EL PAíS › EVOCACION DE KIRCHNER EN LA CRISIS ESPAÑOLA

Déjà vu

Horacio Verbitsky expuso en la Universidad Ramón Llul sobre la ley argentina de medios y en la institución cultural Casa Amèrica Catalunya sobre Kirchner y la política argentina. En la semana de las elecciones, donde la derecha obtendría una victoria aplastante, crece el interés por el proceso argentino y la recuperación del país luego de la crisis de fin de siglo, con puntos de contacto con la española de hoy.

 Por Horacio Verbitsky

Desde Barcelona

Llegar al aeropuerto es una carrera de obstáculos por los cortes de avenidas y rutas de distintos grupos sociales o sindicales que denuncian los recortes en el gasto social dispuestos por los gobiernos autonómicos en los que ya se impuso la derecha, con la sola excepción de Cataluña. En el Paseo de Gracia, donde están algunas de las principales obras de Gaudí y las tiendas más caras de Europa, los turistas se chocan con mendigos, algunos aún muy bien vestidos, como una mujer de impecable maquillaje que aborda por sorpresa a los transeúntes con una frase dicha rápido y en voz baja: “Necesito comer”. Todo será peor a partir de hoy, cuando el Partido Popular se haga también del gobierno español y desplace de la presidencia del gobierno al Partido Socialista Obrero Español, PSOE, por amplia diferencia. Para contextualizarlo, se considera que el líder del PP, Mariano Rajoy, se impondrá por cuarenta y tantos a treintipico por ciento. Eso, que en la Argentina sería una elección reñida, aquí asegura la mayoría absoluta de diputados. La única esperanza del PSOE, que en los últimos días de campaña se dedicó a estimular su candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba, es que crezca el número de votantes a pesar de la desilusión con el socialismo gobernante, porque su presidente José Luis Rodríguez Zapatero primero negó la crisis y luego no encontró otro modo de enfrentarla que borrando con el codo las conquistas de su primer gobierno. Redujo salarios públicos (5 por ciento en vez del 13 por ciento de Fernando de la Rúa), congeló los demás, dejó sin presupuesto la asignación por nacimiento, elevó en dos años la edad jubilatoria, reformó la Constitución para dar prioridad al pago de la deuda pública sobre otros gastos. El ajuste es exigido por las autoridades europeas en beneficio de los bancos. Pero en ese camino nunca nada es suficiente y nadie duda de que el PP irá más rápido hasta el final de ese callejón sin salida porque coincide con sus preferencias. Su slogan “El empleo, lo primero”, suena como un ominoso vaticinio, cuando la desocupación ya supera el 21 por ciento. Además de aumentar esfuerzos y reducir prestaciones, los herederos del franquismo amagan con retroceder en campos que atañen a la vida privada, como el matrimonio igualitario, el aborto, la aconfesionalidad de la enseñanza o las políticas de memoria sobre la guerra civil y sus consecuencias. Ni siquiera tendrán que dar un debate ideológico, porque bastará con comenzar los recortes por las instituciones consagradas al tema, como el Memorial Democrático, que perdió su sede por riesgo de derrumbe y es improbable que consiga reemplazarla. Lo que Rajoy no puede explicar es por qué, en el último día hábil previo a su victoria la prima de riesgo superó por primera vez los 500 puntos (es decir que para colocar nueva deuda España debe pagar 5 por ciento más que Alemania, que es la tasa de referencia). Los 500 puntos son la frontera hacia las bien conocidas purgas sociales llamadas medidas de rescate, como las que afligen a Grecia e Italia, donde el poder financiero ya depuso a los respectivos gobiernos y los substituyó por economistas neoliberales como Lukás Papadimos y Mario Monti. Al cierre del viernes, el Banco Central Europeo compró títulos españoles en el mercado secundario y así hizo retroceder a 441 la prima de riesgo, aquello que atormentaba a la Argentina con el nombre de riesgo-país. Rajoy se dirigió en forma directa a esa entelequia que son los mercados y les pidió “más de media hora de margen” una vez que asuma el gobierno. Desde Bruselas, la Comisión Europea declaró que España debe ayudarse a sí misma, que es como ofrecerle una anchoa en salmuera al sediento en el desierto. Los voceros mediáticos del poder financiero dicen sin reparos que esto pasa porque el PP no termina de concretar su programa económico. Para un extranjero de paso es casi imposible entender el atractivo de Rajoy, un repetidor serial de frases hechas que en el debate televisado con Rubalcaba leyó con papeles a la vista su mensaje al electorado y cuya publicidad que exalta en forma abierta el apoliticismo consta sólo de imágenes de personas que repiten consignas triviales como “Es creíble, es Rajoy” y una voz en off que proclama “Súmate al cambio”, el mismo slogan que usó en Chile Sebastián Piñera. La publicidad del PSOE es más conceptual pero por eso ha provocado tanto revuelo que un aviso fue retirado del aire: el electrocardiograma de un paciente se detenía y a su lado no había un médico sino un maniquí, algo demasiado fuerte para la hipocresía que tolera el ajuste pero no que se muestren sus consecuencias.

Vicepresidente en el gobierno de José María Aznar, Rajoy lo ha escondido durante la campaña electoral. “Es el que le da las órdenes”, lo fustigó Rubalcaba. Y lo que se repite aquí es que Aznar sigue a su vez las de su esposa, Ana Botella, una empedernida Legionaria de Cristo, que proclama que el matrimonio gay es como sumar peras con manzanas y que la psiquiatría puede curar esa enfermedad. El botellazo ocurrirá cuando el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, ocupe un cargo en el gobierno de Rajoy y Madame Aznar, que es su vice, lo suplante. Otro posible miembro del gabinete es el ex ministro de Defensa de Aznar, y actual responsable de Justicia del PP, Federico Trillo Figueroa, quien al revistar tropas españolas en El Salvador gritó muy suelto de cuerpo “Viva Honduras”. (http://www.youtube.com/watch?v=AzZRRBB9DZ4&feature=player_embedded). También podría sentarse con ellos la condesa Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid. Como ministra de Cultura en el primer gobierno de Aznar encomió en la Feria del libro de 1997 a la pintora portuguesa Sara Mago. “Es de mucho mejor gusto literario no saber ni quién es Saramago que haber perdido el tiempo leyendo sus libros” porque es un escritor pésimo, absurdo, “comunista atroz, demagogo sin escrúpulos”, la defendió en El Mundo Salvador Sostres, un exponente de lo que aquí se llama “la derecha de la caverna”. Compañero de Gallardón, Aguirre y Trillo en el gabinete podría ser Francisco Camps, quien debió renunciar a la presidencia de la Comunidad de Valencia cuando se demostró su involucramiento en la red de financiamiento ilegal del PP conocida con la palabra alemana Gürtel, que en español coincide con el apellido del principal imputado, Francisco Correa. Los escándalos de corrupción del PP involucran incluso a la familia real. El ex presidente de la Comunidad Balear, Jaume Matas fue acusado por una chorrera de nueve delitos pero la gran sensación fue que apareciera entre los involucrados el esposo de la Infanta Cristina y Duque de Palma, Iñaki Urdangarin. Hijo de un banquero vasco pero residente en Barcelona, Urdangarin expresaba la síntesis que desea la monarquía, en este país tensionado por las autonomías. Pero desde hace un año vive en Washington con su esposa, pagados él por Telefonica, de la que es consejero, y ella por La Fundación La Caixa, donde se encarga de asuntos culturales. El clima que aquí se vive evoca tanto los últimos días de Raúl Alfonsín en 1989 como los de Fernando de la Rúa en 2001. Los mercados les dieron a cada uno un escarmiento para aleccionar al entrante sobre lo que le esperaba si no hacía todo lo que esperaban de él. Tanto Menem cuanto Kirchner entendieron el mensaje, pero uno lo acató y el otro rompió con veinte años en los que la única función de los partidos populares era viabilizar el ajuste. Está por verse si a Rajoy le dará la talla para ser Menem, pero parece seguro que no incurrirá en ninguna de las herejías con que Kirchner condujo la salida de la crisis en 2003. De ahí el interés por la personalidad del ex presidente y la forma en que encaró el desafío.

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Imagen: Télam
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