EL MUNDO › LA FED ACONSEJA GRAVAR EL CONSUMO

Tapando el agujero

El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, propuso ayer la instauración de un impuesto federal al consumo que estimularía el crecimiento económico y podría combatir el astronómico déficit fiscal que de EE.UU. que para este año está proyectado en unos 427.000 millones de dólares. Greenspan admitió que sería difícil la transición de un sistema de impuestos a la renta más progresivo hacia uno más regresivo que recayese sobre todos por igual afectando a los más pobres. Pero resaltó que era necesario estimular el ahorro porque la estructura económica se iba poniendo cada vez más débil ante el avance del gran agujero negro fiscal. Su opinión ahondó las diferencias entre la Fed y la Casa Blanca, cuya política ha sido siempre recortar los impuestos.
Greenspan hizo esta propuesta en la inauguración de los trabajos de un Consejo Asesor sobre la Reforma de los Impuestos Federales creado por el presidente de EE.UU., George W. Bush, quien ha hecho de la reducción de los impuestos el eje de su política económica. “Desde la ejemplar reforma (impositiva) de 1986, el código tributario ha vuelto a ser extremadamente complicado, cargado por tasas marginales más altas, y muchas estipulaciones especiales que han estrechado, de forma indeseable, la base tributaria”, dijo Greenspan. El presidente de la Fed dijo ayer que “muchos economistas creen que un impuesto al consumo sería lo mejor para la promoción del crecimiento económico, porque un impuesto al consumo probablemente alentará el ahorro y la formación de capital”.
En EE.UU. existen impuestos sobre la venta recaudados por los estados y que varían entre el 4 al 8 por ciento. Hay varios matices y en algunos estados se excluyen los alimentos. En una intervención el miércoles ante el Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes, Greenspan advirtió que el creciente déficit fiscal, la deuda nacional y la cercana jubilación de millones de personas son riesgos graves para la economía de EE.UU. El código tributario de EE.UU., aún después de las modificaciones promulgadas por Bush, sigue siendo lo que se llama “progresivo” en el sentido de que las personas con mayores ingresos pagan una proporción más alta en impuestos que las personas de ingresos inferiores. Un impuesto al consumo operaría de manera contraria: lo pagan todas las personas, en la misma proporción, sea cual fuere su ingreso y cada vez que adquieren un bien o servicio. De ahí que una reforma tributaria que gravase el consumo sería muy poco popular y se opondría sobre todo el Partido Demócrata. Por esa razón, Greenspan creía que lo más viable sería un sistema tributario mixto que combinara los impuestos a la renta y al consumidor, exceptuando algunos alimentos. La política económica de Bush ha girado en torno del concepto de que la reducción de los impuestos promueve el crecimiento económico porque deja más dinero en manos de los contribuyentes para gastar. El gasto de los consumidores equivale a casi el 70 por ciento del producto interior bruto de EE.UU. Si la propuesta de Greenspan se llevara a cabo, la administración Bush estaría incumpliendo sus promesas electorales de reducir los impuestos, que tanto voto le valió.

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