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“Yo hablo con Jesusito”

El capitán Antonio Pernías aplicaba descargas eléctricas sobre los cautivos de la ESMA con un crucifijo y una medalla de la Virgen Milagrosa colgados del cuello. “Yo hablo con Jesusito y si él me dice, te damos Pentonaval y te vas para arriba”, explicaba Jorge Acosta, jefe del Grupo de Tareas 3.3 de la Armada. Sus subordinados se robaron un crucifijo de porcelana de la casa de la catequista María Ester Lorusso. El general Abel Catuzzi, responsable de La Escuelita de Bahía Blanca, recibía a los familiares de los secuestrados con un crucifijo en su pecho. El policía José María Cardozo gritaba “escupí al diablo” mientras torturaba en la Brigada de Investigaciones de Chaco. A un detenido le sacó el crucifijo de aleación, le anunció que “te va a coger Dios” y le dio picana hasta que la cruz de Cristo se quebró en el ano del enemigo. El asesino Miguel Etchecolatz alzó su rosario y besó su crucifijo luego de escuchar la sentencia. “Miro el crucifijo, donde está Cristo, y pienso que está aquí”, provocó a los jueces el capellán de la Policía Bonaerense Christian von Wernich antes de escuchar su condena a prisión perpetua, confirmada por la Corte Suprema de Justicia e ignorada por la Iglesia católica.

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