EL PAíS › UNA REUNION DE KIRCHNER
CON LAVAGNA PARA DEMOSTRAR DISTENSION

Ondas de amor y paz después de las tensiones

El Presidente, el ministro de Economía y el jefe de Gabinete se reunieron en la Rosada. El Gobierno no difundió mucho su contenido pero sí marcó que no hay desacuerdos graves y que se sigue trabajando en el canje de deuda. Continúa la preocupación por el banco que suplirá al de Nueva York.

 Por Mario Wainfeld

Tras una semana excitada, plena de rumores y versiones, el Gobierno decidió producir un gesto de paz interior. El ministro de Economía, Roberto Lavagna, se reunió con el presidente Néstor Kirchner y con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. La tenida, no prenunciada ni sacralizada por una foto de Presidencia, ocurrió en la Casa Rosada. Ni Economía ni Presidencia hicieron anuncios sobre el cónclave pero todo se enderezó a transmitir que no hay conflicto entre Kirchner y Lavagna y que se sigue trabajando con normalidad. Lo que no se enfatizó ayer (pero sí se machacó y sobreactuó en los días precedentes) es que el malestar y la bronca interna existieron y existen. Ni que sigue sin terminar de resolverse uno de los hechos que originó la crisis de gobierno: la falta de designación del banco que hará de agente de colocación del canje de deuda.
Fue poco antes de que dieran las diez (como en la canción de Joan Manuel Serrat pero de mañana) cuando Lavagna llegó a la Rosada. Se encontró con Fernández y muy pronto se sumó el Presidente. Kirch-
ner se apartó un par de veces para hablar por teléfono respecto del conflicto de los telefónicos, que lo obsesiona y se retiró alrededor de las 11 porque tenía un acto en La Matanza . Fernández y Lavagna siguieron hablando hasta el mediodía. Allegados a ambos ministros (aunque muy interesados en destacar el carácter pacífico, “de rutina” y constructivo del encuentro) reconocieron que ahí se cruzaron algunas chispas de las polémicas que los enfrentan.
Los voceros oficiales fueron muy parcos puestos a munir datos del encuentro que se prolongó hasta el mediodía. “Una reunión de trabajo, para mirar para adelante” sintetizó uno de los circunstantes, haciendo gala de parquedad para cifrar un buen tiempo de intensa labor. Su laconismo no tributó a la falta de información sino a una marcada intencionalidad política. El anhelo era transmitir una idea: todo es normalidad, los conflictos al interior del gabinete nacional son, básicamente, un invento mediático.
Según un funcionario muy cercano a Lavagna todo tiene un aire de déjà vu. “Siempre ocurre así, cuando estamos cerca de definiciones. Se instalan campañas para debilitar o echar al ministro. Eso sucedió cuando se cerraba el primer acuerdo de este gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en los días anteriores a la oferta de Dubai para los bonistas privados y en los que precedieron a la de Buenos Aires” memoraba y, aunque reconocía que esta vez las versiones escalaron muy alto, ayer insistía en que “esto ya lo vi”.
Cerca del Presidente y del jefe de Gabinete se coincide en este relato, el de denunciar a cierta “derecha económica” que mete la cola para desestabilizar al gobierno y sacar ventaja en el tramo final de la negociación con los acreedores privados.
Pero lo cierto es que en los días precedentes no fueron sólo algunos medios gráficos los que azuzaron las diferencias internas. Desde Economía se creyó ver la mano de Fernández (y así se hizo trascender) detrás de las declaraciones de Martín Redrado, presidente del Banco Central, cuestionando un supuesto pedido de Lavagna y enfrentándolo en público (ver nota aparte). Y en la Rosada se volvieron a escuchar aluviones de críticas al titular de Economía por lo que en el primer piso de la Rosada computan como una seguidilla de errores. Desde ese lugar se reflotaron surtidos reproches a Lavagna, en cuya mochila se cargan:
- La “caída” del Banco de Nueva York (BNY) como agente de colocación de deuda.
- La falta de contrato previo con ese banco, que en la Rosada se juzga como un error y en Economía como algo inevitable y aun como un acierto.
- La denuncia de una conjura internacional que habría detonado esa decisión del BNY.
- La obstinación en la idea (que luego se probó era irrealizable) de mantener el lanzamiento del canje el 29 de noviembre, pero haciéndolo sólo en Buenos Aires. En Economía se insiste en que esa idea fue la de las primeras horas pero que luego Lavagna cambió de criterio antes que Kirchner y Fernández a quienes debió convencer.

El banco de suplentes

Las fricciones en el primer nivel del gobierno existen y sin duda las excitó el traspié que significó la postergación del lanzamiento del canje. Más allá de que el oficialismo tabula que la demora no será letal, fue un shock en un momento que se leía como auspicioso. Y es también real que la nueva fecha propuesta, 17 de enero de 2005, todavía está en veremos pues depende de que se encuentre un banco sustituto al de Nueva York.
Dos enviados de Economía, Leonardo Madcur y Sebastián Palla estuvieron estos días en la Gran Manzana, conversando con representantes de las muy pocas entidades financieras que dan la talla para una operación inmensa y muy engorrosa desde el punto de vista de técnico. Los funcionarios volvieron ayer y no se dieron tiempo para cambiarse, ni para ponerse una corbata: enfilaron sin escalas hacia el edificio de Hipólito Yrigoyen y Balcarce, donde se reunieron con Lavagna y el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen. Según cuentan en Economía, les informaron de las tratativas y desplegaron ante el ministro un menú de opciones. Lavagna trasmitió a la Rosada el cuadro de situación.
Muy cerca de Kirchner discurren que el banco suplente todavía no está resuelto, que uno de los que tiene más chances es el JP Morgan, que no será para nada el glorioso JP pero es lo que hay.
Nadie puede garantizar, hoy y aquí, que se pueda llegar en regla al 17 de enero, aunque se cierre trato con un nuevo banco, algo que el gobierno aspira anunciar entre hoy y el lunes. Incluso a esta altura, cerca de Kirchner y aún de Lavagna se asume (claro que en voz muy baja) que pudo ser apresurado indignarse tanto con el pedido de postergación del BoNY y, casi literalmente, shotearlo. Este reconocimiento se corrobora de modo tácito cuando el oficialismo reconoce que el BoNY no está excluido del repechaje.
También la Rosada y Economía aceptan, si no hay micrófonos cerca, que tal vez se incurrió en voluntarismo al enunciar una nueva fecha de lanzamiento del canje estando, así sea transitoriamente, flojitos de papeles.

Buen fin de semana

El Presidente se negó a hacer declaraciones sobre su encuentro con Lavagna y a la tarde partió hacia El Calafate donde pasará el fin de semana. Todo el Gobierno subrayó la concordia existente, minimizó los cruces precedentes, seguramente pensando en instalar esa distensión para el fin de semana. Los diarios del domingo suelen ser una obsesión compartida de Kirchner, Fernández y Lavagna, tres políticos siempre pendientes del espacio mediático.
El oficialismo da la sensación de haber registrado que sus pugnas internas treparon demasiado en un momento demasiado inoportuno, que requiere precisamente de cerrar filas. “Nadie quiere cambiar a Lavagna. Lo que pasa es que Roberto a veces se persigue de más”, redondeaban ayer en la Rosada.
“El ministro sigue trabajando, como siempre” definían en Economía.
Lo cierto es que varias discusiones entre Economía y el ala política se han hecho costumbre en el último mes. También que en estos días supuestamente se debatió algo en lo que Kirchner y Lavagna están de acuerdo: si llega el caso el Central deberá flexibilizar sus reglas y prestarle más dinero al Tesoro. No hay por qué zarandearlo ahora, pero espalmario que el relevo de Alfonso Prat Gay como presidente del Central y la unción de Redrado apuntaban a redefinir (relimitar) la autonomía del Central. Desde luego ni eso, ni “a qué juega Redrado” (interrogante que obsesiona y malquista a Economía y al que la Rosada resta entidad) tiene por qué discutirse ahora. Seguramente se hará si, como sigue deseando el presidente, Argentina resuelve librarse de las condicionalidades del FMI pagándole la deuda. Una salida heterodoxa, que no está en los libros pero sí en el imaginario de Kirchner.

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Roberto Lavagna se sube a su auto en la explanada de la Casa de Gobierno. Se estaba yendo.
 
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