EL PAíS › ERNESTO LOPEZ, NUEVO EMBAJADOR ARGENTINO EN HAITI

“No se puede decir que en eso uno no se mete. Ya no”

Especialista en defensa, sociólogo, docente universitario y jefe de Gabinete del ministro Pampuro, su nombramiento en la isla donde Argentina participa de los Cascos Azules tiene un claro sesgo militar. Una charla sobre la ONU, la cuestionada salida de Aristide y la misión a cumplir.

 Por Martín Piqué

En menos de un mes, Ernesto López cambiará los apacibles pabellones de la Universidad de Quilmes –la vieja fábrica Bernalesa, de Bernal– por las tumultuosas calles de Puerto Príncipe, Haití. Sociólogo, especialista en temas militares, López ha sido propuesto por el Ejecutivo como embajador en el país más crítico del hemisferio. Su desembarco tiene varias significaciones. López se desempeñó hasta ahora como jefe de Gabinete del ministro de Defensa, José Pampuro. El nombramiento revela la decisión oficial de ubicar en Haití a un hombre que conoce bien a las Fuerzas Armadas. También demuestra que el Gobierno le ha otorgado a la plaza diplomática más compleja del continente –el país más pobre de América– un sesgo preponderamente militar.
Un factor obvio incidió en la designación. La presencia de un numeroso contingente militar argentino en la misión de estabilización de Haití, Minustah. Con la llegada de López, los tres países más comprometidos con la misión –Brasil, Argentina y Chile– tendrán embajadores en el terreno: hasta ahora había allí un encargado de negocios. López se encontrará con una situación delicada. Tras el derrocamiento de Jean-Bertrand Aristide, Haití es controlado por un gobierno de transición, con una fuerza militar extranjera bajo el paraguas de la ONU. La tarea de la Minustah, justamente, es garantizar el orden para que se convoque a elecciones.
El problema es si las partes en pugna y los actores externos –como Estados Unidos, que sigue con atención lo que pasa en Haití– podrán ponerse de acuerdo. La situación podría complicarse si los simpatizantes de Aristide –exiliado en Sudáfrica– vuelven a salir a las calles para reclamar su regreso. Sobre todos estos temas, López conversó con Página/12 en la Universidad de Quilmes. En la entrevista defendió la política de enviar soldados y dijo que la Minustah no es una “fuerza de ocupación”. También usó la diplomacia, o la habilidad para eludir definiciones tajantes que exhibe todo buen “peronista”, ante la pregunta sobre si la salida del poder de Aristide fue un golpe de Estado o no.
–Todavía se discute si era legítimo y necesario enviar tropas.
–Tendríamos que distinguir dos cuestiones. Usted mencionó la legitimidad y preguntó si es legítimo y necesario. A mí me parece que se dan las dos cosas. Es legítimo y necesario. Es legítimo porque ha habido una intervención organizada, en este segundo momento, a partir de una resolución de las Naciones Unidas que constituyó la misión, la Minustah, que es la que está operando allá y con un mandato definido. De manera que me parece que hay una legitimidad muy sólida.
–Un paraguas de las Naciones Unidas...
–Claro, la cobertura, la decisión de las Naciones Unidas de su consejo de seguridad. También hay varias consideraciones que se pueden agregar, que entrarían dentro de lo que podríamos llamar “necesario”. Uno no puede tratar de manejar márgenes de autonomía en materia de relaciones económicas internacionales y no comprometerse cuando en el vecindario hay problemas de otra clase, como Haití. Es muy difícil firmar el Consenso de Copacabana, el Consenso de Buenos Aires con Lula, tratar de convencer al mundo económico de que hay temas del gasto que deben ser considerados como inversión, reclamar todo eso y después decir que cuando hay desórdenes en el vecindario yo no me meto. Eso es de otra época.
–El general brasileño a cargo de la Minustah, Augusto Heleno, asegura que la misión es una fuerza de paz y no una fuerza de ocupación. Pero, con el paso del tiempo, ¿no termina sucediendo que de hecho la misión se convierte, para los haitianos, en una fuerza de ocupación?
–No. De nuevo me parece que es necesario discernir. La misión es de estabilización. En Brasilia, el general Heleno hizo una exposición muy articulada y detallada. “Nosotros somos una fuerza de estabilización, de pacificación, no una fuerza de ocupación”, dijo. Y también dijo algo quesalió en los diarios: “Tengo presiones para operar sobre los opositores con más fuerza y vigor. Me niego a hacerlo”. El objetivo de la misión está claro: organizar elecciones este año. Desde luego puede suceder, uno no puede descartar esa posibilidad, que este compromiso no sea exitoso. Si esto ocurre, habría que ver cómo quedan las fuerzas, pero en ese caso también Naciones Unidas debería revisar el mandato de la misión.
–¿Es optimista con la convocatoria a elecciones?
–Soy optimista, pero no se me escapa que los procesos electorales tienen siempre un cuello de botella, que es la disputa electoral, la disputa de candidatos. Uno quisiera que el obstáculo se salde adecuadamente. En esos momentos siempre hay alguna turbulencia.
–En su reciente visita a Haití, el ex secretario de Estado estadounidense Colin Powell dijo que la Minustah tenía que comprometerse más en una tarea policial. ¿Eso forma parte de las presiones?
–Según como sea lea, no. Puede, eso puede habilitar una lectura en el sentido de que... (se detiene). Algunos seguidores de Aristide todavía están armados y que a lo mejor hay un sesgo para que se trabaje sobre ese sector más intensamente que sobre los restantes. Porque hay otros sectores en Haití que también están armados. Esa es la realidad social y política haitiana actual. Entonces, uno podría leer que a lo mejor lo que dijo el secretario de Estado querría decir: “pongan más énfasis sobre este sector y no tanto sobre éstos”. Pero la verdad es que no lo dijo de esa manera.
–Pero Estados Unidos está presionando con el rol de las fuerzas armadas.
–Sí pero no... creo que están muy claramente deslindadas. Además, los tres países que enviaron más efectivos no hemos admitido la fusión de las fuerzas de seguridad con fuerzas armadas. Por otro lado quiero decir esto, porque vale que quede registrado: hace poco, mediados de diciembre, hubo una operación de la Minustah en Cité Soleil, que es uno de los barrios más pobres de Haití donde están los Chemer (partidarios de Aristide armados). Los cascos azules entraron y dejaron dos retenes. Son funciones de seguridad. Es más bien lo que luego reclama Powell. Se están haciendo esa clase de cosas. Pero la actitud de no arrasar es lo que corresponde.
–Argentina ha dicho que la ONU se desentendió de la cuestión presupuestaria. ¿Va a hacer algún reclamo en ese sentido?
–No, eso lo deberé conversar con el canciller y con la gente de Cancillería que lleva este tema, si es que finalmente se consuma mi designación. Pero lo que yo veo como analista es que no faltan razones para reclamar el dinero y no faltan razones para ser cuidadosos en su administración. Hasta dónde yo sé es que hubo una reunión de donantes para Haití. Se juntó una cifra bastante significativa de dinero, se habla del orden de los 1300 millones de dólares, que es una cifra interesante.
–La población de Gonaives se quejó de que esa ayuda no llegó nunca.
–Es que esa ayuda no ha salido hasta ahora en cantidades significativas de Naciones Unidas. Porque da la impresión de que están cuidadosos de que exista una estructura de administración de esas donaciones que les dé a Naciones Unidas y a los que están allí, entre ellos nosotros mismos, alguna garantía de que esos fondos se transformarán en ayuda. Hay experiencias de misiones anteriores en el propio Haití que indican que a veces el dinero se escurre vaya a saber por qué alcantarilla.
–¿Qué piensa de la forma en que Aristide fue sacado del poder?
–Aristide perdió el control de la situación. No tenía, sin arriesgar un baño de sangre de resultado incierto, cómo detener aquel primer levantamiento que surgió en Gonaives encabezado por Guy Phillipe. Tiene una oposición, tenía y tiene. Parte de ella hoy es parte del gobierno (de transición). No quiero parecer ingenuo. Es muy probable que algunos actores de esa inestabilización que actúan contra Aristide puede ser que hayan sido instigados por terceros actores de la región. Pero también es evidente que Aristide no estaba en condiciones de controlar la situación.
–Me refería a la llegada de las tropas extranjeras a la Maison Blanche, la Casa de Gobierno, y cómo Aristide fue literalmente sacado de Haití.
–A mí me parece que la posición del Caricom, que ha sido de no reconocimiento del nuevo presidente y de no participación en la misión de las Naciones Unidas, tiene que ver en parte con eso. Hay una lectura de que la salida de Aristide no ha sido del todo “limpia”.
–Dicen que fue secuestrado.
–Pero bueno, yo no creo...
–¿Usted no comparte esa opinión?
–No lo comparto ni lo dejo de compartir. No tengo información suficiente como para pronunciar un juicio de valor sobre ello. Además, a mí como funcionario me alcanza con que Naciones Unidas haya establecido una misión de paz, haya funcionado como corresponde el Consejo de Seguridad. Se trata de una decisión multilateral, reitero, subrayo lo de la multilateralidad. O sea que se rompió la dinámica de la unilateralidad que venía predominando. Hay una situación que presenta aristas confusas en el marco de una situación de ingobernabilidad.
–¿Y eso cómo puede influir en el futuro? Porque Aristide sigue siendo un actor político determinante en la vida política de Haití.
–Sigue siendo un actor político importante.
–Entonces, ¿cómo se hace para convocar a elecciones con Aristide satanizado por un sector, también por una parte del poder internacional?
–Es una muy buena pregunta para un viejo peronista (se ríe).
–¿Y cuál es la respuesta?
–Yo creo que se tratará de que haya un consenso político en primera instancia. Si no hay un buen consenso político con el partido de Aristide, el Lavalas, lo que deberá incluir cuál es la situación de Aristide en esta historia, va a estar complicada la salida política. No es imposible.
–¿Cómo está la relación de la población civil con los argentinos?
–No es una relación fácil. No puede uno imaginar que por más que venga toda esta misión, con los Cascos Azules puestos y enarbolando la cobertura de Naciones Unidas, genere excesivas simpatías. Se habían perdido los márgenes mínimos de seguridad en la vida de la gente. Si hablamos de la población, diría que la relación no es de rechazo. Si hablamos de los grupos, partidarios o armados, es imaginable que también esos sectores tengan más precauciones y más de rechazo que el conjunto de la población.

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