el islamismo contra el cristianismo. Así algunos fundamentalistas justifiquen sus actos asesinos en supuestos argumentos religiosos. Pretender –como repiten medios y periodistas sin ningún análisis de fondo que lo sustente– que el “Occidente” tiene que “defenderse” combatiendo al Islam es otra falacia para justificar más siembra de muerte bajo el rótulo de “cruzada”.

Se podría seguir. No es necesario. Por si alguien quiere leer estas líneas con mala fe, es importante repetir que la vida de todos los seres humanos tiene el mismo valor y que toda acción que atente contra la vida es condenable. Sin embargo, es imperioso estar atentos y atentas. Los escenarios mediáticos también son teatros donde se libran batallas simbólicas para instalar “verdades”, legitimar atropellos y violar derechos de personas, comunidades y naciones. En tales tablados también se cometen atentados contra la verdad, que es siempre una construcción que debería ser completa y compleja. Y, por cierto, la muerte nunca es un espectáculo ni puede tratarse como tal.

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