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Heridas tras un acuerdo en el que Kirchner opacó la figura de Lavagna

A diferencia de la negociación que el ministro lideró cuando Duhalde era Presidente, en esta oportunidad fue Kirchner quien llevó las riendas de la puja con el Fondo. Así fue descartando, con éxito, ciertos compromisos asumidos por Lavagna con los técnicos de Washington.

 Por David Cufré

El entorno de Néstor Kirchner asumió como una obra enteramente suya el acuerdo con el FMI. Aunque Roberto Lavagna haya conducido la negociación durante dos meses, a la hora de repartir méritos en la Casa Rosada fueron tacaños con el ministro. La situación es muy distinta a la que se vivió en enero pasado, cuando Lavagna igualó y hasta superó la figura de Eduardo Duhalde como responsable de aquel acuerdo. “El Presidente fue quien tomó las decisiones fundamentales que dieron marco al entendimiento”, resaltaron ayer funcionarios con despacho cercano al de Kirchner, conscientes de que su actitud ensancha la distancia que existe entre su jefe y el titular del Palacio de Hacienda. Las tensiones de los últimos días hicieron más visibles las diferencias. Fuentes de la Rosada y de Economía descartan repercusiones inmediatas y hasta imaginan que los conflictos pueden diluirse, pero admiten que dejarán marcas.
La descripción que hizo a Página/12 un funcionario que reporta directamente a Kirchner es reveladora del humor presidencial. “En Economía a veces creen que están hablando con el portero del edificio. Pareciera que Kirchner fuera un maleducado por meterse en la negociación. Pero él es quien tiene la última palabra en las decisiones fundamentales del Estado”, enfatizó.
Luego el informante enumeró las veces que el jefe de Estado dijo no, en algunos casos contra la opinión de Lavagna: rechazó un aumento del superávit fiscal en 2005 y 2006 –el ministro estuvo dispuesto a conceder una suba de hasta 3,4 por ciento–, se negó a establecer un cronograma de subas de tarifas y rechazó nuevas compensaciones a los bancos. Tampoco quiso achicar la deuda con el FMI durante los tres años que abarca el convenio, mientras que el ministro se mostraba más permeable. Esta fue la última discusión, como reveló ayer este diario. Kirchner fue inflexible y logró que el organismo cediera. “Queda demostrado que se puede hacer un acuerdo digno. No hacen falta sobreactuaciones”, insistió otra fuente oficial, insinuando una chicana para el titular de Economía.
Algunos colaboradores de Lavagna reconocieron que “algo hay” en la actitud de su jefe que les llama la atención. “No está dispuesto a soportar cualquier cosa”, afirmaron, sin poder aportar mayores precisiones. Otro funcionario cercano al ministro cuyo despacho no está en Economía explicó que “el ala política del Gobierno no quiere que se agigante la figura de Lavagna y por eso lo van limando de a poco”. Eso genera fastidio en el ministro, quien mira con recelo al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. Con respecto a este último, además lo considera una figura política menor, sin capacidad para imponerse por peso propio. Cuando lo contradice en algún punto, como ha ocurrido más de una vez en estos tres meses, Lavagna entiende que su par de gabinete está hablando por boca de Kirchner.
Los enojos, las sospechas y las acciones que pueden tomar las partes en función de ellas llegan hasta ahí. Tanto en la Casa de Gobierno como en Economía afirman que la salida del ministro en este momento resulta impensable. “En las cuestiones de fondo hay coincidencias fuertes y eso es lo que importa”, indicaron desde filas kirchneristas. “Si diera un portazo ahora derrocharía mucho del capital político que acumuló el último año y medio”, coincidió un hombre de negocios que dialoga frecuentemente con el ministro.
Sin embargo, las tensiones siguen latentes. La incógnita que queda abierta es si irán disminuyendo cuando los ánimos se enfríen o si aparecerán nuevos motivos que las incentiven. Por lo pronto, toda esta situación deja un antecedente no menor: la necesidad de desmentir la renuncia de Lavagna. Si bien se produjo en un momento de fuerte incertidumbre sobre el resultado de las negociaciones con el FMI, los actores económicos y la dirigencia política tomaron nota de lo ocurrido. Si en algún momento Lavagna quisiera irse, ya nadie se sorprendería. Claro que ahora que se alcanzó el acuerdo con el FMI el panorama luce más despejado. Otro beneficio es que los sectores del establishment que reclamaban un acuerdo a cualquier costo –como hizo insólitamente Ricardo López Murphy a horas de que se alcanzara el convenio– quedan todavía más descolocados.

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Roberto Lavagna saludando a John Dodsworth, bajo la mirada atenta de Guillermo Nielsen.
 
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