EL MUNDO › EL DESAFíO TECNOLóGICO

Detrás del medio

La filtración de los documentos secretos sobre la invasión a Afganistán puso el foco en los desafíos a la seguridad que traen aparejados las nuevas tecnologías. La pregunta se centra en quiénes están detrás de esos medios que pueden poner en vilo a Washington.

Miles de documentos mostraron la trastienda de la invasión a Kabul. Medios prestigiosos como The New York Times y The Guardian no dudaron en publicar la información que Wikileaks tenía en su portal. El medio digital surgido en diciembre de 2006 no identificó la fuente de donde extrajo ese material y todo indica que no lo hará. Es política de la organización cibernética mantener a sus autores en el anonimato.

Por eso, el Pentágono busca desesperadamente al responsable de la filtración y tiene en mente a un viejo conocido. Se trata de Bradley Manning, un analista de inteligencia del ejército estadounidense que está preso en una cárcel militar de Kuwait. Los investigadores estadounidenses buscaron en la computadora de Manning para dar con algún rastro que lo incrimine, como informó el diario The Wall Street Journal.

Manning cuenta con un historial poco fiable. En junio, el Pentágono anunció que investigaba la posibilidad de que el ex agente haya transferido unos 260 mil cables diplomáticos secretos a Wikileaks. También, lo vinculan con el caso por el que Wikileaks saltó a la fama y que a él lo llevó a prisión. El sitio adquirió notoriedad cuando difundió un video en que se veía a un helicóptero Apache norteamericano fusilando a una docena de personas en un barrio de Bagdad. La matanza había ocurrido en julio de 2007.

Otros casos también le dieron fama de denunciante digital a Wikileaks. Hace más de tres años que viene publicando informes internos sobre derrames tóxicos en Africa, partidos racistas en Europa y hasta llegó a difundir los manuales militares de la prisión de Guantánamo. Don Jackson, de SecureWorks, explicó el éxito de este portal de filtraciones: “Un diario no puede publicar 90 mil documentos, pero Wikileaks lo puede hacer en cuestión de segundos”. Algunos marcan que allí reside el éxito de la organización voluntaria que fundó el periodista y activista australiano Julian Assange (foto).

La organización está instalada en Escandinavia y sólo cuenta con un staff fijo de seis voluntarios y con entre ochocientos y mil colaboradores. Los informantes les envían la información online a los responsables de Wikileaks, que evalúan algunos datos y deciden publicar o no. Es un medio alternativo, pero conserva criterios de edición. Generalmente, sus informantes provienen de altas esferas de los gobiernos o de la Justicia. También reciben información de periodistas y activistas de distintos lugares del mundo. La mayoría de ellos envían sus aportes, guiándose por el principio de transparencia radical que invoca la organización en su página web y que significa que cuantos menos secretos haya, mejor será la organización democrática de la sociedad. Por poner al descubierto las matanzas que se perpetran en Kenia, Amnistía Internacional premió el año pasado al medio de Assange.

Si bien Wikileaks se postula como un espacio apolítico, sí remarca que sus denuncias se dirigen hacia los países que cataloga como totalitarios. Además, el portal dice claramente que sus integrantes aspiran a conseguir la mayor influencia política posible. “Me gusta ayudar a la gente que es vulnerable y me gusta aplastar a los bastardos”, disparó Assangen al diario alemán Der Spiegel, el tercer medio que publicó el escandaloso “diario de Afganistán”. Wikileaks está pensando en darle otro dolor de cabeza a Barack Obama. Los activistas de medios están trabajando en la publicación de documentos relacionados con el derrame de petróleo que desde abril se expande en la costa del Golfo de México.

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