EL PAíS › LOS CAMINOS DEL EXPEDIENTE JUDICIAL SOBRE LA APROPIACIóN DE GUIDO (IGNACIO) MONTOYA CARLOTTO

La historia que aún falta recuperar

La causa que lleva Servini de Cubría debe determinar dónde nació el nieto de Estela de Carlotto y quiénes estuvieron involucrados en la apropiación. Hay expectativa por la información que podría surgir del juicio por los crímenes en La Cacha.

 Por Irina Hauser

Guido Montoya Carlotto, quien fue criado como Ignacio, logró recuperar su identidad, pero como suele suceder con los hijos de desaparecidos arrebatados a sus padres, es mucho más lo que tiene por recuperar. Por lo pronto, una parte crucial de su historia, la que dice dónde nació, qué médico intervino, cómo lo arrancaron de los brazos de Laura Carlotto, su mamá, quién se lo llevó, a las manos de quién pasó, de qué represores, y cómo llegó hasta la pareja de trabajadores rurales con los que creció y a quienes siempre vio como sus padres. En el armado de este rompecabezas, que se inicia en medio de un baño de emoción colectiva, será fundamental el papel más frío y burocrático de los tribunales y sus investigadores. Es poca la información que la jueza María Servini de Cubría tiene hasta ahora en la causa sobre la apropiación. Quizá lo más relevante sea la copia de una denuncia que recibieron las Abuelas de Plaza de Mayo hace cuatro años, que mencionaba a Ignacio como posible nieto buscado, y a un probable entregador, dueño de un gran campo en Olavarría. Justo ahora, además, está cerca de terminar el juicio por los crímenes del centro clandestino La Cacha, que entre otros casos incluye el secuestro y asesinato de Laura. Suena lógico, para los abogados de Abuelas, que entre los represores sentados en el banquillo esté el nexo con la apropiación de este nieto tan emblemático, o que al menos uno de ellos conozca algún dato.

Después de recibir un escrito crítico de las Abuelas, que le cuestionaban la rápida difusión del nombre del nieto de Estela de Carlotto, la jueza Servini aceptó postergar –todavía sin fecha– la declaración testimonial de Ignacio, como él pidió que todavía lo llamen, aunque dijo comprender que para su familia biológica siempre fue Guido. La audiencia era el miércoles próximo, pero Carlotto pidió priorizar “la revinculación con su familia”. Mientras tanto, la jueza ordenó medidas elementales, como pedir la partida de nacimiento falsa, en la que el joven fue inscripto como nacido el 2 de junio de 1978, el legajo de las personas que lo criaron, Clemente Hurban y Juana María Rodríguez, y la documentación sobre la identificación lograda en 2009 de los restos de su padre biológico asesinado, Walmir Oscar Montoya, pareja de Laura, con quien militaba en Montoneros.

Reconstrucción

El último 2 de junio, la fecha en que siempre festejó su cumpleaños, Guido/Ignacio supo que quienes siempre había creído sus padres no lo eran. Ese día confirmaba un pálpito que había tenido por primera vez en 2010, casualmente después de participar en una jornada de música por la identidad. Por aquella época, llegaba a Abuelas una denuncia que hablaba de él, que decía que es músico, que toca el piano, el acordeón y canta, que había sido anotado como hijo de los Hurban pero que posiblemente no lo fuera. La pareja –precisaba la presentación– vive en un campo llamado Los Aguilares, cuyo dueño era Francisco “Pancho” Aguilar. Ese empresario, agregaba, vivía en el centro de Olavarría, con una posición económica acomodada y fuertes lazos con la Iglesia y las Fuerzas Armadas y de seguridad. Había presidido la Sociedad Rural de Olavarría, el club Estudiantes, el Consejo de Promoción Agropecuaria y el Centro de Equitación Local. Lo señalaba directamente como el entregador de Ignacio/Guido. Se lo habría dado a la pareja, que no podía tener hijos.

Aguilar murió el 26 de marzo último, y evidentemente ese hecho dio pie al camino hacia la verdad. Ignacio/Guido fue enseguida a hacerse el estudio de ADN que permitió saber que era el nieto de Estela, la presidenta de las Abuelas, el hijo de Laura, y confirmar que su papá había sido Puño Montoya, algo sobre lo que había algunas pistas pero persistían dudas. Laura y Walmir se habían enamorado, compartían la militancia y vivieron juntos en la clandestinidad.

Durante la última semana en Abuelas recibieron incontables llamados con ofrecimientos de información para reconstruir la historia, algunos más verosímiles que otros. Los abogados de la institución comenzaron a cruzar datos que ya tenían y a tratar de ensamblar piezas sueltas. En Olavarría, territorio de dominio de la Familia Fortabat, que allí tuvo su cementera Loma Negra, las vinculaciones de civiles poderosos con el terrorismo de Estado son conocidas. Algunas de las pistas que se analizan apuntan a la posible amistad entre un militar del Ejército relacionado con La Cacha y Aguilar.

Por el momento, la cadena de complicidades penitenciarias, militares y civiles que llevó a la apropiación de Ignacio/Guido será investigada por la jueza Servini de Cubría. Ella tiene una causa de más de treinta años donde las Abuelas denunciaban cerca de ochenta apropiaciones. No hay mayores movimientos en esos archivos. La decisión personal del nieto de Estela de buscar a su familia llevó a desempolvar su caso, que ahora tiene un expediente específico aparte. Lo que sucede es que rastrear el recorrido del hijo de Laura desde su nacimiento lleva inevitablemente a La Plata, donde ella estuvo secuestrada.

El tribunal que juzgó ya el plan sistemático de apropiación de hijos de desaparecidos condenó por su apropiación a los genocidas Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone. Si bien se sostuvo que había nacido en el Hospital Militar Central, para las Abuelas siempre quedaron dudas, ya que las embarazadas de aquel centro de exterminio fueron llevadas a parir a lugares cercanos: el penal de Olmos y el Regimiento Séptimo de Infantería. Si se sumaran más datos que abonen esta hipótesis, la causa podría dejar de estar en manos de Servini y pasaría a la Justicia platense.

Los entregadores

En coincidencia con la aparición de Ignacio/Guido está en la recta final el juicio oral por los crímenes cometidos en La Cacha, un centro de detención al que los propios represores habían bautizado cínicamente de ese modo en alusión al personaje de la tira Hijitus, Cachavacha, que hacía desaparecer a las personas. El Tribunal Oral Federal 1 de La Plata juzga a 21 imputados por los secuestros y las torturas sufridos por 135 víctimas, siete de ellas embarazadas, Laura Carlotto entre ellas. Por su caso, además, se los acusa de homicidio.

La Cacha era un edificio con un sótano y dos plantas, donde había funcionado la antigua antena de Radio Provincia. Estaba ubicado entre la Unidad 1 de hombres y la 8 de mujeres de Olmos, a sólo 50 metros de ahí. Tenía, además, una casita rodante, donde los sobrevivientes relatan que los torturaban. Hasta mayo de 1977 el lugar no tenía ninguna fachada que lo mostrara dependiente de una dependencia oficial, era netamente clandestino. En ese entonces, el ministro de Gobierno Jaime Smart lo cedió al Servicio Penitenciario Federal (SPF). Una de las particularidades de La Cacha es que allí convivían miembros de diferentes fuerzas: el destacamento de Inteligencia 101 del Ejército, que lo comandaba, la Marina y el SPF.

Esto explica el abanico de personajes que están sentados en el juicio como acusados, empezando por Smart. También hay policías, con el ex comisario Miguel Etchecolatz a la cabeza, Horacio Elizardo Luján, Julio César Garachico y Eduardo Gargano. A ellos se suman dos penitenciarios, Héctor Raúl Acuña e Isaac Miranda; el marino Juan Carlos Herzberg y trece miembros del Destacamento 101, que tenía a su cargo el fallecido Alejandro Arias Duval.

Entre todos ellos hay entregadores y apropiadores de hijos de desaparecidos. Del destacamento 101 del Ejército: Ricardo Fernández fue el entregador de los mellizos Gonzalo y Matías Reggiardo Tolosa, y Carlos del Señor Hidalgo Garzón es el apropiador de la nieta recuperada Catalina de Sanctis Ovando. Herzberg permitió la apropiación de Natalia Suárez Nelson. Arias Duval, la de la nieta restituida Silvia Cugura Casado. El ex teniente Luis Von Kyaw fue el entregador de Sebastián Casado Tasca. Von Kyaw estuvo cuatro años prófugo y fue atrapado recientemente en Panamá. No fue el único represor de La Cacha fugado, también lo estuvo Miguel Angel Amigo, y aún lo está Teodoro Gauto.

“Ahora tendremos que ver quién entregó a Guido”, dice Emanuel Lovelli, abogado de Abuelas en el juicio de La Plata. Lovelli cuenta que los mellizos Reggiardo Tolosa nacieron en el hospital de la cárcel de Olmos, igual que Natalia Suárez Nelson. La partera que habría presenciado los nacimientos, Ilda Delgadillo, fue luego secuestrada y desaparecida. Se cree, por los testimonios, que fue quien llamó a la familia de Natalia para avisarle de su nacimiento. Todo indicaría que Silvia Cugura y Sebastián Casado nacieron en el Regimiento 7 de Infantería. Sus partidas falsas ponían como lugar de nacimiento la dirección de esa dependencia. Era un predio que tenía un área de sanidad y que daba apoyo logístico a La Cacha.

Sobre el lugar donde nació el bebé de Laura Carlotto se han establecido hipótesis en función de lo que declararon algunas de sus compañeras de cautiverio. Había sido secuestrada con dos meses y medio de embarazo (algo que su familia supo más tarde, por una sobreviviente). Tuvo su bebé el 26 de junio de 1978 y unos días después fue devuelta a La Cacha. Al regresar les contó a otros detenidos que había dado a luz en un piso alto, engrillada, en un edificio con custodia aparentemente militar, y que le habían dicho que entregarían al bebé en la Casa Cuna para que se lo dieran a su familia. Pudo estar sólo cinco horas con él, luego la doparon para sacárselo. Le había puesto Guido, como su abuelo, llegó a contar. Un ex conscripto testificó que había custodiado a una detenida que fue llevada a parir al Hospital Militar Central, y que por la foto era Laura. La realidad es que hubo distintos relatos y –por ejemplo– una de las sobrevivientes, Norma Aquin, dijo que Guido había nacido en la cárcel de Olmos, algo que podría tener cierta lógica.

No se sabe con certeza si quien era el compañero de Laura, Walmir, o Puño como lo apodaba su familia, estuvo secuestrado también en La Cacha. Las sospechas indicarían que sí, pero no fue incluido en el juicio, que a fin de mes entra en período de alegatos y tendría sentencia en octubre. El abogado de Abuelas, Alan Iud, señaló a Página/12 que la aparición de Guido/Ignacio tuvo un impacto tan grande que eso “aumenta las esperanzas de poder reconstruir el camino de Guido y sus padres”.

Estela de Carlotto declaró ante el TOF-1 de La Plata el 4 de junio último. Allí repasó con detalles cómo fue la búsqueda y el hallazgo del cuerpo de su hija, un día después de ser asesinada, el 25 de agosto de 1978. Tenía la cara deformada por un disparo, unas medias verdes con las que alguna de sus compañeras la vio irse, creyendo que la llevaban a la ESMA para un posterior Consejo de Guerra, y un corpiño negro que le había dado de recuerdo una de sus compañeras en La Cacha, Alcira Ríos. Ese día tan reciente, cuando la titular de Abuelas dio su testimonio, les habló a los acusados: “Tal vez alguna de mis palabras les llegue al corazón y puedan decir dónde están los nietos que falta recuperar”. Para ese entonces, su propio nieto ya estaba muy cerca, buscándola.

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El 2 de junio pasado Guido (Ignacio) supo que quienes siempre había creído sus padres no lo eran.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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