EL PAíS › UN IMAN Y UN RABINO HABLAN SOBRE EL PAPA

Una visión ecuménica

- Omar Abboud, secretario de Cultura del Centro Islámico de la República Argentina: “El pontificado de Juan Pablo II tuvo características únicas en referencia a la relación con los musulmanes. Su dimensión como Papa trascendió los límites específicos de la Iglesia Católica, porque su opinión en diferentes temas cobró un interés especial en el conjunto de la humanidad.
Sobre sus relaciones concretas con el Islam, fue el primer Sumo Pontífice que ingresó en una mezquita y besó el Corán, libro sagrado de los musulmanes. Por otro lado fue durante su pontificado donde cobraron una verdadera dimensión trascendente los impulsos a favor del diálogo interreligioso luego del Concilio Vaticano II. Ciertamente, Juan Pablo II fue alguien que tendió puentes de acercamiento que fueron bien recibidos en el mundo islámico. Y es de destacar también que la voz de Juan Pablo fue una de las más enérgicas del mundo en la condena al inicio de la guerra de Irak. En su discurso en Kasajstán ante una multitud de fieles musulmanes, el 23 de marzo de 2001, dijo: “Invito tanto a cristianos como a musulmanes a elevar una inmensa oración al Unico y Omnipotente Dios, del que todos nosotros somos hijos, para que pueda reinar en el mundo el gran don de la paz”. Tenemos expectativas sobre el futuro. Hay muchos procesos que ya fueron iniciados y no van a volver atrás porque recalaron en la gente. Aspiramos a que este camino continúe. Es una especie de misión de todos en pos de la concordia”.

- Daniel Goldman, rabino de la Comunidad Bet El: “Lo más interesante que me pasa a mí con este momento es que me pidan una reflexión sobre el papa Juan Pablo II. Esto mismo hubiese sido imposible treinta, cuarenta o cincuenta años atrás porque la relación entre la Iglesia y la comunidad judía era nula. En ese sentido los pasos que se dieron los últimos diez o quince años son gigantescos. Y diría que se han dado de manera desproporcionada con los que se dieron en el resto de los siglos anteriores. Hay dos temas muy importantes para resaltar. Primero, el reconocimiento del concepto fraterno, aquello de “hermanos mayores y hermanos menores”, dicho por Juan Pablo II. Yo entiendo que lo de hermanos mayores es una adulación entre comillas, porque la satisfacción misma está dada en el concepto de ser hermanos. El tema de “mayor” agrega una legitimidad y una profundidad de comprender que leemos textos similares y que sólo los interpretamos de manera diferente. Eso quiere decir que en realidad detrás de esto hay una búsqueda de la verdad y no el ser dueño de la verdad. Y eso conlleva a empezar a entender que cualquier sociedad debe tener un sentido pluralista y esto se lo debemos realmente al Papa.
Lo segundo, es el reconocimiento de la responsabilidad cultural que ha tenido el cristianismo en toda la corriente del antisemitismo hasta el momento tan extremo del Holocausto. Lo que significa que no es que el cristianismo produjo la Shoah, pero sí que dio una licencia cultural para que se produzca lo que se produjo. Y en el reconocimiento de eso da por lo menos una garantía de que no se vuelva a realizar otra Shoah. Ahora, lo cierto es que el diálogo recién empieza. Y tal vez lo importante es comprender que esto para metabolizarse lleva por lo menos una generación. Y el segundo desafío será ver cómo baja todo este mensaje de liderazgo a las bases, porque lleva tiempo, son estructuras que llevan mucho tiempo. En este sentido me parece que todos tenemos que trabajar, judíos, cristianos, musulmanes, para erradicar nosotros mismos los prejuicios que tenemos en relación con el otro. La muerte no cambia ese camino porque personalmente creo que hay puentes estructurados que es imposible que sean dinamitados. No va a haber un retroceso en esto”.

- Atilio Boron, analista internacional: “El papado de Juan Pablo II se inscribe en la oleada conservadora reaccionaria que surge en el mundo en la década del ‘80 y está íntimamente asociado con la emergencia del neoconservadurismo de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, paladines de un movimiento contrarreformista. En esa línea el Papa tuvo que ver mucho con el derrumbe de la experiencia soviética y con la legitimación del capitalismo salvaje en los ex países socialistas. Su pontificado se inscribe dentro de ese movimiento histórico y lleva a cabo una política dentro de la Iglesia que desanda el camino de democratización y apertura transitado en los ‘60 bajo el impulso de Juan XXIII y Paulo VI, y del Concilio Vaticano II. La Teología de la Liberación, que había sido un elemento importantísimo en la reconexión de los pueblos latinoamericanos con el mensaje redentor del cristianismo, fue ferozmente combatida, los obispos progresistas fueron rápidamente marginados y el cardenalato se reclutó entre los sectores más reaccionarios de las iglesias nacionales, y el resultado fue un progresivo alejamiento de los pueblos de la Iglesia. Esto se verifica en la caída vertical de las prácticas religiosas. Los estudios sociológicos demuestran una caída de la concurrencia a misa y de la vocación religiosa. En este sentido, o la Iglesia reinicia el camino de las reformas o lentamente se irá transformando en un gigantesco mausoleo carente de todo contenido social, o incluso en una empresa económicofinanciera. El papado de Juan Pablo II tiene además una serie de paradojas, como un Pontífice con una presencia mediática sin precedentes en la historia de la Iglesia, acompañada al mismo tiempo por un vaciamiento de la religiosidad popular. Hay una reconfiguración de la Iglesia como componente de esta sociedad del espectáculo, donde el Papa aparece como un personaje extraordinariamente dotado. En cuanto al plano interno existe además una agenda pendiente de asuntos como la abolición del celibato sacerdotal o el sacerdocio de la mujer, y la constitución de una estructura más democrática puertas adentro. Obviamente hay sectores internos como el que lidera el cardenal (Josef) Ratzinger –que es un poco el sucesor de la Santa Inquisición– que están de acuerdo con el retroceso registrado. En la agenda externa, la Iglesia debe retomar su camino reformista –en el relacionamiento con las sociedades contemporáneas– si es que quiere tener alguna gravitación. Estamos ante una Iglesia que ha sido cómplice de las mayores atrocidades, que ha callado ante el nazismo, a las bombas atómicas en Japón, y todas las atrocidades de Estados Unidos. La Iglesia no puede pretender recuperar una mínima influencia social si sigue sosteniendo las políticas absurdas y reaccionarias en materia de educación sexual, control de la natalidad, aborto. La incógnita es si están o no dadas las condiciones políticas dentro de la Iglesia para avanzar en una dirección progresista e ingresar al siglo XXI con perspectivas favorables”.

- Adolfo Perez Esquivel, premio Nobel de la Paz: “Yo tuve seis entrevistas con el Papa y vi en él una evolución muy grande desde sus comienzos. Pero la primera lectura posible es que se trató de un hombre sensible cargado de contradicciones. Juan Pablo II fue por un lado un gran peregrino –el que más países visitó–, el que inició el ecumenismo, y por el otro trabajó en la búsqueda de una Iglesia piramidal, y eso se notó en su relación hostil frente a la Teología de la Liberación o a la Iglesia latinoamericana. En ese sentido, trató incluso de renovar el Episcopado con obispos del Opus Dei, lo que imprimió un signo muy reaccionario en la Iglesia vaticana. Y eso lo hizo para contrarrestar el movimiento eclesiástico que surgió desde Medellín, Puebla y del Concilio Vaticano II. A la par de estos retrocesos, el Papa ha mostrado una gran solidaridad y un gran apoyo como el que dio en guerra de Malvinas y su intervención en el conflicto del Beagle. Y, sin dudas, después de la caída del Muro de Berlín se dio cuenta de los aspectos negativos del neoliberalismo, al que habíaapoyado fuertemente. Creo que eso responde a que era un hombre con gran conocimiento y capacidad de cambio y sin duda será tomado como una de las figuras más importantes del siglo XX. No hay que olvidar su viaje a Cuba, sus intentos por abrir un espacio de diálogo en China, y que fue el primer Papa en pedir perdón por Galileo y los crímenes de la Inquisición. Pero claro, dentro del plano de contradicciones en el que se movió, eso se superpone con su postura reaccionaria frente al tema de los derechos de la mujer. Un hecho que recuerdo es que durante nuestro primer encuentro le presenté el caso de 84 niños desaparecidos en la Argentina y me dijo que también debíamos pensar en los niños de los países comunistas. Le dije que debíamos mirar todos los casos pero que yo era argentino y la dictadura se presentaba como occidental y cristiana. El tomó el dossier y una semana después habló por primera vez de los desaparecidos en la Plaza San Pedro”.

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Anoche, en la Catedral de Buenos Aires, una de las muchas misas que hubo en todo el país.
 
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