EL PAíS › ELOGIOS DE CRISTINA KIRCHNER EN LA CASA DE LAS MADRES

Más jóvenes que todos

La ex presidenta se acercó a la casa de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Durante casi dos horas compartieron anécdotas de los cuarenta años de lucha.

 Por Nora Veiras

“Las Madres estan maravillosamente jóvenes, hablan como si fueran a cumplir 20 años y hablan de los 2000 jueves como si hubieran empezado ayer. Hebe que es un poco el símbolo, tiene una fuerza y vitalidad únicas. Es un ejemplo”. Cristina Fernández de Kirchner visitó la sede de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y durante casi dos horas compartió anécdotas con esas mujeres que siguen construyendo la memoria, la verdad y la justicia. “Nos reímos mucho. Estoy feliz”, cuenta Bonafini un par de horas más tarde antes de hablarle a una multitud en la plaza. Mercedes de Meroño “Porota” le pone palabras a la empatía que impregnó la charla y el almuerzo: “Es como nosotras, habla como nosotras. Es una presidenta del pueblo”.

Apenas atravesó la puerta de la casa de las Madres que es también la entrada al bar El Revolucionario, la ex Presidenta pudo ver un inmenso óleo de ella y Néstor Kirchner. Las Madres la esperaron en la sala de reunión, un lugar donde atesoran recuerdos de sus 39 años en la calles del mundo exigiendo justicia por los 30 mil desaparecidos. CFK abrazó y besó a cada una antes de recibir el ramo de rosas rojas que le habían comprado. Se sentó al escritorio de Hebe y empezó la charla:

–¿Cómo están chicas? Les digo chicas porque Máximo me contó que cuando las vio el jueves pasado ellos parecían viejos al lado de ustedes.

De inmediato la puerta se cerró y durante casi una hora la conversación fue a solas.

Mientras tanto en la misma cocina donde el día anterior habían recibido al juez Marcelo Martínez de Giorgi que fue a tomarle declaración indagatoria a Hebe por la causa Sueños Compartidos, se tendía un impecable mantel blanco para el almuerzo.

A la misma larga mesa ataviada, esta vez, como de fiesta se sentaron las madres junto a Cristina Kirchner y otros colaboradores. “Nos divertimos mucho”, repetían ellas y empezaban a desgranar la cantera de historias que atraviesa su lucha. El día que sacaron las sillas a la calle y todas sentadas cortaron la Avenida de Mayo en pleno barrio de Congreso.

–Vino un policía a sacarnos y Hebe le dijo que no se iba a ir, el oficial se comunicó con su jefe y empezó un diálogo increíble. El policía decía: ‘Acá la señora me dice que no se van a retirar’. El jefe le ordenaba y él repetía: ‘Dice mi jefe que se tienen que ir’. ‘Dígale a su jefe –retrucaba Hebe– que traiga la orden por escrito y firmada’. El oficial transmitía y el jefe insistía: ‘La ley dice que se tienen que ir’. ‘Explíquele a su jefe que no soy abogada, no sé de qué ley me habla’, le decía Hebe. Así hasta que se fueron y nos dejaron. Se ríe Porota, sorprendida todavía de esos recuerdos de rebeldía.

Santiago de Chile, Viena, Washington, el mundo, fueron los escenarios que las madres aprendieron a conocer para exigir por la vida de sus hijos. Pasados los 80, hasta el dolor más profundo surge envuelto en alguna sonrisa y una historia digna de ser enriquecida por la picardía.

En esas vidas, el despliegue de hidrantes y policías pertrechados que rodearon el jueves pasado la sede de Madres para detener a Hebe se transformó en un nuevo hito: nunca imaginaron el abrazo popular que terminó disuadiendo la ejecución de esa orden. Hebe fue, como tenía agendado, el fin de semana a Mar del Plata y una amenaza de bomba en el hotel provocó otro diálogo para el recuerdo con un policía.

El oficial llegó a su habitación con un detector de explosivos y ella sentada en su cama lo interpeló: “Quédese tranquilo. La bomba soy yo y explotó el jueves pasado”.

“Decí que teníamos que venir a las 2000 marchas sino todavía estábamos contando cosas”, contaban las madres. Bonafini brindó por “los 2000 mil jueves, por nuestra querida Cristina, para que haga lo que quiera y está bien lo que haga, y para que Macri nos tenga miedo, me encanta”. La ex Presidenta le dibujó un “No” con el índice y comenzó la despedida.

“Hebe me decía que ella no se siente una heroina y tiene razón porque todas las madres son heroinas cuando defienden a sus hijos. Las madres que enfrentan al mundo por sus hijos, ser madres es todo un desafío. Discúlpenme los hombres pero si los hombres fueran los que tienen que parir se hubiera extinguido la humnanidad”, comentó la ex presidenta antes de dejar la casa de Congreso y reivindicar que “en aquella época tan dura las únicas que se animaron fueron ellas, no se animó nadie más que ellas”.

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“Terminamos porque teníamos las 2000 marchas, si no seguíamos hablando”.
Imagen: Télam
 
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