EL MUNDO › QUE DICEN LOS PALESTINOS QUE RESISTEN LA TREGUA

Terroristas y a mucha honra

Las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa festejaron ayer su calificación por Estados Unidos como organización terrorista e hirieron a un soldado israelí en un retén en Cisjordania.

Por Suzanne Goldenberg *
Desde Balata

Durante tres meses, las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa llevaron adelante una implacable y eficiente campaña de violencia, matando soldados del ejército israelí en los controles de rutas y enviando a terroristas suicidas al corazón de la tierra judía. Finalmente –festejaron ayer– fueron reconocidos: el Departamento de Estado norteamericano clasificó al grupo militante palestino como una organización terrorista. “Estamos agradecidos y reconocidos. Es un gran honor para nosotros que el mayor patrocinador contra el terrorismo del mundo nos llame una organización terrorista”, dijo su fundador conjunto, Nasser Badawi. “Nuestra reacción será más acción, el trabajo de las brigadas de al-Aqsa se acelerará.”
Sus palabras estaban acentuadas por el segundo atentado suicida de al-Aqsa en dos días, un ataque a un puesto de control del ejército israelí que hirió a un soldado. Badawi, de 36 años, y ex estudiante de sociología, es uno de los siete fundadores originales de la milicia, una rama del movimiento Fatah de Yasser Arafat. Al-Aqsa demostró su poder el jueves con un ataque suicida en Jerusalén: un descarado desafío para la misión norteamericana, Israel y hasta para Arafat, a quien supuestamente el grupo es leal. Su obstinación es la contrapartida a los esfuerzos de Arafat por lograr la aprobación de Estados Unidos al prometer castigar a los responsables de la bomba del jueves y continuando con las discusiones sobre el cese de fuego.
Arafat se reunió ayer en Ramalá con el enviado de Estados Unidos, general Anthony Zinni, y envió a sus funcionarios de seguridad para hablar con sus contrapartes israelíes. La bomba de Jerusalén también encapsula los límites de la influencia de Arafat sobre su propio pueblo, sin hablar de sus opositores radicales islamistas como Hamas y Jihad Islámica. La eficiencia de al-Aqsa convenció a muchos palestinos de que pueden expulsar a Israel de las ocupadas Cisjordania y Gaza, así como las guerrillas de Hezbolá obligaron a Israel a evacuar el Líbano hace dos años: una creencia que dificulta aún más que Arafat pueda declarar y hacer cumplir una tregua.
Las brigadas nacieron en los angostas callejuelas de Balata, un campo de refugiados en la ciudad de Nablus en Cisjordania, después de un día de choques con el ejército israelí en los primeros meses de la Intifada palestina. Los siete fundadores, de entre 25 y 35 años, crecieron durante el primer levantamiento contra la ocupación a fines de la década del ‘80, hicieron huelgas en las cárceles israelíes, y recibieron entrenamiento en campos palestinos en el Líbano y en Irak. Más importante aún, eran amigos. Más de un año después, al-Aqsa, que toma su nombre de una mezquita construida en Tierra Santa en Jerusalén, ha avanzado de esporádicos tiroteos en automóviles en marcha contra los colonos judíos a emboscadas meticulosamente planeadas a puestos del ejército israelí.
Nadie sabe cuántos combatientes tiene. Fue construida deliberadamente como una relajada red de células regionales. Sus comandantes, que crecieron juntos en el movimiento juvenil Fatah, no responden a una autoridad más alta, y decididamente no a Arafat, que ha hecho inciertos intentos por desbandar el grupo. “Las brigadas al-Aqsa no fueron formadas por una decisión oficial. Fueron formadas por sí mismas y actúan por su cuenta, y no recibimos órdenes de los funcionarios”, dijo Badawi.
La autonomía produjo un híbrido curioso. Mientras que los combatientes de al-Aqsa siguen siendo parte de la corriente principal y secular del movimiento Fatah, han adoptado las estrategias de los islamistas radicales. Han realizado casi una docena de atentados suicidas desde el comienzo del año, quebrando dos tabúes: una prohibición de Fatah a tales prácticas, y el uso de mujeres terroristas suicidas. También han autorizado ataques en Israel, desafiando la política de Fatah de confinar el levantamiento a Cisjordania y Gaza, desde el asesinato por parte de Israel del comandante Raed Karmi a comienzos de enero. Después que Israel enviara su fuerza aérea, marina, tanques y fuerzas terrestres contra campos de refugiados palestinos, en su mayor ofensiva militar en una generación, al-Aqsa decidió concentrar sus ataques dentro de Israel. “Mientras Israel entre en nuestros hogares en los campos de refugiados, nosotros iremos a los de ellos, y actuaremos dentro de Israel”, dijo su líder Mohammed Atitti.
En Balata, los palestinos desconfían de la misión de Estados Unidos para el cese de fuego. Dicen que es un ardid, nacido del deseo de Estados Unidos por comenzar una guerra contra Irak. “No creo que haya un cese de fuego en la atmósfera, aun después de estas negociaciones, y no creo que haya un cese de fuego en el terreno –dijo Badawi–. No nos detendremos porque no hay un profundo deseo de detener nada de lo que sucede, ni por parte de Israel ni de Estados Unidos.”

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Una imagen de televisión muestra a Muhammad Hashaika, el atacante suicida de Jerusalén.
 
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