EL PAíS › UNA ENTREVISTA “MACONDICA” CON EL PRESIDENTE DE VENEZUELA

“Yo soy un militar peronista...”

Un diálogo íntimo y de a ratos confesional con un presidente que cuenta cómo llegó al peronismo en los setenta y cómo aspira a un Mercosur con significado político, y hasta abunda en su vida familiar, el rol de sus hijos y su estrecha relación con Fidel. Y cuenta, como nunca antes, lo cerca que estuvo de morir ejecutado durante el golpe en su contra.

 Por Miguel Bonasso

La entrevista exclusiva que Hugo Chávez Frías brindó a Página/12 fue macóndica en su desarrollo temporal: empezó a las 9 de la mañana del lunes 26 de mayo, se interrumpió a la hora y media porque el presidente de Venezuela debía entrevistarse con su par argentino, Néstor Kirchner, y se reanudó a las tres de la madrugada del martes 27, para concluir pasadas las seis, cuando partió del hotel Four Seasons para abordar el avión presidencial que lo llevaría a Perú y de allí a Caracas. Sin embargo, es un documento excepcional tanto en el plano político como en el humano. Es raro que un jefe de Estado hable de la muerte, de ciertas pesadillas reiteradas, de las parejas que se frustran porque “Venus no se sube al carro de Marte”, de su relación filial con Fidel Castro o de esos “niños” que reaparecen en los momentos difíciles de su vida para fortalecerlo.
Es verdad que Chávez no es un jefe de Estado convencional, sino uno de esos personajes antiprotocolares de gran carisma –tipo subcomandante Marcos– que nuestro subcontinente suele parir de tanto en tanto, pero aun para un transgresor de altura su libertad de palabra, su sentimiento a flor de piel, lo singularizan en el mapa continental.
No existía hasta ahora un relato tan completo, casi en clave de thriller, de los intentos por asesinarlo durante el golpe de Estado del 11 de abril del año pasado, así como del papel jugado en la conspiración por Washington y su embajadora Donna Hrinak.
La visión actual del continente no es menos interesante. Chávez llegó a la Argentina en el marco de los festejos por la asunción del presidente Néstor Kirchner y de inmediato captó el clima positivo que reinó en la ciudad: “Creo que está naciendo un proyecto nuevo. Hay una gran expectativa, un gran entusiasmo, voluntades desatadas. En las calles hemos visto mucha juventud y es posible que una buena parte de esa gente movilizada sea la misma que protestó violentamente en diciembre del 2001”. Chávez bromea afirmando que “hubo afecto a primera vista” con el nuevo presidente argentino, porque no le parece “muy varonil que se diga amor a primera vista”. Pero se pone serio al afirmar: “De aquí hacia delante creo que hay que apostar por el triunfo del presidente Kirchner (lo pronuncia Kirjner, con la ‘ch’ muda como se lo enseñó el propio nombrado) y del proyecto histórico que él está encarnando en este momento. Debo decirles que mi gobierno y yo en particular apostamos y apostaremos duro a favor de su proyecto”.
A Chávez, con su emotividad desbordante, lo ganó la expresión del argentino cuando recibió la réplica de la espada de Bolívar que le trajo el visitante: “Vi unos ojos emocionados, brillo en los ojos al agarrar la espada que le estaba entregando”. En otro tramo de la accidentada entrevista, el líder venezolano elogió el discurso de la asunción en el Congreso y la sinceridad del hombre que lo había pronunciado: “Creo que Kirchner no es ningún actor de reparto de un teatro, sino un ser humano auténtico y sensible, comprometido con lo que dice. Y lo que dice es un discurso doctrinario, un discurso patriótico, un discurso nacionalista, un discurso delineador con algunos toques de Keynes”.
En el plano de las primicias hubo dos de consideración: la voluntad de Kirchner y Lula para que Venezuela se integre más temprano que tarde al Mercosur y la visita de estado que Chávez realizará a la Argentina dentro de tres o cuatro meses. “Nos fijamos trabajar rápido. Yo le propuse al presidente Kirchner y él estuvo de acuerdo en que yo quiero volver pronto a Buenos Aires, pero antes de eso decidimos que pronto se comience a reunir una comisión binacional de alto nivel. Es que tenemos que hacer un plan, un mapa estratégico por donde encauzar una alianza estratégica argentino-venezolana. Debe ser una alianza estratégica, no sólo un acuerdo comercial, como decíamos anoche en la Cancillería mientras escuchábamos a ese gran pianista y gran ser humano que es Miguel Angel Estrella.”
La primera parte de la entrevista (la sección matinal) se realizó en la suite presidencial que ocupaba el mandatario venezolano en el antiguo Hyatt. Concurrimos cuatro al abordaje: Ana de Skalon, el autor de esta nota, el fotógrafo de Página/12 y Miguel Rep, que debía verlo en el encuentro de intelectuales organizado por Luis Bilbao y Alicia Castro (que se postergó hasta la noche) y tuvo un anticipo como colado. A Chávez le cayó muy bien el desparpajo de Miguel. Ana también logró provecho de su exilio en Caracas durante los años de la dictadura: el líder bolivariano le autografió un pasaporte venezolano ya perimido y le dijo en broma: “Puedes usarlo ahora como pasaporte diplomático”.
Hubo también un toque de nostalgia: con Ana le regalamos el video con la entrevista que le hicimos en julio de 1992 para Channel Four de Inglaterra. El joven comandante de paracaidistas estaba entonces preso por su alzamiento contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y comenzaba a generar desde la cárcel una aureola de popularidad que en los años siguientes se volvería imparable. El reportaje tuvo que hacerse de manera indirecta porque los militares no nos dejaron ingresar al penal de Yare, donde Chávez y otros oficiales del Movimiento Bolivariano estaban recluidos. Tuvimos que hacer ingresar una pequeña cámara de video y un extenso cuestionario con su abogado Freddy Gutiérrez. El presidente de Venezuela hace encender la videocasetera y se ve a sí mismo, preso, proscrito y bastante más delgado, en las imágenes registradas hace once años.
Cuando concluyó la primera fase de esta nueva entrevista, Chávez nos hizo pasar al dormitorio de la suite presidencial, donde en la cama gigantesca su pequeña hijita Rosa Inés, que está por cumplir seis años, dormía con la carita engullida por las grandes almohadas. El presidente quería lucirla como cualquier padre. Los que lo conocen bien dicen que hasta ha interrumpido actos o reuniones de Estado cuando algún asistente le pasa el celular con las palabras mágicas: “Rosa Inés, que quiere hablar con usted”.
“Anoche disputó con Fidel porque ella quería jugar y Fidel quería hablar conmigo”, ríe el antiguo paracaidista, mientras contempla a su hija más pequeña, la del último matrimonio. Del primero, con la mujer que lo acompañó durante 17 años en el carro de Marte, son la mayor Rosa Virginia (25 años), que está embarazada de un varón; María Gabriela (23), que ya lo hizo abuelo de una nieta hace cinco años, y Hugo Rafael, que está por cumplir 20. María Gabriela, a quien Fidel Castro llama “la heroína”, fue la que anunció al mundo que su padre no había renunciado y estaba en peligro de muerte.
La naturalidad del dirigente venezolano impide que uno se sienta intruso en la intimidad presidencial; él acorta distancias hasta el punto de excusarse por el desorden reinante en la habitación. No parece táctica para seducir, sino genuina llaneza de espíritu. Cualidad que le sirvió en su corta visita para granjearse la simpatía de no pocos que se habían quedado en el clisé del “militar golpista”.
En rigor, como él mismo lo confesó la noche del 25, durante la recepción a las delegaciones extranjeras en el Palacio San Martín, es un “militar peronista”. La influencia del “General” lo alcanzó en Lima, en los años 70, cuando era un joven oficial politizado que leía como una esponja y tuvo acceso a varios libros del líder justicialista, que “empataban” muy bien con la corriente aún vigente de los militares latinoamericanos enrolados en un nacionalismo popular, democrático y progresista. Como el “Chino” Juan Velasco Alvarado en Perú, el boliviano Juan José Torres o el legendario Omar Torrijos en Panamá. Todos ellos, a su vez, anudaron muy buenas relaciones con Fidel Castro. Ninguno, sin embargo, se ha situado tan cerca en el afecto y la esperanza del líder cubano como Hugo Chávez. A sus 48 años (cumple 49 el próximo 28 de julio), el venezolano puede considerarse una suerte de hijo político de Fidel. Ante una pregunta en ese sentido de Página/12, respondió con otra revelación muy personal: “Te voy a confesar algo: yo hasta hace poco siempre le había dicho hermano, pero hace poco Fidel me mandó una carta de puño y letra preocupado por cosas de Venezuela. Leo la carta y hacía años que no me sentaba delante de una vieja máquina de escribir que tengo, porque la computadora no la siento. A mí me gusta escribir en máquina de escribir porque las teclas me hablan. Así escribí incluso poesía, teatro. Vuelvo a la carta: pasé esa noche como cinco horas y media y le mandé una larga respuesta. Allí hay una frase en el sentido de lo que tú dices: ‘Después de haber leído las seis páginas de tu carta; después de haber leído palabra a palabra, letra a letra esas páginas manuscritas por tu alma, en adelante no sabré ciertamente si llamarte hermano o padre’. Es el padre además porque me cuida, ‘cuidado con el avión, que esto, que lo otro’. Cuando nos encontramos en reuniones como ésta de Buenos Aires, después del abrazo de despedida, alguno camina tres metros y se da vuelta –’se me olvidó tal cosa’–, como que no queremos irnos el uno del otro, pues”.
Volvemos al tema estratégico de la ampliación cuantitativa y cualitativa del Mercosur: ¿creyó percibir un guiño de Kirchner cuando dijo en el Congreso que el Mercosur debería ampliarse? Es, claramente, la cuestión que más le interesa. “Venezuela quiere ser miembro del Mercosur. Lo dije aquí en Buenos Aires en 1998 cuando aún era presidente electo. Luego mandamos una carta y me invitaron a una reunión en Montevideo, de presidentes del Mercosur, donde hice el planteamiento formal. Pero luego entramos cada uno a su crisis, pues. La comunidad andina entró en su crisis interna de falta de cohesión, falta de visión. Porque creo que son mecanismos que fueron hechos con el viejo enfoque neoliberal. Por ahí no van las cosas. Y el Mercosur no deja de tener por dentro la misma semilla (tecnocrática). Yo lo he dicho: ¿cómo vamos los jefes de Estado o de gobierno a delegar en los técnicos el destino de la integración? Se frenan las discusiones porque los técnicos no se ponen de acuerdo en los aranceles, en los desgravámenes, en los impuestos, en el acumulado histórico y por ahí no vamos a ninguna parte. Tiene que ser político, aquí se impone en todos los órdenes el retorno de la política. Si San Martín hubiera tenido a unos técnicos calculando las dificultades del cruce de los Andes, si Bolívar hubiera llamado a otros, jamás hubieran llevado a cabo la gesta emancipadora que requería audacia política. El atreverse, como lo propone San Martín al decir: ‘Seamos libres, lo demás no importa nada’. Pero, sabes qué pasa, en las últimas décadas hemos colocado a la política a la retaguardia. Es como si un ejército fuera a la ofensiva y colocara la caballería a la retaguardia y colocara adelante la artillería. Hay que colocar adelante los caballos más rápidos, los más audaces, con lanzas largas como decía Páez: es la política, con la mirada, con la astucia, con mucha inteligencia por supuesto. Entonces sí yo he tomado esto (la alusión en el discurso del presidente Kirchner) como un guiño, como dices tú. También Lula lo ha dicho. En una visita que hicimos hace poco a Pernambuco, aspiramos a que Venezuela sea parte del Mercosur.”
Sería un nuevo bloque regional de peso en la comunidad internacional, ¿pero es posible? El presidente Chávez sonríe de manera significativa: “Es lo que muchos quisieran evitar. Mientras nosotros tengamos la claridad de que eso es necesario para superar el drama que estamos viviendo... Te lo reitero, pues: ¡Se impone el retorno de la política!”

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