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Se supone que las elecciones son la comida de las encuestadoras. Pero estas no lo son. Por el contrario, son algo así como un ataque de indigestión. Como Francia enfrenta hoy uno de las votaciones más importantes de su historia de la posguerra, todas las miradas giran en torno de las encuestas. ¿Serán sus pronósticos sobre segunda vuelta entre Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen un poco más certeros que el fiasco de los primeros?
A dos días de la primera vuelta de las elecciones del 21 de abril, un 41 por ciento record de los encuestados dijo que todavía no se había decidido. Pero cuando Le Pen llegó a un sorpresivo 16,86 por ciento que lo ubicó en un segundo lugar, todo el mundo se volvió hacia los encuestadores. ¿Por qué ninguna de las cinco compañías más grandes pudo predecir la derrota del primer ministro socialista, Lionel Jospin? Volviendo a revisar sus anotaciones, descubrieron que había un aumento del cuatro por ciento en favor del Frente Nacional, pero no lo creyeron significativo.
En esta instancia las encuestadoras se mueven con mayor cautela. Esta semana se publicaron pocas encuestas. Incluso, tres de los cinco grandes -Ifop, Sofres y Louis Harris– no hicieron ninguna encuesta desde la primera vuelta.