EL PAíS › COMO FUERON LOS ULTIMOS DIAS DEL JUAN PABLO II EN EL VATICANO

Crónica íntima de un telón anunciado

Las escenas en el departamento papal recordaban las registradas en cuadros de la colección vaticana. Su último mensaje y cómo funcionó el aceitado gabinete íntimo que fue variando sus declaraciones.

Por Stephen Khan *

En una enorme cama Juan Pablo II luchaba por su último acto. Era una escena que podría haber salido directamente de las galerías de arte del Museo del Vaticano. Al lado del Pontífice, dos monjas arreglaban las sábanas sabiendo que restaba poco tiempo. Cerca de la cama estaban sentados, en sillones de madera, otra monja y el hombre conocido en Roma como el “guardián del portón”: el arzobispo Stanislaw Dziwisz. Es un hombre acostumbrado a insistir que “Il Papa sta bene” –el Papa está bien–. Dziwisz y un puñado de otros asesores estuvieron en el corazón de la legendaria maquinaria del Vaticano que en las últimas semanas ha estado abrumado de trabajo y muchas veces parecía contradecirse. Sin embargo, este fin de semana no se hizo ninguna declaración sobre su buena salud.
El viernes por la noche, el arzobispo y otros cuatro que habían dedicado su vida al Papa lo acompañaban mientras él se estaba yendo. De repente el Pontífice, casi sin poder hablar, indicó que necesitaba al arzobispo. Dziwisz caminó hacia la cama. Allí el Papa, que hacía lo imposible por mantenerse consciente, miró hacia el hombre que unas 24 horas antes le había administrado los últimos ritos por tercera vez. El arzobispo supo que la oscuridad estaba cayendo. El papa Juan Pablo II miró hacia arriba, casi sin poder hablar, y juntos prepararon su último mensaje personal a los 1,1 mil millones de católicos del mundo. El Pontífice intentó explicarse y el arzobispo Dziwisz tomó nota: “Estoy contento y ustedes también deberían estarlo. Recemos juntos con alegría”. El médico personal del Papa, Renato Buzzonetti, y su equipo no estaban en la habitación en ese momento. Un ventilador electrónico, equipos de succión y tubos para respirar eran lo único que evidenciaban que esta partida ocurría en el siglo XXI.
El vocero del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, lloró al revelar que el Papa había solicitado quedarse en su departamento después de ser “informado de la gravedad de su situación”. No retornaría al hospital donde le practicaron una cirugía a principios de año. Un grupo de altos cardenales llegaron a las habitaciones papales para rendir sus honores. El cardenal Szoka, gobernador de la Ciudad del Vaticano, dijo que ayer visitó al Papa mientras le estaban dando oxígeno. “Me vio y me reconoció”, dijo el cardenal. “Lo bendije y, mientras lo hacía, él intentó persignarse. Estaba lúcido, perfectamente consciente, pero tenía muchas dificultades para respirar.” El cardenal Mario Francesco Pompedda, un funcionario del Vaticano, dijo que el Papa abrió sus ojos y sonrió cuando entró a la habitación. “Me reconoció. Fue una sonrisa maravillosa, una sonrisa paternal”, dijo. “Quería decirme algo, pero no pudo. Me impresionó su expresión de serenidad.”
Una aceptación de lo inevitable parecía haber invadido al Vaticano. Finalmente, se tomó conciencia de la gravedad de la situación y se lo transmitió a los seguidores reunidos en la plaza San Pedro y alrededor del mundo. No siempre fue así. El mes pasado, el Papa tuvo que someterse a una cirugía para facilitar su respiración y días después de que le insertaran un tubo, el Vaticano declaró que su recuperación estaba procediendo mejor de lo que esperaban los médicos y que pronto podría volver a usar su voz. Al mismo tiempo, sin embargo, fuentes médicas advertían de la gravedad de su condición y decían que tendría que seguir internado por lo menos dos meses más.
El Papa, de 84 años, sufría de Parkinson y fue hospitalizado dos veces este año por problemas respiratorios. Sin embargo, altos prelados del Vaticano sugirieron que Juan Pablo II se recuperaba bien. El optimismo del Vaticano sobre el estado de salud papal es tradicional. También parece haber sido una suerte de defensa contra los rumores de que podría romper con la tradición y abdicar a causa del rápido deterioro en su salud. Una aparente brecha entre la elite papal se abrió después de que el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, dio a entender que tal vez hubiera llegado la hora para que el papa Juan Pablo II dejara su función mientras estaba vivo. El Papa ya había dicho que la abdicación no era una opción.
Sin embargo, la esperanza que mostraba el Vaticano a principios de febrero fue solamente el primero de una serie de mensajes aparentemente contradictorios que continuaron hasta la semana pasada. Hacia finales de febrero, el Vaticano proclamó que la salud del Juan Pablo II “seguía siendo buena”; que estaba comiendo regularmente y que había comenzado con los ejercicios de rehabilitación para respirar y hablar después de la operación en su garganta. El Papa hizo una breve aparición desde la ventana del hospital –persignándose y saludando a los fieles–: la primera vez que fue visto en público desde su internación.
Pero para el 24 de marzo, su condición parecía haberse deteriorado significativamente y el cardenal Giovanni Battista Re, en reemplazo del Pontífice en una ceremonia religiosa, despertó especulaciones en torno al inminente fallecimiento del líder de la Iglesia Católica. El alto cardenal del Vaticano declaró que Juan Pablo II estaba “abandonándose serenamente” a la voluntad de Dios. Pero 24 horas después, el viernes santo, en un intento por despejar las dudas en torno de que el deterioro mental del Pontífice podría impulsar el comienzo de la sucesión mientras seguía vivo, el cardenal Ratzinger dijo que el Papa había estado lúcido durante el fin de semana. “El Papa está absolutamente lúcido”, insistió Ratzinger el 25 de marzo. “Su mente está viva y tiene un sentido de juicio que tal vez es más fuerte –la capacidad de elegir lo esencial y para gobernar–, mientras sufre, mediante pocas pero esenciales decisiones.” Sin embargo, el deterioro era evidente el domingo de Pascua cuando el Papa apareció brevemente frente a su ventana para bendecir a los fieles. Fue la primera vez en su pontificado de 26 años que el Papa delegó las ceremonias de Pascua en sus cardenales.
El día siguiente pasó por alto el tradicional rezo pospascual por primera vez en su papado. El martes, el Vaticano solamente decía: “El Santo Padre continúa su lenta y progresiva convalecencia. El Papa pasa muchas horas en su sillón. Celebra misa en su capilla privada y está en contacto con sus asesores, siguiendo las actividades de la Santa Sede y la Iglesia”. Hace dos días, el Vaticano, una vez más, daba a entender que la situación se estaba tornado crítica. “Las condiciones generales y las condiciones cardiorrespiratorias del Santo Padre han empeorado.” Por lo menos un medio italiano informó que el Pontífice había muerto, diciendo que su electrocardiograma estaba plano. La información fue descartada rápidamente. Navarro Valls, que también es médico, dijo que “una septicemia había provocado un colapso cardiocirculatorio”, y que el Papa seguía consciente y sereno”. Comenzaba el final.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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Una pareja contemplando las ventanas iluminadas del departamento del Papa en la larga vigilia.
 
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