EL MUNDO

Duros de evacuar o cómo Siria sigue en Líbano con una hilera de muertes

Con el asesinato ayer del ex jefe del comunismo libanés suman tres los muertos de alto perfil en lo que se cree que expresa la resistencia siria a dejar del todo el país.

Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Beirut

El ex secretario general del Partido Comunista Libanés (PCL), Georges Hawi, y Karim Mroue, estrecho colaborador y amigo durante medio siglo, se preguntaban ¿quién será el próximo? Menos de ocho horas después, Hawi perecía tras la explosión de una bomba colocada en su coche, en el oeste de Beirut. Aunque el PCL no ha logrado escaño alguno en las elecciones concluidas el domingo, el antiguo dirigente, de 67 años, abogaba abiertamente por poner punto final a los manejos de Siria en los asuntos internos libaneses. Algo a lo que EE.UU. también llamó al régimen de Damasco como reacción a la muerte de Hawi.
La espiral de violencia en Líbano no se detiene. Después del magnicidio del ex primer ministro Rafik Hariri, el 14 de febrero, de varios atentados con explosivos en los que fallecieron tres personas y 31 resultaron heridas entre marzo y mayo y del asesinato del periodista Samir Kassir, el 2 de junio, con idéntico método al empleado el martes, Hawi fue asesinado en una fecha clave: sólo pocas horas después del triunfo de la oposición antisiria en los comicios legislativos. Hawi casi siempre fue un fiero opositor a la presencia siria. Como todo dirigente en Líbano, en alguna fase de su trayectoria política este cristiano greco-ortodoxo respaldó la presencia de los soldados de Damasco en suelo libanés. Pero eran los tiempos de la invasión israelí, a principios de la década del ’80, y la animadversión y el odio hacia Israel tienen ilimitada capacidad para aglutinar en los países árabes a rivales encarnizados. Fue un pequeño paréntesis, porque antes de esa colusión con Siria, Hawi se había opuesto a la entrada de los militares sirios al comienzo de la guerra civil, en 1975. Y fue pionero a la hora de proponer, a mediados de la década de los setenta, una reforma política para acabar con el dominio del confesionalismo religioso en la vida política. Justo lo que hoy promete la coalición que ha cosechado 72 de los 128 escaños del Parlamento.
A las 10 de la mañana, Hawi abandonó su domicilio, en el barrio de Wata-Mosaitbe, a bordo de un Mercedes azul oscuro. A 300 metros de distancia estalló la bomba de 400 gramos colocada debajo de su asiento delantero, accionada por control remoto, según fuentes policiales. El chofer resultó herido. La sangre del ex dirigente comunista, que murió minutos después, impregnó la parte derecha del parabrisas. Sobre el vehículo, atravesando la calle, aparecían en un gran cartel electoral Saad Hariri y Walid Yumblatt con sus padres, también asesinados, a sus espaldas. El cuerpo de Hawi fue trasladado al Hospital Americano de Beirut, lugar en el que Maruan Hamadé, ex ministro de Economía, prominente diputado antisirio y víctima de un atentado del que salió ileso el pasado 1º de octubre, insistía en despedir el cadáver de Hawi. “Hagan lo que hagan, no nos van a detener. No van a lograr infundirnos miedo”, afirmó consternado.
Como en el caso de Rafik Hariri y del periodista Samir Kassir, la mayoría apunta al régimen de Bachar el Asad como responsable, directo o indirecto, del crimen. Precisamente ayer, la comisión de Naciones Unidas encargada de investigar el asesinato de Hariri interrogó al coronel Mustafá Hamdan, jefe de la Guardia Presidencial.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Militantes del PC libanés cuelgan retratos de Hawi cerca de su auto destruido por una bomba.
 
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