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Sin quórum para anular las leyes de la impunidad

Cerca de 46 legisladores debatieron la anulación del Punto Final y la Obediencia Debida. Sólo cinco radicales y siete justicialistas desobedecieron a sus bloques.

 Por Eduardo Tagliaferro

La mayoritaria ausencia de peronistas y radicales impidió alcanzar ayer el quórum necesario que hubiera habilitado el tratamiento de un proyecto para anular las leyes de Obediencia Debida, Punto Final e indultos. A pesar del fracaso de la sesión, cerca de 46 legisladores debatieron sobre los efectos producidos por las leyes de impunidad y hasta se animaron, a pocos días de un nuevo aniversario del golpe de Estado del ‘76, a repasar los recuerdos más tristes de sus historias personales y políticas. No dudaron en calificar esos años como los del comienzo de la actual decadencia económica y del neoliberalismo.
En esta ocasión, el nuevo intento para dictar la nulidad de las leyes conocidas como “del olvido” partió de una iniciativa de la representante de Izquierda Unida, Patricia Walsh, quien recordó que en la lista de muertos y desaparecidos por la dictadura militar “hay miles y miles de peronistas y de radicales como Mario Amaya”.
El proyecto había sido acompañado con su firma por unos 35 legisladores, entre los que se encontraban miembros del ARI, del Frente Grande, del Frente para el Cambio, del Polo Social, de Autodeterminación y Libertad, así como la radical Margarita Stolbhizer.
El recuerdo del diputado Rodolfo Ortega Peña, asesinado por los parapoliciales de la Triple A, fue uno de los que en forma más recurrente formó parte de los discursos de los legisladores. Si bien gran parte de las bancas estaban vacías, cada una de las exposiciones era seguida atentamente por el resto de los presentes, cosa que habitualmente no sucede en las sesiones parlamentarias.
“Me da mucha bronca, mucha vergüenza, que haya muchos diputados que hoy no están en sus bancas”, comenzó diciendo Piccinini, quien recordó que la de ayer fue la primera vez que hablaba en el recinto. Tal vez movido por esa misma bronca fue que dijo “quiero hacerles llegar a esos diputados de los bloques mayoritarios mi queja. Si no están de acuerdo tienen que estar acá, fundamentando su posición, porque si no son cómplices”. Radicales y peronistas eran los claros destinatarios de las palabras de quien lideró la histórica huelga de los metalúrgicos de Villa Constitución. Por eso sostuvo que las leyes de impunidad estaban incentivando la violencia y apeló a que no haya más excusas que permitan la represión. La afirmación venía a cuenta de la posible aventura en la que el gobierno de Eduardo Duhalde estaría dispuesto a involucrarse: colaborar con la intromisión norteamericana en Colombia. “Hemos lamido la bota yanqui y así estamos”, fue la conclusión de Piccinini.
La bancada peronista aportó la presencia del santacruceño Sergio Acevedo, la tucumana Stella Maris Córdoba, Mónica Kuney, Franco Caviglia, Ricardo Gómez, Blanca Osuna y Oman Canevarolo, quienes adhirieron al proyecto de Walsh. Fue un despiste, pero por un momento la menemista Alejandra Oviedo sumó su peso a la banca y al quórum. Cuando comprendió el sentido de la sesión, se levantó, habló con el titular de la cámara y se retiró.
Cuando le llegó el turno, Luis Zamora habló de su participación en las primeras rondas con las Madres de Plaza de Mayo, en el año ‘77. Incluso tuvo un reconocido recuerdo para Lucas Orfanó, de la comisión de Familiares detenidos y desaparecidos por razones políticas. Fue cuando comentó las marchas alrededor del Congreso. Aunque criticó la gran cantidad de bancas ausentes, Zamora reconoció que era un avance que hubiera tantos legisladores en la sesión. “Más aún si se lo compara con el solitario debate por la anulación de estas mismas leyes que realicé en el año ‘93”, dijo.
El socialista Alfredo Bravo también tuvo duras palabras para con los legisladores ausentes. “Decir es una forma de denunciar”, dijo antes de señalar: “Yo quiero denunciar a la sociedad que integramos los políticos por no escuchar los planteos de nuestra gente”. Recomendó al Gobierno no sumarse “a los designios del gran gerente del Norte” y los exhortó a “no contribuir a aislar más a esa isla (en referencia a Cuba) que con dignidad ha dicho que no pasarán aquellos que quieren limitar la libertad”.
El debate transcurría ordenada y emotivamente. De alguna manera, detrás de cada uno de los discursos se percibían historias que comprometían personalmente a cada uno de los diputados que hacían uso de la palabra. Algunos, incluso, tuvieron que dominar las lágrimas. “La impunidad del pasado es la que tiene que ver con la impunidad del presente”, precisó Stolbhizer. Paso seguido, la radical afirmó que “el hilo conductor de los desaparecidos y muertos fue su oposición al modelo económico que derivó en el denominado pensamiento único”.
La mayor parte de los presentes tiene en claro que difícilmente la historia se repite de igual manera. Por eso la mayor preocupación de los legisladores que concurrieron al recinto radicaba en que la indiferencia de radicales y peronistas no fuera el terreno que abonara a un futuro con mucho parecido con el pasado. Parte de esos temores fueron expresados por el socialista Rubén Giustiniani cuando, hablando de la política exterior norteamericana, dijo: “La barbarie se está instalando nuevamente en el mundo”.

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El recinto prácticamente estaba vacío mientras se discutía el proyecto presentado por Patricia Walsh.
 
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