EL PAíS › ANA MARIA MUSTAPIC, POLITOLOGA

“La política parece una agencia de colocaciones”

La multiplicación de listas colectoras y listas espejo presentadas para las elecciones relega “el derecho de los electores a elegir de manera informada” y “el principio representativo resulta banalizado”, asegura Mustapic. Para la investigadora del Conicet, dudosas interpretaciones judiciales facilitaron la dispersión electoral.

 Por Javier Lorca

Con la fragmentación de los partidos políticos ahora expresada por listas colectoras y listas espejo, “el principio representativo resulta banalizado”. La politóloga Ana María Mustapic, profesora de la Universidad Torcuato Di Tella e investigadora del Conicet, sostiene que la política partidaria ha pasado a funcionar como “una agencia de colocaciones laborales”, desvirtuando su función de representar ciudadanos. En esta entrevista explica cómo se fue construyendo la actual dispersión en el escenario electoral, fomentada por determinaciones del marco legal y por la acumulación de prácticas y dudosas interpretaciones judiciales. “La clave –dice– es que los votos de las listas se suman en el escrutinio final. Y esto es otra innovación en el sistema electoral, algo que la ley no preveía en estos términos.”

–¿Cómo se relacionan la fragmentación de los partidos y la proliferación de listas?

–Estamos asistiendo a la pulverización de los partidos políticos tradicionales. Sobre este fenómeno de las listas convergen dos aspectos. En primer lugar, se ve la ausencia de liderazgos unificadores: hay liderazgos que suman, pero que no unifican. Entonces los candidatos presidenciales, empezando por el Frente para la Victoria, suman listas de distintos partidos. Y, en segundo lugar, hay una fuerte incidencia de las reglas y las prácticas electorales. Las reglas relativas a la existencia y el funcionamiento de los partidos políticos son muy generosas en Argentina. Es muy sencillo crear partidos, a punto tal que hoy tenemos unos 700. Junto a esto, hay prácticas electorales que se fueron dando con el tiempo y que se han intensificado en el último tiempo, cuando los partidos nacionales se están derrumbando. Todo esto se relaciona con un conjunto de interpretaciones llamativas de las reglas vigentes. La más impactante fue el caso de las tres candidaturas presidenciales del PJ en 2003: en nuestro sistema electoral no está previsto que un partido presente más de una candidatura.

–Pero, ¿qué expresa la multiplicidad de listas?

–Hay dos variantes. Una es la de las listas que buscan el arrastre y se cuelgan detrás de las figuras que se postulan a cargos ejecutivos. Son listas de diputados, de gobernadores, de intendentes que quieren beneficiarse del arrastre. Como hay tantos cargos que se eligen, esas listas, a su vez, pueden estar subdivididas. Entonces podemos ver candidatos a presidente de una lista, a gobernador de otra, a diputado de otra, a diputado provincial de otra... Al que encabeza la lista le conviene porque suma de todos lados, y al que está abajo también, porque tiene expectativas de posicionarse mejor. El otro fenómeno es el de una misma lista que se presenta por distintos partidos. Por ejemplo, ahora en Córdoba tenemos una lista que se presenta por seis partidos. En Mendoza, hay una lista que va por seis partidos, otra va por cinco, otra por dos.

–Las “listas espejo”.

–Sí. Lo que correspondería es que se utilizara la figura de una alianza, donde distintos partidos respaldan a una misma lista de candidatos. Pero les conviene usar estas listas espejadas. ¿Por qué se recurre a este mecanismo? Algunos lo hacen para sobrevivir. Si bien quizá no logran llegar a obtener un cargo, sí consiguen superar el requisito del 2 por ciento de los votos para conservar el reconocimiento como partido político. Al mismo tiempo pueden estar multiplicando las fuentes de financiamiento público de los partidos, que no son gran cosa pero... Si una misma lista se presenta como seis partidos, multiplica seis veces su financiamiento a través del Fondo Partidario Permanente que distribuye el Ministerio del Interior. La clave es que los votos de las listas se suman en el escrutinio final. Y esto es otra innovación en el sistema electoral, algo que la ley no preveía en estos términos.

–Entonces, ¿por qué puede utilizarse?

–Hay un fallo de la Corte Suprema que avala la posibilidad de sumar listas. Fue una interpretación muy light que hizo la Corte en 1989, a partir de un caso en Córdoba. El que planteó esa demanda fue el Frente Justicialista (Frejupo), porque se había presentado una lista por la UCR y otra por el Partido Federal con la pretensión de sumar los votos. La Justicia electoral de Córdoba lo autorizó, pero el Frejupo planteó que sus derechos eran afectados y apeló. El caso llegó a la Corte, que avaló el fallo con la idea de que una lista no implicaba un partido. Después hubo situaciones diferentes, como el caso de Alfredo Bravo, que en 2001 fue apoyado por dos listas en la ciudad de Buenos Aires. ¿Cuál fue la decisión en ese caso particular? Como la Constitución dice que se elige por partido, se resolvió que entonces no se podían sumar los votos. Bravo resultó perjudicado y también muchos electores... Pero lo interesante es ver cómo las decisiones judiciales tienen consecuencias políticas. Ahora estamos viendo que aquella decisión de la Corte en el ’89 dio lugar a una especie de lemas, donde no se suman los votos a un partido, sino a una lista. Antes no se utilizaba y ahora sí.

–¿Por qué?

–No se daba antes por la capacidad de los liderazgos de evitar la dispersión. Ahora, en un contexto donde las dos grandes familias de partidos, la radical y la peronista, se están desintegrando y ya no ordenan el espacio político, vemos un comportamiento del tipo “sálvese quién pueda”. Esta política parece más una agencia de colocaciones laborales: compito para ver si consigo trabajo. Y no se piensa en la responsabilidad que implica ocupar cargos electivos, ejercer la representación de miles o millones de personas. Con esta infinidad de listas colectoras y espejadas, ¿qué es lo que pasa cuando el ciudadano entra al cuarto oscuro? ¿Cómo hace el elector para elegir, por ejemplo, en Mendoza, donde va a encontrar 26 listas para diputados nacionales, además de las otras para gobernador? Esta situación genera confusión. Queda relegado, en un plano subalterno, el derecho de los electores a elegir de forma informada. El principio representativo resulta banalizado.

–¿Qué modificaciones se podrían hacer en el sistema electoral para propiciar cambios políticos?

–Se podrían hacer más restrictivas las condiciones para conservar los partidos, no para conformarlos. Los requisitos para crear partidos políticos no tienen que ser demasiado exigentes, pero uno espera que los partidos sean representativos. No tenemos una democracia directa, sino que los partidos tienen que representar a un grupo significativo de ciudadanos. Según la ley electoral, un partido puede entrar en el reparto de cargos a partir del 3 por ciento de los votos. Sin embargo, para conservar la personería jurídica basta con el 2. Habría que ser más exigente en ese sentido y poner la misma barrera que la ley electoral. Las reglas están muy desequilibradas en favor del derecho de organización y no contemplan suficientemente la función representativa. Se supone que los partidos se ocupan de seleccionar candidatos y de estructurar el espacio político, pero lo único que hacen es presentar y discutir candidaturas. Por otro lado, habría que especificar algunas cuestiones en la ley electoral: impedir que las mismas listas se puedan presentar por distintos partidos y prohibir expresamente la suma de listas. También sería importante centralizar el proceso y la gestión electoral nacional, porque el derecho a elegir y ser elegido debería ser igual en cualquier parte del país.

–En este contexto de dispersión partidaria, ¿por qué se da una campaña electoral tan menguada?

–Una de las razones es que la candidatura del oficialismo, de algún modo, es como que ocupa todo el espacio político. Con su planteo de transversalidad, Kirchner puede estar con todo tipo de figuras. En ese contexto se vuelve más difícil hacer la diferencia. Si a eso se suman puntos a favor, como los buenos resultados de la gestión, se necesita mucha capacidad de liderazgo para poder presentar alguna alternativa con sustancia, con peso real.

–¿Hay alguna posibilidad de fraude, como se ha denunciado?

–No me parece. Sí creo que las elecciones son muy competitivas y en algunos distritos se lucha voto por voto. Siempre hubo diferencias en la carga de datos, para eso están el escrutinio provisorio y el escrutinio definitivo. Sí creo que va a ser muy difícil y lento el recuento de votos, justamente por la combinación de listas que hay. Debería haber una política muy prudente respecto de las encuestas, que generan expectativas que después pueden ser diferentes de los resultados. Y también hace falta mayor prudencia en los candidatos, que inmediatamente se lanzan a proclamar su triunfo. Si no se tiene cuidado, se deslegitiman las instituciones.

–¿Cómo logra el kirchnerismo sostener el poder sin tener estructura partidaria propia ni inserción territorial profunda?

–A Kirchner lo sustenta sobre todo la opinión pública, le dan oxígeno los resultados de la gestión. Pero no es una base sólida, porque la opinión pública cambia fácilmente de humor. Lo que me preocupa es qué puede pasar ante una situación de crisis, porque ahí es donde las instituciones son realmente importantes. Con esta fragmentación, tenemos el riesgo de la inestabilidad política. No hay que perder de vista que, en los últimos años, en América latina no ha habido golpes de Estado pero sí renuncias de presidentes. Lo que le pasó a De la Rúa puede repetirse. Y no es necesario que haya una crisis tan grave como en 2001. Por eso sería importante hacer previsibles los apoyos institucionales. No creo que la democracia esté en peligro, pero sí que los gobiernos están en peligro. Habría que pensar mecanismos para fortalecer el sistema de partidos. Hace falta un sistema que simplifique las opciones, no que las multiplique.

–¿Cómo observa a las oposiciones? Las apariciones de Macri y de Binner, con distintas posiciones ideológicas, ¿pueden cambiar algo a mediano plazo?

–Hoy por hoy son fenómenos locales, distritales. Y tener alcance nacional no es tan sencillo. Hay que plantear propuestas capaces de unificar, y ahí es donde se dividen aguas. La UCR tenía una estructura nacional, pero hoy casi no queda nada, tiene serios problemas de liderazgo y renovación. Los otros son actores aislados. Otra fuerza es el ARI pero, además de algunas cuestiones referidas a la república, tampoco queda claro qué alternativas plantea. Lo que hace más complicado el panorama opositor es lo fuerte que está el Gobierno en la gestión y, sobre todo, en la ocupación del espacio político.

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