EL MUNDO

W. se quedó sin un alfil en pleno jaque político

Mientras arrecian las críticas por la reacción federal a los huracanes Katrina y Rita, el jefe de bancada de George W. Bush en la Cámara baja se vio obligado a renunciar en un caso de corrupción.

 Por Rupert Cornwell *
Desde Washington

Tom DeLay, uno de los políticos más poderosos en Estados Unidos, fue acusado ayer por cargos de conspiración criminal en un escándalo por una campaña de recaudación de fondos en su estado natal de Texas. Inmediatamente luego de ser acusado, DeLay anunció que se retiraba “temporariamente” de su puesto como líder de la mayoría republicana en la Cámara baja.
DeLay, de 58 años, quien es conocido como “el Martillo” en el Congreso de Estados Unidos por su duro estilo de conducción, está acusado junto a dos asociados de Texas de operar un esquema para canalizar dinero de las empresas a la campaña para ganar control de la legislatura de Texas en 2002 –lo que es ilegal en el estado–. DeLay ha negado constantemente cualquier conducta impropia y alega que es víctima de una cacería de brujas por un fiscal políticamente motivado. “Es una acusación sucia”, dijo Bill White, un abogado de la mayoría. Sin embargo, la acusación, aunque estaba prevista desde hace tiempo, es un durísimo golpe para los republicanos en Washington. Llega al mismo tiempo que George W. Bush atraviesa uno de los períodos más duros de su presidencia y cargos éticos están dando vuelta en torno de otras importantes figuras del partido.
DeLay ha sido por largo tiempo un personaje polémico. Los demócratas nunca le perdonaron el nuevo esquema de división de distritos que impulsó bajo circunstancias cuestionables en su estado natal, enviando a seis congresistas republicanos extra a Washington y afianzando a su partido en la Cámara. Desde que llegó a la posición de número dos detrás del presidente de la Cámara, Dennis Hastert, ha mantenido el control más estricto de la bancada republicana, llevando frecuentemente las reglas al punto de quiebre para asegurar los objetivos políticos de Bush. Anoche una agitada Casa Blanca dijo que continuaba considerando a DeLay “un buen aliado y amigo”. Empañan aún más la reputación de DeLay sus conexiones con el desprestigiado lobbista republicano Jack Abramoff, él mismo acusado de fraude, y bajo investigación del Congreso por cobrar más de 60 millones de dólares en honorarios a tribus indias, y por persuadirlos para financiar a altos miembros del Congreso, incluyendo a DeLay.
Mientras tanto Bill Frist, el líder mayoritario del Senado, que se cree que está preparando una carrera presidencial para 2008, enfrenta también un interrogatorio por cuestiones éticas luego de vender acciones en la compañía de administración de hospitales de su familia –supuestamente depositadas en una gestoría independiente– justo antes de una caída brusca en su precio. Frist, también, insiste en que no ha hecho nada malo.
DeLay ya ha sido apercibido tres veces por el Comité de Etica de la Cámara por su conducta. Con el objetivo de protegerlo, los republicanos de la Cámara derogaron el año pasado la regla que requería que sus líderes se retiraran de sus puestos si eran acusados. Pero volvieron a instaurar rápidamente la medida, luego de un torrente de críticas de activistas en todo el país.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.

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Tom DeLay (izq.) tuvo que irse bajo acusaciones.
 
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