SOCIEDAD › OPINION

Los dos festivales

 Por Emilio García Méndez *

¿Quién no recuerda el viejo chiste infantil del Corsario Negro que no se rinde? Las autoridades del Instituto San Martín (dependencia del Consejo Nacional del Menor), que textualmente según la nota de Página/12 del sábado 11 de agosto “Una hora de libertad, con música en vivo en un instituto de menores”, “aloja a chicos en conflicto con la ley penal, pero también por causas sociales encerrados por orden de la Justicia”, continúan derramando bondad por los niños. En el mes de mayo fue un taller literario, esta vez un concierto de rock y cumbia para festejar anticipadamente el Día del Niño.

¿Qué puede haber de errado en una iniciativa tan loable como ésta? ¿Quién y por qué puede ser tan desalmado como para criticar este gesto de amor y generosidad? El problema aquí, para decirlo “a la Barthes”, no está en el texto sino en el contexto. Para comenzar, el tal “Instituto” no constituye otra cosa que una vulgar cárcel de menores, sólo que para adolescentes inimputables, respecto de los cuales en forma tajante y taxativa la ley 26.061 de Protección Integral de la infancia prohíbe la privación de libertad como forma de protección. Una privación de libertad que en forma inequívoca las “Reglas de Naciones Unidas para los jóvenes privados de libertad” definen en su punto 11.b. como “toda forma de detención o encarcelamiento, así como el internamiento en un establecimiento público o privado del que no se permita salir al menor por su propia voluntad, por orden de cualquier autoridad judicial, administrativa u otra autoridad pública”.

Nada se menciona acerca de un hábeas corpus colectivo a favor precisamente de todos esos menores privados ilegalmente de su libertad, presentado por la Fundación Sur-Argentina en 2006 y acompañado por un número más que significativo y representativo de organismos de derechos humanos, como Abuelas de Plaza de Mayo y CELS, entre muchos otros. Acogido en principio por la Cámara de Casación, la misma ha instaurado, y se encuentra hoy en pleno funcionamiento, una mesa de diálogo con todas las partes interesadas a fin de dar una adecuada solución a esta violación flagrante de derechos fundamentales.

Tarde o temprano, ningún festival logrará la legitimación del otro “festival”, el del eufemismo, sobre el que se asientan estas prácticas persistentes de la crueldad bondadosa.

¿O es que también debemos agradecer la concesión graciosa de “una hora de libertad” para quienes nunca debieron ser privados de ella?

* Presidente de la Fundación Sur Argentina.

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