EL MUNDO › UNA RECORRIDA POR LA ZONA PARALIZADA DE NUEVA YORK

Postales de guerra al sur de Manhattan

La vida estaba paralizada ayer en el sur de Manhattan, siempre sin electricidad, pero los neoyorquinos se tomaban las cosas con calma y se preparaban para una jornada sin prisas, la mayoría sin poder ir a trabajar. Al comienzo de la mañana seguía lloviznando, pero el viento amainó. El agua, que la noche del lunes había invadido las inmediaciones del East River, con el paso de Sandy, entonces huracán, retrocedió. Un árbol quedó atravesado en una calle cubierta por una alfombra de hojas, escombros y ramas.

Aquí una vidriera estalló en mil pedazos, allá un andamio se derrumbó. Se volaron rejas. Varias manzanas fueron cercadas por la policía. A pesar de todo, los daños materiales parecen limitados. Lo que sobre todo paraliza la vida de los habitantes del barrio son los cortes de energía eléctrica y a veces también de agua.

Todos los negocios, todas las oficinas, todos los restaurantes están cerrados. Incluso Broadway, una de las arterias más comerciales de Nueva York, que normalmente rebosa de turistas y vehículos, está desierta.

En el barrio de Tribeca, las ventanas de muchos restaurantes fueron tapiadas con cinta aisladora que cubre calabazas, esqueletos de papel y otras decoraciones dispuestas para la llegada de Halloween. La Noche de Brujas, que normalmente tiene lugar hoy y esperan todos los niños estadounidenses, quedó en suspenso este año.

No hay ruido en las calles, excepto el sonido de algunas sirenas y generadores, además del viento.

También surcan las calles varios corredores, imperturbables, y otros que pasean a sus perros, como Con William, de 44 años. “No hay electricidad en mi casa, pero tengo todo previsto. Pilas, linternas, comida, agua. Incluso tenemos un generador. Llegamos de Florida, entonces estamos acostumbrados; afrontamos entre tres y cuatro tornados por año”, cuenta este hombre pelirrojo, con barba de tres días. “Aquí en Nueva York es más complicado sobreponerse porque las infraestructuras son viejas, lleva tiempo arreglarlas”, agrega este publicista.

Tommy Flynn, fotógrafo, de 57 años, con campera de cuero y el pelo recogido, también pretende quedarse en su casa. Está dispuesto a aguantar varios días sin electricidad. “Mi novia y yo tenemos reservas de agua, alimentos no perecederos, pilas, caramelos y chocolate. Y además no tenemos dónde ir”, agrega.

Kyle Kaminski, de 25 años, tiene menos suerte: no tiene agua en su casa. “La bomba del edificio es eléctrica y estamos en el 8º piso, así que ya no sube”, cuenta frente al edificio ATT, ubicado justo debajo de Canal Street. “Trabajo aquí, vine a ver si había electricidad para cargar mi computadora y mi teléfono celular, pero no”, explica este analista en inmobiliario comercial. Junto con su novia, intentan encontrar un taxi para hacer algunas compras en el norte de Manhattan, donde no hubo apagón.

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Autos apilados en una playa de estacionamiento en Nueva York.
 
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