EL PAíS › HISTORIAS DE LA COLONIA DIGNIDAD

Ni la embajada se atrevía a entrar

Era un nido de nazis con explícito apoyo del ejército chileno. La embajada de EE.UU. no se atrevió a meterse con ella ni cuando desapareció un ciudadano norteamericano.

Por Joe Goldman *

La detención de Paul Schaefer finalmente expone la siniestra y bizarra Colonia Dignidad a la vista pública, después de cuatro décadas de complicidad de los gobiernos chilenos y, en el mejor de los casos, indiferencia de Alemania y Estados Unidos. El arresto además quiebra el límite legal para casos de derechos humanos en la Colonia –unos 120–, un punto final que en este caso no se aplicaría.
Colonia Dignidad no es una estancia, un barrio cerrado o un country. Es de hecho un país dentro de otro país, de 16.000 hectáreas, fundado en 1961 por Paul Schaefer y algunos de sus seguidores de su secta religioso-nazi que habían dejado Alemania, ya acusados de abuso de menores. Primero habían ido a Bélgica, pero se quedaron poco, acosados por el fantasma de los cargos alemanes. Decidieron ir a Chile, donde se expandieron con la velocidad y la avidez de una multinacional, armando negocios de minería, turismo y alimentación. Para dar una idea de la magnitud del negocio, un funcionario chileno contó que, sólo de impuestos, la Colonia debe más de cinco millones de dólares.
Un factor que facilitó comenzar el negocio fue tener trabajadores virtualmente reducidos a la esclavitud en las fábricas. Pascale Bonnefoy, que escribió largamente sobre la Colonia para el New York Times, el Los Angeles Times y para diarios chilenos, explica que “los que vivían en la Colonia, aunque no Schaefer y sus dignatarios, eran drogados diariamente con Valium y otras drogas, parecían zombies. Trabajaban a destajo, sin horarios, en la planta de embutidos, enlatando fruta o en la panadería. Ni hablar de las condiciones de vida de las mujeres, de las que no sabemos demasiado porque lamentablemente casi ninguna logró escapar. Los hombres que escaparon todavía parecen zombies. Pasaron tanto tiempo tan controlados que les cuesta funcionar en el mundo exterior, los programaron de modo que la única realidad para ellos es ser esclavos. Se escapan, pero no saben hacer las cosas más simples de la vida, como tomar un colectivo. No tienen sentido del tiempo, porque nunca les dejaron usar reloj o ver un calendario. Su vida pasó en el encierro y bajo una nube de drogas”.
Resulta llamativo que Colonia Dignidad fuera fundada justo cuando Adolf Eichmann fue secuestrado en Argentina. Luego de esa operación israelí varios nazis –notablemente, Joseph Mengele– armaron bases como la Colonia en países con más de una frontera. Mengele se mudó a Paraguay, con fácil acceso a Brasil y Argentina. Klaus Barbie se fue a Bolivia, con rápido acceso a Perú y Argentina. Federic Schwend, cuando mató a un adolescente en Lima, huyó fácilmente a Bolivia.
Los investigadores y peritos chilenos encontraron en la Colonia un complejo sistema de seguridad con muchas cámaras y una sala de control. También ubicaron una red de bunkers y túneles que explicaban la capacidad de los jefes de la secta de aparecer y desaparecer a voluntad, ocultándose de las autoridades. Se sospecha que existe un túnel que entra en territorio argentino, lo que explicaría cómo hizo Schaefer para pasar a Argentina sin molestarse siquiera en usar papeles falsos. En 1997 fue visto en Bariloche, pero cuando Interpol llegó a su hotel se encontró un cuarto vacío y una ventana abierta.
¿Hubo una gestión del gobierno alemán para que la secta se instalara en Chile? No hay pruebas concretas, pero llama la atención que estos alemanes fueran los únicos a los que se les permitió mudarse a Chile de este modo y no sólo quedarse sino prosperar en esta escala. Basta comparar con el trato al ecologista Douglas Tompkins, un millonario norteamericano que en los años ochenta y noventa comenzó a comprar tierra virgen en Chile para crear una reserva natural. Los militares chilenos inmediatamente comenzaron una andanada de ataques ultranacionalistas, acusando a Tompkins de ser parte de la conspiración judía para apoderarse de la Patagonia –tema familiar a los argentinos–, aunque el americano se cansó de explicar que es “episcopaliano y de California”.
No hubo ninguna reacción nacionalista respecto a las 16.000 hectáreas de la Colonia. Los militares no sólo permitieron a Schaefer y los suyos sellar su territorio, sino que hasta le encargaron patrullar la frontera con Argentina que casi toca la Colonia. Durante la dictadura pinochetista se llevaban prisioneros en camiones militares hasta la tranquera de entrada y se los entregaban a funcionarios de la Colonia. Después de que los jefes de la secta firmaran la planilla, los camiones volvían al cuartel y los presos quedaban al capricho sádico de Schaefer.
También hay serios cuestionamientos sobre la actitud del gobierno de EE.UU. respecto a Colonia Dignidad. En el documentario que estoy produciendo sobre la Colonia seguimos el caso de Boris Weisfeiler, cuya familia escapó de los nazis rumbo a la URSS, donde el pequeño Boris creció y se transformó en brillante matemático. En los setenta emigró a los EE.UU. ante la persecución a los judíos y pasó a enseñar en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y en la Universidad Estatal de Pennsylvania. Weisfeiler amaba el trekking y cada año pasaba sus vacaciones caminando en algún lugar remoto. En 1984, con Pinochet todavía en el poder, eligió el sur de Chile. Estaba recorriendo un valle cercano a Parral cuando fue detenido por carabineros que lo llevaron a la Colonia.
Por documentos obtenidos bajo el Acta de Libertad de Información sabemos que la embajada norteamericana estaba perfectamente al tanto de la detención de Weisfeiler en Colonia Dignidad y que hasta hubo un testigo que habló con varios diplomáticos y les contó que lo vio “en condiciones de esclavitud”. La vicecónsul en Santiago pidió autorización al Departamento de Estado para realizar una investigación especial enviando un equipo a la Colonia. El pedido fue rechazado como “demasiado oneroso” –el presupuesto era de ¡tres mil dólares!– pese a las crecientes protestas y demandas de la familia Weisfeiler, de sus amigos y de la Asociación Americana de Matemáticas.
Lo más curioso es que para mediados de los ochenta la política norteamericana hacia Pinochet había girado 180 grados y los EE.UU. presionaban a Chile por primera vez en el tema derechos humanos. Pero a juzgar por los documentos liberados, es evidente que Washington no quería meterse con el tema Colonia Dignidad ni siquiera en un caso en que se jugaba la vida de un ciudadano norteamericano. Olga Weisfeiler, hermana de Boris, montó una activa campaña desde su casa en Massachusetts para averiguar qué fue de él. El año pasado planeaba entrar en la Colonia y pidió ayuda a la embajada en Santiago. La embajada le ofreció enviar un guardia de seguridad propio para acompañarla, pero a último momento se echaron atrás. Un vocero de la embajada explicó que en Colonia Dignidad “las condiciones no aseguran la seguridad del custodio”.

* Corresponsal y productor de la cadena ABC en Sudamérica.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.