EL PAíS › COMO VIVIERON EN LA CASA ROSADA LAS HORAS ANTERIORES AL ACUERDO

Clima alegre pero sin meter bulla

La espera fue tensa y muy larga. Pero al fin llegó lo que el Gobierno considera un triunfo. Un “paper” interno explica que consiguió el 99 por ciento de lo buscado. Pero la decisión oficial fue no mostrar triunfalismo. Cuáles fueron las diferencias con Lavagna.

 Por Fernando Cibeira

“Mesura”, era la palabra top anoche alrededor del presidente Néstor Kirchner mientras se esperaba, con ansiedad, que llegara la aprobación del acuerdo con el FMI. El fantasma de aquel aplaudido default proclamado por el efímero Adolfo Rodríguez Saá y sus negras repercusiones sobrevoló la Rosada, por lo que la idea fue la de no exhibir triunfalismos luego del OK de Horst Köhler. Igual les costó bastante. En un “paper” previo difundido por Presidencia ya se decía que Kirchner había conseguido “un 99 por ciento” de los objetivos que se había fijado cuando se hizo cargo “personalmente” de las negociaciones.
Otra de las preocupaciones del Gobierno era destacar que no se había firmado un acuerdo con letra chica ni escondida que comprometiera las pautas de crecimiento económico. En eso había otro antecedente a tener en cuenta: una señal de ajuste alcanzó para aplastar el brote de reactivación que acompañó el inicio del mandato de Fernando de la Rúa y prolongó la recesión un par de años más. “Se terminaron los días en que en el país se guardaban las cosas debajo de la alfombra”, puntualizó anoche el Presidente.
Hubo un bache de cerca de una hora en el que no se sabía qué estaba pasando en el primer piso de la Casa Rosada. Kirchner había terminado un acto en el Salón Blanco por el Día del Maestro –con una cobertura periodística insólita para una celebración de este tenor– y luego se encerró en su despacho junto al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y su vocero Miguel Núñez. Al rato, se les sumó el ministro de Economía, Roberto Lavagna. Se suponía que se habían juntado para hacer el esperado anuncio pero pasaban los minutos y nada. Los rumores indicaban que saldrían todos juntos, que saldría alguno o, también, nadie. Finalmente, minutos antes de las 22, las dudas se despejaron y el Presidente pudo proclamar el “virtual acuerdo”.
Lo que sucedía era que el Gobierno había enviado al Fondo la última corrección pasadas las 18, recibiendo como respuesta una conformidad verbal. Pero Kirchner no quería arriesgarse a hacer semejante anuncio sin tener algo más concreto entre manos. Lo consiguió cuando llamó Köhler y le envió el comunicado que el FMI difundiría en Washington, postergando el sí definitivo para la reunión del organismo en Dubai. Entonces el Gobierno pudo respirar y comenzaron los preparativos en la sala de prensa.
La decisión fue que salieran Kirchner, junto a Fernández y Lavagna. Así, de paso, despejaban las versiones de peleas y amagues de renuncia que colorearon el último tramo de las negociaciones. También se sumaron otros que estaban en la Rosada a la espera de novedades, como el gobernador de Santa Cruz, Héctor Icazuriaga; el gobernador electo de Santa Fe, Jorge Obeid; el ministro de Salud, Ginés González García; el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño; y el jefe del bloque de senadores del PJ, Miguel Angel Pichetto. Aunque improvisada, la conferencia tuvo el contexto de las grandes ocasiones.
Kirchner dijo lo suyo, se levantó y se fue. Sin embargo, el espacio que ocupaba no se completó y pareció marcar la divisoria entre Fernández y Lavagna, quienes se quedaron a dar las precisiones técnicas. Los dos ministros habían discutido el día anterior y, en público, no pudieron disimular cierta frialdad. Las preguntas eran generales y contestaba el que primero agarraba el micrófono, sin mirarse. Aunque el éxito del acuerdo probablemente borre las asperezas, es evidente que la relación entre Kirchner y Lavagna se colocó en otro nivel a partir de estas negociaciones.
Trasnoche en Olivos
“A mí, las ansiedades de los economistas no me van a hacer cambiar de postura”, dijo el presidente Kirchner a propósito de la tensa jornada del martes, en un aparte informal que mantuvo con algunos gobernadores. Se refería a la intención de Lavagna de hacer un pago –se habla de una cifraque va de los 700 a los 1200 millones de dólares– que le demostrara al Fondo un gesto de buena voluntad para cerrar la negociación. Esa posición era similar a la que mantuvo a lo largo del 2001 el gobierno de Eduardo Duhalde y a Kirchner no le convencía: primero, porque no era a lo que se había comprometido; segundo, porque ese pago difícilmente pudiera recuperarse.
La intransigencia presidencial había molestado a Lavagna y provocó una discusión en la reunión que mantuvieron el martes en el despacho del jefe de Gabinete. Cerca del Presidente consideraban que lo que le chocó al jefe de Hacienda era que Kirchner decidiera trabajar junto a su gente de confianza en el estudio del acuerdo punto por punto. “A Duhalde le llevaba el paquete cerrado y él lo aceptaba. Pero tiene que entender que con Kirchner no va a ser así”, explicaba un hombre cercano al Presidente.
Kirchner se llevó la última versión del acuerdo a Olivos y, luego de cenar, se sentó a corregirlo junto al secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y el gobernador Icazuriaga. Uno de los puntos que estudiaron fue el decreto de pesificación firmado en los albores de la gestión Duhalde. La senadora Cristina Fernández de Kirchner llegó un poco más tarde luego de una visita de campaña a San Juan. En esa larga trasnoche que se prolongó hasta cerca de las 3 de la madrugada, se terminaron de pulir algunos detalles del acuerdo.
En su reunión informal con los gobernadores, Kirchner mostró su decepción por la falta de apoyo del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva. “Con Brasil siempre es así”, les dijo el Presidente a los gobernadores que se interesaron por los entretelones del acuerdo como el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, o el pampeano Rubén Marín. La contrapartida era la actitud mantenida por el chileno Ricardo Lagos y el mexicano Vicente Fox, desde el martes favoritos en la Rosada.
Lagos, destaca Kirchner, no sólo se mantuvo en contacto permanente sino que también se habría comunicado tres veces con Washington para interceder a favor de Argentina. Fox, un presidente menos cercano a las simpatías de Kirchner, sorprendió con sus buenos oficios.
Curiosamente, la reunión de ayer con los gobernadores significó la vuelta del vicepresidente Daniel Scioli a la Casa de Gobierno. Kirchner y Scioli recibieron a los invitados que iban llegando, provocando sorpresa en algunos desprevenidos. Después, el vice volvió a ocupar el despacho que tiene en la Rosada, aquel que fuera de Evita. “Ahora que nos amigamos con Scioli, nos peleamos con Lavagna”, decía un hombre cercano al Presidente. Por las dudas, aclaraba que era un chiste.

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Kirchner pasó su jornada dialogando con gobernantes extranjeros y con gobernadores argentinos.
 
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