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Los jubilados tuvieron su vía crucis para cobrar sus haberes

Un jubilado murió de un paro cardíaco en la aventura para cobrar lo que le correspondía. Insólitos lugares de pago de los haberes.

La noticia corrió como si se tratara del primer caído de una nueva batalla perdida. Durante la mañana en que los jubilados fueron los únicos en poder recibir dinero, uno de ellos cayó abatido en el esfuerzo de cobrar sus poco menos de 200 pesos, 60 y tantos dólares, de jubilación mínima. Pablo Menestrici, 79 años, intentó ser de los primeros, pero se encontró frente a la Banca Nazionale del Lavoro de Lomas de Zamora con unos 50 más alentados que él. Y tres horas después, cuando los más jóvenes y atléticos jubilados y jubiladas se adelantaron para cambiar de boca de pago, don Pablo no soportó y se descompuso ante un grupo de solidarios que lo asistieron. Su muerte fue el dato más trágico de la jornada. Se le sumaron algunas colas caóticas y la peregrinación con que se condenó a algunos grupos al mudar de las cajas de pago para prevenir la intromisión de los jueces que quieren resarcir a las víctimas del corralito. De hecho, una alta fuente del Banco Central justificó que el Nación no pudo pagar porque “oficiales de Justicia bloquearon camiones de caudales que iban a llevar dinero a los puntos alternativos de pago”.
La primera medida fue ordenar el pago en lo que los gerentes llamaron “centros alternativos”, una denominación arbitraria que nada tuvo que ver con la posterior noticia de que no habría “plan alternativo”. Como en una transmutación peligrosamente parecida a la predicción, los bancos que pagaron cambiaron el lugar de pago por variados sitios: depósitos de las mismas entidades, clubes de barrio, clubes deportivos y hasta comercios de confianza, como la panadería San Lorenzo del barrio de Boedo. “Nos vino a ver el tesorero bien temprano para pedirnos el garage. Nosotros somos clientes desde hace 30 años del Galicia y cuando supimos que era para los jubilados, siendo que menos mal que cobran, enseguida les armamos todo”, contó detrás de su caja, en el coqueto local de Maza y Estados Unidos, una de las propietarias. Hicieron una respetuosa fila, a pesar de que eran 400 no fue de las peores colas de ayer.
Claro que la mañana fue un lamento permanente de ancianos y ancianas puestos en algunos casos a competir por sus puestos, los primeros lugares en la carrera por la subsistencia. Así ocurrió en La Plata, por ejemplo. En el caso de la escena en que murió don Pablo, sucedió algo similar. Los testigos aseguraron que hacía tres horas que estaba en la fila. Había comentado con uno y otro que ya el día anterior, a pesar de que las noticias eran adversas, él se había ido, en el 160, desde Burzaco, en Alsina al 2200, al banco en Lomas. Un familiar contó que le habían advertido que no fuera tan temprano, pero que él se levantó, desayunó con su mujer y salió otra vez a intentarlo. Cuando esperaba, cerca de las once de la mañana, hubo una estampida porque un empleado avisó que pagarían a cinco cuadras del lugar. Algunos se adelantaron. A él le sobrevino un paro cardíaco. Cayó al suelo. Se rompió la ceja izquierda.
Entonces los que estaban a su lado comenzaron a golpear la puerta del banco. Como desde el otro lado los de seguridad no abrieron, entonces cruzaron la calle ante un kiosco para llamar una ambulancia. “Es una vergüenza que los del banco vieron que no teníamos cómo llamar y ni siquiera avisaron a la policía”, dijo la dueña del lugar. Pablo pasó entonces 40 minutos en el piso, rodeado de varios desesperados que intentaban reanimarlo. Llegó incluso un policía que vigilaba a una cuadra. Pero murió, según ellos mismos contaron, a los 20 minutos de espera. La ambulancia solo sirvió para llevar al hospital Gandulfo a otro hombre, que se descompuso cuando asistía al moribundo. Desde el Banco Central se informó a Página/12 que para evitar más tragedias el ANSES había tenido que alquilar un colectivo y trasladar a jubilados de bancos de Congreso a Flores. La culpa, para el Gobierno, “es de los 15 jueces que concentran los amparos pendientes de ejecución”.

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La panadería San Lorenzo del barrio de Boedo, centro de pago.
 
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