EL MUNDO › COMO VIVEN LOS PARISINOS ESTOS COMICIOS

Alivio, temor y entusiasmo

 Por Eduardo Febbro

París casi votó a la izquierda. Por unas décimas de puntos, la capital francesa prefirió a Nicolas Sarkozy. París lucía ayer orgullosa. “Al fin dejamos de avergonzarnos ante el mundo con ese espantapájaros de Le Pen”, decía Michel, un vendedor de diarios del Boulevard de Sebastopol. Michel votará por Sarkozy, pero no lo dice abiertamente. Como François, mozo en un bar de l’Avenue de Gobelins, hace un gesto con la mano como alguien que va a cobrar una paliza: “Ahora, cuando venga Sarko, se terminaron la violencia y los privilegios. A trabajar, en orden y sin quemar autos. Si no, afuera”. Roland, un librero de la Rue Monge, dice: “Ségolène nos salvó. Pero no sé si votaré por ella en la segunda. Sarko y los impuestos me tientan. Toda esta gente se tiene que poner a trabajar. Pero claro, es un hombre peligroso. Así que, no sé, tal vez Sego, tal vez Sarko”.

De manera recurrente, los parisinos hacían el mismo gesto con la mano, como para decir “se acabó la fiesta”. Para Jean Claude, un empleado de banco del distrito uno, en el centro de París, esa “diabolización” de Sarkozy “es un montaje de los medios izquierdistas. ¿Cómo va a ser racista si es un inmigrado, con algún familiar judío en la historia? Son pavadas. Acá nadie quiere obedecer, vivimos bajo la dictadura de los sindicatos, que nos paralizan todo el tiempo con sus huelgas y, cuando alguien quiere poner un poco de orden, ahí nomás lo tratan de fascista y esos cuentos”. Arielle, empleada en una inmobiliaria en el Boulevard Saint Michel, tiembla con la idea de que Sarkozy sea presidente: “Este es un país de tontos. En vez de definirse por una mujer corajuda y libre, una mujer que garantiza a la vez la continuidad del Estado francés y su reforma, se echan todos a votar a un candidato indigesto, inculto y peligroso. Sarkozy quiere que Francia marche como un cuartel, pero este país nunca obedeció a nadie. Me aterra la idea de verlo como presidente. Me da tanto miedo que, el domingo a la noche, le dije a mi compañero que no viviríamos en la Francia de Sarkozy. Tantos jóvenes se han ido ya de este país, y si Sarko gana habrá muchos más”.

Alivio, miedo, entusiasmo, orgullo y crítica acerba de los decepcionados. Monique, estudiante de sociología: “Nunca pensé que Francia estuviera tan a la derecha. Después de lo que le hicimos a los socialistas en 2002, no creí nunca que este país se anclara tan a la derecha. Tuvimos Le Pen durante 25 años y ahora tendremos Sarkozy por muchos más. Qué manera de involucionar”. El miedo a Sarkozy se siente, incluso entre quienes votaron por él. Temor, una sensación de que algo pesado puede ocurrir pero nadie sabe qué. “Ficciones”, dice Robert, propietario de un bar en la Avenue d’Italie: “Usted mismo me lo dijo, Francia es la democracia perfecta. Acá no hay lugar para esas cosas que se dicen de Sarkozy. Nadie nos pondrá presos. Pero acá, en cuanto se habla de disciplina y de cambiar lo que existe, enseguida se sacan los fantasmas del placard. Sarko será un gran presidente. Es el presidente que Francia necesita hoy”.

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