EL PAíS › OPINION

Mister Mercado

 Por Washington Uranga

Las noticias de los últimos días y mis conocimientos apenas básicos sobre cuestiones de economía global reavivaron en mí una vieja incertidumbre y, por qué no aceptarlo, cierto pánico frente a un actor ajeno pero al mismo tiempo presente en mi vida cotidiana y al que suelo imaginar tan inteligente como siniestro, audaz pero también artero, agazapado para sorprender cuando uno menos lo imagina. Es una suerte de animal multiforme con nombre, pero sin apellido: Mercado. El mismo que a veces se multiplica en un plural todavía más peligroso: Mercados. Un actor sin cuerpo ni rostro pero a pesar de ello visible. Todos los días las noticias, escritas por aquellos que sí conocen el tema en profundidad, nos hablan de la “estabilidad” o la “inestabilidad” de los Mercados. Caracterizado como un personaje presente en nuestras vidas cotidianas, el Mercado se nos presenta con sentimientos casi humanos: es capaz de tener “temor” y “ambiciones”. Es “hábil”, a veces “racional” y otras tantas “irracional”. En algunos casos tiene “pánico”. Está en condiciones de amenazar, apuntalar o desestabilizar gobiernos de países como los nuestros, mal llamados “emergentes”, actuando con desconocimiento y desprecio por lo que hayan determinado las urnas de la democracia. Supongo que quienes lo conocen deben llamarlo respetuosamente Mister Mercado, porque también dicen que el inglés (y nunca el español) es el lenguaje propio de los Mercados. Mr. Mercado se comporta de manera “inquieta” o “serena”. Cuando lo quiero imaginar situado en algún lugar concreto, corporizarlo, se escapa de los márgenes en los que intento circunscribirlo para aparecer simultáneamente y con diferentes rostros aquí, en Nueva York, en Tokio o en Londres. Casi nunca en Africa, donde no debe sentirse muy a gusto, no por el clima sino por tanta pobreza. Entra y sale sin necesidad de visas y pasaportes, porque en este tiempo de globalización parece tener ciudadanía en todas partes. Desde el punto de vista ideológico hay Mercados que tienen “miradas ortodoxas” y, otros, “heterodoxas”. Presiento que ni unas ni otras deben guardar alguna analogía con conservadores y progresistas. Todos deben ser “mercadistas”, es decir, liberales capitalistas de la primera y última hora. Las acciones del Mercado trascienden cada lugar concreto y específico para incidir en la vida de todos y todas los ciudadanos y las ciudadanas de este mundo global. También en mi vida. El tal Mercado me condiciona hasta el precio de los zapallitos en la verdulería del barrio, para no hablar de temas más complejos como el valor de la moneda, las tasas de interés, el precio de los alquileres o la cotización de los bonos de la deuda externa. A la luz de los desarrollos científicos, lo figuro con rostro tecnológico y pleno de sofisticación informática. Y cada rasgo que le agrego me lo representa más lejano y más perverso, para colocarme en el lugar de la impotencia absoluta frente a sus iniciativas, que no dejan espacio ni a la defensa ni a la réplica con la única arma que poseo: el endeble salario de cada fin de mes. Porque también ocurre que cada vez que Mr. Mercado tuvo que ver con mi salario, el único apoyo doméstico con el que sigo contando en el marco de la economía global, siempre me jugó en contra. Quiero pensar que no tiene nada personal conmigo, pero está claro –porque así por lo menos los dicen sus voceros y lo transmiten los que realmente saben acerca del tema– que Mr. Mercado muestra “inquietud” frente a los reclamos salariales y hasta “amenaza” si considera que las demandas son excesivas. A juzgar por las consecuencias, el Mercado maximiza beneficios para los que ya cuentan con mucho y los minimiza para los que viven de lo que cobran a fin de mes. Sospecho entonces que, si bien tiene vida propia, Mr. Mercado y todos los Mercados están alimentados y sostenidos por quienes se favorecen con sus acciones. Mi poca ciencia sobre el tema no me impide arribar a la certeza de que el manual de cabecera del Mercado tiene varios capítulos sobre “toma de ganancias” y ninguno sobre “solidaridad”.

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