EL PAíS › SE SUSPENDIó UNA AUDIENCIA POR LA MUERTE DE VIRGINIA OGANDO

“Nos queda seguir con la búsqueda”

 Por Alejandra Dandan

La audiencia por el Plan Sistemático de robo de bebés esta vez se suspendió. Apenas entraron los jueces del Tribunal Oral Federal 5 al salón de audiencias, los abogados de los organismos de derechos humanos pidieron suspender el debate por la muerte de Virginia Ogando. “Quería hacer una petición que no me resulta fácil”, dijo el abogado Alejo Ramos Padilla. “Tiene que ver con una joven que estuvo en este juicio transitando muchos días y 35 años buscando a su hermano Martín y poder conocer el destino y los responsables de las muertes de sus padres.” Los abogados enmarcaron su muerte “entre estas consecuencias de la triste Argentina que nos tocó vivir y particularmente a ella, que a los tres años se quedó sin sus padres”.

Durante algunos minutos, en la audiencia volvió a aparecer la imagen de la joven que en mayo estuvo sentada entre el público, escuchando la declaración de su abuela Delia Giovanola de Colifano, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Esa vez, Virginia acompañó a su abuela en silencio, sentada, y cuando terminó la declaración salió a uno de los pasillos, la abrazó y se puso a contar cómo había establecido toda una red a través de Internet, escrito cartas y enviado mensajes hasta a un programa de televisión para poder encontrar a su hermano. Cuando alguno le preguntó por qué ella no declaraba en el juicio, dijo que cuando secuestraron a sus padres sólo tenía tres años y entonces no era mucho lo que podía aportar.

En la sala había sobrevivientes y familiares porque estaba programada la declaración del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Entre los que llegaron estaba Nora Cortiñas, conmovida por una noticia que volvía a enojarla con quienes dicen que la dictadura ya terminó: “Porque la dictadura no terminó –decía–: acá están todos estos efectos”.

Ramos Padilla explicó que Virginia “era alguien que constantemente acompañaba en el lugar del público a su abuela, que es querellante de este juicio, y ella terminó la vida de una manera trágica hace poquito en Mar del Plata”. Para “nosotros no es un caso más”, dijo. “Nosotros estamos con cada una de las víctimas compartiendo día a día las investigaciones y hoy la gran mayoría nos dijo que no podían venir por el dolor de que esta joven se haya quitado la vida.” El abogado de Abuelas, Luciano Hazan, adhirió al pedido y a la posición. “De hecho, Colifano era una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, la Asociación está pasando por una situación de duelo, con las puertas cerradas desde ayer, y tanto para mí como para mis colegas se hace difícil continuar hoy con la audiencia, nos afecta en lo profesional y en lo personal.” La fiscalía de Martín Niklison, el resto de las querellas y las defensas adhirieron al pedido. Virginia era hija de Stella Maris Montesano y de Jorge Oscar Ogando, militantes del PRT-ERP secuestrados el 16 de octubre de 1976 en La Plata. Stella Maris se había recibido de abogada en 1972 y defendía a los trabajadores de los sindicatos locales, como los ladrilleros. Una patota de fuerzas militares y policiales los sacó de la casa de La Plata donde también estaba Virginia. A ellos los encapucharon, los metieron en un auto y los llevaron al Pozo de Banfield. A la niña la dejaron en una cuna y antes de irse le avisaron a una vecina, casi una excepción en ese tipo de operativos, explicó Abuelas en un comunicado.

Virginia buscó incansablemente a su hermano. Creó una página web (www.virginiaogandobuscasuhermano.org) en la que publicó una serie de bellas cartas: “Quiero que sepas que, por sobre todas las cosas, yo fundamentalmente te estoy buscando a vos”, le escribió a Martín. “Para que nos reconozcamos por el peso de los genes y la fuerza de la sangre, que ese es un anhelo que persigo seguramente desde que, en algún lugar de mi inconsciente, quedó grabado, a través de mi mirada de niña pequeña, el momento en que se llevaban a papá y a mamá y en ella, a vos”. Las Abuelas explicaron en un comunicado que Virginia se ilusionaba cada vez que aparecía una pista nueva y lloraba con los resultados no esperados.

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