EL PAíS › EL HOMBRE A LA IZQUIERDA DE KIRCHNER

¿Y quién es el de la foto?

Nadie lo conoce, pero el protocolo lo coloca en actos y ceremonias siempre a la izquierda del Presidente, equidistante del vice Scioli, y es figurita repetida en los actos políticos. Resulta que es nada menos que el segundo en la sucesión presidencial, el muy discreto presidente provisional del Senado, abogado y patagónico por opción Marcelo Guinle, senador por Chubut y amigo del bajo perfil.

 Por Eduardo Tagliaferro

Puede jactarse de que está a la izquierda de Néstor Kirchner, aunque sólo sea en las fotos. Para el gran público, ese hombre de cincuenta y tantos años, entrecano, sobriamente vestido y que suele aparecer al lado del Presidente en casi todos los actos es un desconocido. Como casi todos los hombres cercanos al círculo presidencial, es un patagónico. Por adopción, pero patagónico al fin. Es abogado, tiene 57 años, reside en Comodoro Rivadavia y es, luego del vicepresidente Daniel Scioli, el segundo hombre en la línea de sucesión presidencial. “Tengo en claro que soy presidente provisional del Senado porque Kirchner quiere que yo sea presidente provisional”, comenta Marcelo Guinle cuando se le pregunta por sus pretensiones personales en la política. ¿Quién ese hombre al que el protocolo estaciona en todas las fotos en el Salón Blanco sentado junto a Kirchner?
Nacido en Santa Fe, Guinle viajó por primera vez a Chubut en 1969. De familia de padre y madre peronista, su adolescencia está marcada por los vaivenes y los exilios típicos de una época: los que siguieron a la denominada Revolución Libertadora, luego de 1956. En 1973, con el título de abogado, casado y con un hijo, se radicó definitivamente en Comodoro Rivadavia. Un año más tarde ingresó como asesor legal de YPF, cargo que ocupó hasta 1979, cuando la política de vaciamiento de la petrolera estatal, regenteada por el entonces general Carlos “Pajarito” Guillermo Suárez Mason, estaba lanzada.
Es un amante a ultranza del bajo perfil. “El marketing se lo dejo a los que juegan en primera porque ellos son los que están liderando este proyecto. No es bueno hacer más ruido del necesario”, responde cuando se le pregunta por el excesivo bajo protagonismo que suele rodearlo. Lleva algo más de un año como presidente provisional de la Cámara alta. El cruce que el pasado martes mantuvo con la senadora santacruceña Cristina Fernández de Kirchner, por una cuestión de interpretación del derecho, fue el primero desde que ingresó al cuerpo en diciembre del 2003. La Comisión de Asuntos Constitucionales terminó dándole la razón. No fueron pocos los que apostaban cuánto tiempo duraría la tranquilidad de la santacruceña ante la polémica. “Pero no perdió los estribos”, responde Guinle cuando se le recuerda el incidente. Por las dudas aclara que “no es difícil hablar con los Kirchner”. No es difícil para él que pertenece a los elegidos, aquellos pocos patagónicos en los que el matrimonio presidencial delega algunos roles.
Obsesivo, al punto de que antes de ser elegido en su cargo de presidente provisional estudió el reglamento del cuerpo con minuciosidad. En su bloque están más descansados cuando le toca presidir las sesiones. Claro que eso le resta un voto a la bancada mayoritaria. Tal como sucedió la semana pasada cuando el peronismo perdió por tres votos la votación del artículo 14 del proyecto de GLP. Uno de esos votos que se perdió, fue el de Guinle, que estaba presidiendo.
No son muchas las cuestiones en las que muestra algunos excesos. A la hora de definir cómo sería su mejor domingo, no duda en decir que esa postal lo encuentra con sus nietos Tobías y Guadalupe preparando el fuego para el asado familiar. Lejos muy lejos de otro Guinle, el brasileño Jorginho, que supo ser bautizado como “el último playboy auténtico” por sus romances con Rita Hayworth y Romy Schneider, o por sus fiestas a las que asistían Orson Welles y Nat “King” Cole.
“Ahora hay que ayudar al presidente Kirchner”, dice antes de reconocer que su estilo cambió con los años. Admite que antes, cuando le tocó ser intendente de Comodoro Rivadavia, entre 1995 y 1999, era frontal y solía enfrascarse en duras peleas ante cada crítica que consideraba incorrecta. El último enojo fue en el recinto cuando el radical santacruceño, Carlos Pradez, al hablar del narcoescándalo de las valijas de Southern Winds, mencionó a Kirchner. El año pasado cuando el primer mandatario chileno Ricardo Lagos participó de un homenaje que se le hizo en el Salón Azul al poeta Pablo Neruda, sufrió el desplante de sus pares de la Cámara baja. Ante la ausencia de Scioli, desde su oficina preguntaron en qué lugar del Congreso debía recibir la llegada de Lagos. “Guinle no está invitado”, le respondieron. Mantuvo su enojo en su despacho y los restantes senadores invitados estuvieron a punto de no concurrir al acto en solidaridad con él. El agua no llegó al río y la bronca se masculló en voz baja.
Luego de su paso por YPF, su destino laboral estuvo en la Justicia. Comenzó como juez en lo civil y comercial. Cuando se le pregunta por un momento que lo haya marcado en su carrera política se detiene en recordar que en 1987 fue el ministro de Gobierno y de Justicia del gobernador peronista de Chubut, Néstor Perl.
Guinle conoció a los Kirchner en la Constituyente que reformó la Constitución Nacional habilitando también la reelección de Carlos Menem. “Participé de esas discusiones con el rol que tenía, el de un intendente lugareño. Yo integraba las boletas del peronismo para esa convención y no se me escapa que había líderes muy importantes.” Luego volvió a cruzarse con Kirchner cuando fue candidato a gobernador por Chubut. La ley de lemas con segunda vuelta le frustró la posibilidad de ser gobernador. En cambio Kirchner ratificó sus títulos. No volvió a cruzarse mucho con el santacruceño, ya que en plena campaña electoral las energías de los Kirchner estaban puestas en ganar voluntades al norte del río Negro.
“Hay pocos dirigentes políticos con menos sal”, repite un par suyo con la rigurosa reserva de su nombre al hablar del bajo perfil al que Guinle se aferra. No siempre su carácter fue un lugar apacible. A pesar de que promete levantar el voltaje en este año netamente político, recuerda que cuando jugaba al básquet sufrió una dura sanción que lo separó de las canchas por cinco años. El motivo, escenas de pugilato en pleno partido. Amante del deporte, siguió apegado al básquet, pero ya fuera del perímetro de juego. Como técnico en Comodoro Rivadavia. En el fútbol se divide entre Colón y Boca. Puesto a elegir, se inclina por los sabaleros.
“Perón, Evita y mi viejo”, dice que son los tres referentes políticos que lo marcaron. Su padre, un santafesino enrolado en la denominada rama política del peronismo tuvo que partir al exilio luego de la Libertadora. El senador recuerda que sin tener mayor instrucción en el uso de las armas, cuando se produjo el golpe militar contra Perón su padre no dudó en salir armado a las calles para dar la vida por el general. Pudo retornar con un indulto firmado años más tarde por Arturo Frondizi. En su voz se nota la admiración. “Un tipo común que cuando se tuvo que poner la mochila al hombro no dudó”, señala al hablar del tercer icono político que reconoce.
No se define a favor del aborto pero tampoco lo rechaza. “Hay que avanzar con posturas más realistas”, se limita a decir. “Esa frase la suscribiría mil veces”, dice cuando se le pregunta por aquella definición que Cristina Kirchner entregó en París: “No soy progresista, soy peronista”. Guinle es peronista y un fiel kirchnerista que tiene el corazón mirando al sur: “La Patagonia es mi lugar”, afirma.

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Guinle en la foto, para desconcierto del público que no conoce al número dos en la línea sucesoria.
 
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