SOCIEDAD › SE DESPRENDIO UNA MASA DE HIELO DE 3250 KM2

Una ruptura escalofriante

El gigantesco desprendimiento se produjo en la Antártida Argentina por los cambios climáticos. No habrá consecuencias graves.

 Por Horacio Cecchi

Un inmenso desprendimiento de hielo se produjo en los últimos días en la Antártida por efecto del recalentamiento del clima y del verano más caluroso registrado hasta la fecha en la región. La masa de hielo, de 3250 kilómetros cuadrados (más de diez veces la ciudad de Buenos Aires) y 720 mil millones de toneladas, con forma de medialuna, una croissante gigante pero en lugar de humeante de puro hielo, se quebró de la plataforma glacial Larsen B, al este de la península de la Antártida Argentina y próxima a la base Matienzo, y flota libremente sobre el mar de Weddell partida en varios miles de icebergs. Los científicos aseguran que no tendrá incidencia sobre la navegación ni la elevación del nivel del mar, pero consideran al desprendimiento como presagio de males mayores.
La Larsen B es –o era– la lengua de un glaciar ubicada entre la base Matienzo y la península Jason, en la Antártida Argentina, que al llegar al agua, en lugar de flotar, quedó adosada a la tierra, como una plataforma flotante, de unos 220 metros de espesor, de los cuales 30 sobresalen de la superficie. Es una más de una serie de glaciares antárticos, también cuyas lenguas marinas son conocidas como barreras de hielo. Desde hace varias décadas estas barreras muestran la moderna tendencia a la desintegración. “Lo que llama poderosamente la atención a la comunidad internacional de glaciólogos es la increíble rapidez del evento”, señaló a este diario el director nacional del Antártico, Enrique Marschoff. Los datos son, utilizando una obviedad temática, escalofriantes: en 41 días, la Larsen B desapareció del mapa. “Según el profesor Domack, del Hamilton College, de Estados Unidos, el evento que acaba de ocurrir es el mayor desprendimiento en la región”, sostuvo Marschoff.
–¿Desde qué fecha? –preguntó Página/12.
–En los últimos 12 mil años –respondió el científico.
Hasta el 1º de marzo de 1986, la Larsen B era una orgullosa lengua de hielo que hablaba. En la foto, proporcionada por la DNA, corresponde a la imagen original, en la que se ve la panza del glaciar superando la línea de la península Jason. El 30 de enero del ‘95 registró una brutal pérdida de hielos. Un nuevo y considerable desprendimiento se produjo entre el 25 de abril y el 18 de noviembre del ‘98. En octubre del año pasado, los glaciólogos Pedro Skvarca y Hernán de Angelis, del Instituto Antártico Argentino, acamparon en la zona del glaciar para realizar estudios. En ese momento alertaron que se intensificaba la desintegración de la barrera incrementándose la velocidad de desprendimiento en un 20 por ciento.
Y lo que alertaron los científicos, ocurrió. En los primeros 17 días de febrero, de Larsen B se despegaron 800 kilómetros cuadrados. Según mediciones realizadas por Ted Scambos, del NSIDC (National Snow and Ice Data Center), Universidad de Colorado, Estados Unidos, en base a imágenes satelitales de la NASA, entre el 23 de febrero y el 5 de marzo pasados Larsen B perdió nada menos que 2000 kilómetros cuadrados. “Después de muchos días de espera –relató Marschoff– y de intentos fallidos debido al mal tiempo, Skvarca y De Angelis realizaron un nuevo mapeo, el 13 de marzo. Así pudimos conocer la posición actualizada de lo poco que quedó de la barrera Larsen B, luego del colapso”. En la foto, la línea punteada de la izquierda.
–¿Qué es eso? –preguntó uno de los científicos a bordo del Twin Otter T-87, de la Fuerza Aérea, durante el vuelo del 13 de marzo pasado.
–¿Aquello?... ballenas –respondió uno de los tripulantes. Para sorpresa de Skvarca y De Angelis, los animalitos subían a la superficie y bajaban a las profundidades, alegremente, allá donde en el último registro, quince días antes, había una masa de hielo de 200 metros de espesor y 12 mil años de antigüedad.
Técnicamente, podría decirse que Skvarca y De Angelis, los dos científicos argentinos, y los cuatro tripulantes del Twin Otter, fueron los últimos en escuchar a Larsen. En total, en sólo 41 días, la lenguaLarsen B enmudeció, después de perder 3235 kilómetros cuadrados, quedando una franja insignificante de los 12 mil kilómetros cuadrados que ostentaba antes de enero del ‘95.
Según los especialistas, las barreras de hielo sufren procesos de fracturación, que se intensifican con el aumento del agua de deshielo sobre su superficie. En el vuelo del 17 de febrero, los científicos observaron extensas lagunas y cascadas sobre la Larsen B. “Es el sector que acaba de colapsar”, afirmó Marschoff. Las corrientes marinas y las tensiones propias del hielo también son causal regular de fracturas.
“Pero, sin duda alguna, el efecto disparador es la gran abundancia de agua de fusión debido a las altísimas temperaturas de verano registradas en la zona”, sostuvo Marschoff, quien agregó que durante el mes de febrero, la temperatura promedio en la base Marambio, fue de 1,4 grados. El verano más cálido que se tenga registro desde hace al menos treinta años.
El desprendimiento reciente no se produjo en un solo bloque gigantesco sino en miles de pequeños icebergs. Problemas para los buques no hay, porque no es zona de navegación. Los icebergs terminan entrando en un ciclo en el mar de Weddell, se forma un remolino y durante años van dando vueltas en círculo hasta que desaparecen. Los científicos descartan que vaya a producirse una elevación en el nivel del mar, porque los bloques desprendidos ya estaban en flotación, incluidos en la masa marina. Para los científicos, la desaparición de la Larsen B más que un problema es un síntoma. La Larsen C, hacia el Sur, se encuentra al límite de estabilidad y en los próximos diez años podría comenzar a retroceder. Los ojos ahora están puestos en la barrera de Ross. Su desintegración total podría elevar cinco metros el nivel de los mares. Y nada indica que el planeta deje su condición de horno donde se recalientan croissantes.

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El avance del desprendimiento, a lo largo de varios años.
 
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