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Iguanas, caballos y gatos

Aun cuando en Rosario los medios de comunicación intentan explicar que lo que se ve por televisión no es exactamente lo que significa, y se lamenten porque su ciudad se volvió famosa gracias a los asados de gato y la matanza pública de vacas; lo cierto es que la sobrevivencia hace ver delicias donde otros no ven nada. En el barrio Las Flores es común cazar o pescar para comer, aun cuando hablamos de un conglomerado urbano. “Acá vamos a la isla, frente al río, a buscar iguanas o carpinchos. ¿Nunca comiste iguana?, es riquísima, se le cortan la cola y la cabecita, se despelleja y se hierve, a mi me gusta así, trozada y con papitas. Si la querés conservar le ponés vinagre, la escabechás”, dice Sosa, orgulloso cocinero, que no se asusta de afirmar que los gatos son deliciosos. “Te tenés que buscar uno gordito, no cualquier gato. También le sacás la cabecita, el pellejo, lo trozas como un pollo y es de lo mejor para hacer estofado.” Cristina Frías, en Las Granadas, no tiene buenas recetas, pero ha comido caballo más de una vez. Ella es de las que se lamenta porque cuando llegó a la ruta no le tocó ni un bocado. “Había demasiada gente y llegué tarde”, dice, compungida porque hace poco le sucedió algo parecido. “Se me atoró mi yegua y los vecinos enseguida la carnearon, no tardaron ni 20 minutos. Me habían dejado la parte de la cola, la de atrás. Pero la puse a secar y cuando me quise acordar, me la habían afanado.” Ella es una mujer honesta, dice, ninguna delincuente como acusan en general a los habitantes de su barrio. Por eso cada noche sale a cirujear y en el tiempo que le queda “mangueo, con la frente bien alta, salgo a pedir casa por casa”, una forma como cualquier otra de alimentar a sus diez hijos.

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