EL PAíS › EL CONGRESO NOMBRO PRESIDENTE A DUHALDE HASTA EL 2003

La Legislativa puso en juego la última carta

Con la “garantía” de que no intentará una reelección en el 2003, Duhalde consiguió el respaldo de casi todo el PJ y de buena parte de los restos de la Alianza. A pesar de que prometió que serán respetados los depósitos en su moneda original, un cacerolazo en varios barrios de la Capital fue la respuesta a su nombramiento.

Por Felipe Yapur
y Eduardo Tagliaferro

En privado, Eduardo Duhalde dio garantías a todos los gobernadores (radicales y justicialistas) de que será un presidente “de transición y no de reelección”. Después lo ratificó ante la Asamblea Legislativa que lo eligió por 262 votos a favor, 21 en contra y 18 abstenciones, para concluir el período que dejó trunco Fernando de la Rúa. Sin muchas precisiones, el nuevo presidente –el quinto en 12 días– ratificó la suspensión transitoria de los pagos de la deuda externa y formuló un solo anuncio concreto: que los bancos devolverán los ahorros en su moneda original, se trate del dólar o del peso. Pronunció su discurso en un Palacio Legislativo cercado por un vallado policial, que le puso distancia a cualquier tipo de manifestaciones opositoras. En el recinto todos palpaban que se estaba frente a la última carta.
Como ocurrió hace una semana con Adolfo Rodríguez Saá, el bonaerense asumió bajo una estruendosa ovación y una gran sonrisa. Tres objetivos básicos se autopropuso el nuevo mandatario: reconstruir la autoridad política e institucional, garantizar la paz social y sentar las bases para el cambio del modelo económico y social. Tres objetivos generales con los que busca contentar a la interna justicialista y a los radicales.
El discurso vino a cerrar un día plagado de rumores y negociaciones que fracturaron a más de un bloque parlamentario. El más notorio fue el Interbloque Federal, donde confluyen los partidos provinciales. También afectó al Frepaso que, dividido justo por la mitad, apoyó y se abstuvo simultáneamente a la hora de votar la candidatura del senador bonaerense. El quiebre también llegó a los dos representantes del Polo Social, Francisco “Barba” Gutiérrez y Daniel Carbonetto. El primero rechazó la postulación de Duhalde, en tanto que el segundo apoyó la moción justicialista.
Rosca y contrarrosca
Las negociaciones comenzaron en la casa que Duhalde posee en Lomas de Zamora, donde se hicieron presentes hombres del justicialismo y de otros partidos. Estuvieron el ex diputado Alberto Pierri, el jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra, el gobernador bonaerense Carlos Ruckauf, por solo nombrar algunos. Fue desde ese lugar donde Duhalde se comunicó con el español José María Aznar, el brasileño Henrique Cardoso y la administración del estadounidense George Bush.
Ayer, desde que Duhalde pisó el Congreso, se dedicó a mantener reuniones con los diferentes bloques, propios y opositores, buscando el número para garantizar el apoyo que lo convirtiera en el nuevo presidente.
El primer turno fue para los justicialistas de la Cámara baja. A sus compañeros del Senado los recibió más tarde. Luego, se reunió con los gobernadores radicales más el presidente del bloque de senadores, Carlos Maestro, y el de diputados, Horacio Pernasetti. A todos les garantizó que su experiencia presidencial concluye indefectiblemente el 10 de diciembre de 2003.
Los radicales le solicitaron que sea recíproca la gobernabilidad: “Así como nosotros le garantizamos el respaldo a su gestión, le reclamamos que haga lo mismo con las provincias que nosotros gobernamos”, fue la frase que aseguró haber pronunciado uno de los principales referentes del radicalismo. Si bien no se habló ni de programa de gobierno ni de nombres para el gabinete, los radicales no descartan aportar funcionarios. “Eso sí, la elección de nuestra gente la hará el partido para garantizar el apoyo político”, dijo un legislador alfonsinista. La mención vino a colación de los rumores que sindicaban a Adalberto Rodríguez Giavarinicomo el futuro canciller –una chance casi descartada– o al ex diputado Jorge Vanossi como ministro de Justicia.
Los delarruistas mostraron su enojo. Remarcaron que la inclinación de Duhalde por los alfonsinistas puede profundizar la fisura que hoy existe en la bancada. De todas formas, y más allá de las diferencias internas, entre los radicales había alegría por la suspensión de los comicios de marzo. “Esto nos da tiempo para intentar reconstruir el partido”, dijo un legislador mostrando alivio por esquivar un resultado que sin duda sería muy malo.
Sin duda, para el bonaerense el principal escollo a salvar era el cordobés José Manuel De la Sota. Durante todo el día el gobernador y sus representantes en el parlamento habían insistido con la necesidad de un llamado a elecciones. Cuando se retiró del Congreso, De la Sota había variado sutilmente su posición. Reconocía que lo mejor sería que hubiera elecciones, pero que no iba a obstaculizar un pacto que se había formalizado entre políticos. A esa altura, su propuesta estaba en franca minoría entre sus compañeros gobernadores.
El otro mandatario que pugnaba por los comicios era el santacruceño Néstor Kirchner, a quien Duhalde no duda en nombrar como “mi amigo”. El patagónico había bajado sensiblemente los decibeles. Sus colaboradores lo escucharon justificar su cambio: “No puedo ser incoherente. Hace un par de años hice campaña para que Duhalde fuera presidente. Ahora no puedo cambiar”. Su posición puede explicarse también con el rumor de que le había sido ofrecida la jefatura de Gabinete y que su esposa, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, podría ocupar el Ministerio de Educación. La versión se hacía más creíble al notarse la ausencia en el recinto de la legisladora.
Los discursos
Después de varias postergaciones, la Asamblea Legislativa empezó luego de que en la reunión de labor parlamentaria se acordara que solamente hablaría un representante de cada bloque. La idea era que las intervenciones no superaran los 15 minutos. Una vez conseguido el acuerdo de los partidos mayoritarios, las autoridades buscaban que el trago pasara lo más rápido posible. Al igual que en la anterior asamblea, ésta fue presidida por el senador cordobés Juan Carlos Maqueda. Al comienzo de la sesión, leyó la propuesta mayoritaria: designar como presidente de los argentinos al bonaerense Eduardo Duhalde.
La primera voz fue la del titular de la bancada justicialista en el Senado, José Luis Gioja. Al igual que hace una semana, reconoció que se estaba en una emergencia económica y social. Parafraseando a Juan Domingo Perón dijo que “la única verdad es la realidad y la realidad nos marca que se necesita una condición firme: reconstruir el país”. Por eso remarcó que “venía a proponer a uno de los mejores hombres que tiene el Justicialismo” (en referencia a Duhalde). La frase fue exactamente igual a la que dijo cuando propuso a Rodríguez Saá. Antes había señalado que el PJ venía con una propuesta de unidad y con una propuesta unida. Algo que al cierre del debate desmentiría el diputado Humberto Roggero que, recurriendo a un sectarismo anacrónico, criticó a los representantes de la izquierda sugiriendo que los 30 mil desaparecidos eran peronistas. Una frase tan demodé como el uso de la palabra “gorila”, de moda para calificar a los antiperonistas en la década del ‘50. Un término que las más de las veces iba dirigido a los seguidores del capitán ingeniero Alvaro Alsogaray, quien años más tarde compartiría gobierno con Carlos Menem. Paradojas de la historia que a veces los discursos ocultan.
El radical Carlos Maestro no podía ocultar su felicidad con la idea de que el presidente electo por la asamblea continuara hasta el 2003. “El pueblo no salió a la calle a pedir elecciones”, dijo para justificar su posición. Posteriormente habló Elisa Carrió. La titular del ARI señaló que “el problema de la Argentina es de legitimidad y no de gobernabilidad”. Al referirse al denominado “corralito”, dijo que “están reteniendo el dinero a los pequeños ahorristas para consolidar lo prestado a las grandes empresas y a los fondos depositados en el exterior. No hay saqueos, sino un saqueo al país”. Señaló que “no pondrían palos en la rueda” pero el provocativo discurso de Roggero hizo que finalmente los votos del ARI cambiasen de la abstención al “no”.
Por los frepasistas que apoyaban la moción de Duhalde habló la senadora Vilma Ibarra. Por los que la rechazaban lo hizo el diputado José Vitar. A pesar de aparecer enfrentados en la votación ambos coincidieron en la necesidad de “debatir el juicio político a la Corte Suprema”. A esta altura el calor dominaba a los presentes y las barras habían abandonado el atildado saco y corbata que mayoritariamente exhibían. Los rubios peinados de la mayoría de las legisladoras continuaban intactos. No era poca cosa, ya que muchas se habían puesto muy nerviosas ante el discurso de Luis Zamora. El legislador había sostenido que “consenso, concertación, unidad nacional, no poner palos en la rueda, era una fraseología utilizada para seguir permitiendo políticas de ajuste”. Tal vez esto les molestaba más que el reconocimiento del legislador a que “hemos perdido la condición de país independiente”. Este discurso motivó el enojo final de Roggero que dijo que con la propuesta de Duhalde estaban quemando las naves. Palabras más, palabras menos, todos coincidieron en la gravedad de la crisis. Aunque nadie utilizó la palabra terminal para definirla, la sensación de que se está frente a una de las últimas oportunidades quedó flotando en el aire.

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Eduardo Duhalde después de las 23, leyendo el discurso en el que prometió devolver los depósitos en la moneda original.
 
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