EL PAíS

La cultura de la impunidad

 Por Horacio Verbitsky

El secretario de Cultura de la presidencia, Torcuato Di Tella, defendió a dos criminales de guerra croatas, en una carta enviada al diputado estadounidense Maurice Hinchey. El legislador había firmado un proyecto de resolución pidiendo a la Argentina unaverdadera apertura de sus archivos respecto de los nazis refugiados aquí después de la Segunda Guerra Mundial. Di Tella se identificó en su carta como “académico y escritor no-peronista” y miembro de la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la Argentina (CEANA), que su hermano Guido creó cuando fue canciller de Carlos Menem. Hinchey firmó su proyecto en respuesta a una solicitud del Centro Simon Wiesenthal, que a su vez se inspiró en el notable libro La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón, del periodista Uki Goñi.
Torcuato Di Tella ataca al Centro Wiesenthal por haber sostenido que su hermano inspiró la creación de la CEANA para “negar el acceso o crear dificultades a los interesados en revisar esos documentos oficiales que, según algunos periodistas, además habrían sido convenientemente expurgados antes del nacimiento de la CEANA”. Lo que hasta allí podía parecer una cuestión de familia, asume un tono decididamente ominoso cuando Di Tella se pregunta: “¿No será hora de que el Centro Wiesenthal ofrezca pruebas si no condenatorias al menos convincentes de su antigua e infundada acusación por crímenes de guerra en contra de Juan (Ivo) Rojnica y Esperanza (Nada) Sakic?” A su juicio estos dos casos “ponen en ridículo la justa causa de la búsqueda de nazis y colaboracionistas responsables de crímenes de guerra y crímenes en contra de la humanidad”.
En abril de 1998, el programa de televisión “Telenoche Investiga” descubrió en Santa Teresita a Dinko Sakic, un croata de 76 años, quien confesó en cámaras haber comandado el campo de concentración Jasenovac, instalado por el régimen fascista Ustasha, aliado de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Una sobreviviente de ese campo, Liliana Ivanicevic, entrevistada en Belgrado por “Telenoche Investiga”, dijo que fue llevada allí cuando tenía seis años. “Yo era un esqueleto con una panza enorme. Sakic era un conocido degollador.” Sakic admitió haber dirigido Jasenovac pero pretendió que “no había un guardia ni un administrador que pudiera tocar a un prisionero. Era prohibido”. Allí fue asesinado más de medio millón de personas. El primer director del campo había sido Vjekoslav Maks Luburic. Según distintos testimonios su media hermana, Nada, fue guardia o comandante en la sección femenina del campo, donde fue fotografiada vistiendo el uniforme croata. Allí conoció a Sakic, con quien se casó. Luego de la guerra huyeron a la Argentina. Ante el clamor internacional por la revelación de su paradero, los gobiernos de Yugoslavia y de Croacia solicitaron la extradición de la pareja. Menem la concedió a Croacia, cuyo presidente, Franjo Tudjman, reivindicaba al régimen ustasha. Pese a ello Dinko Sakic fue condenado a 20 años de prisión. Esperanza pasó tres meses detenida pero fue liberada porque el gobierno de Tudjman dijo que no había pruebas suficientes para juzgarla.
Durante la investigación de su libro, Uki Goñi encontró en los archivos del ministerio de Guerra británico un documento (aquí reproducido) sobre la otra persona defendida por Di Tella, Ivo Rojnica, detenido en 1946 cuando una de sus víctimas lo identificó en una calle de Trieste como el colaborador de las SS y la Gestapo que arrestó a su marido y su suegro en la ciudad de Dubrovnik y saqueó el negocio familiar. Los dos hombres fueron enviados a un campo de concentración, del que no regresaron. Según el documento británico, Rojnica vestía el uniforme de las SS y su tarea era “la purga de elementos sospechosos y de judíos”.
En 1947, el gobierno yugoslavo pidió su detención a los ingleses y mencionó los nombres de medio centenar de personas que fueron detenidas o torturadas o enviadas a campos de concentración en Croacia y Alemania por orden de Rojnica. Pero Rojnica ya había escapado a Buenos Aires, bajo la falsa identidad de Ivan Rajcinovic. Otro documento citado por Goñi es una orden que Rojnica firmó en 1941 como Comandante Militar de Dubrovnik. Prohibía que los serbios y los judíos salieran a la calle o mantuvieran abiertos sus negocios después de las siete de la tarde. En 1991, al disolverse la ex Yugoslavia, el nuevo estado croata lo nombró embajador en la Argentina, pero el Congreso le negó el placet porque había adoptado la nacionalidad argentina. Desde entonces, el Centro Wiesenthal solicita en vano a Croacia y a la Argentina su captura. Jorge Camarassa lo entrevistó para el diario La Nación. Rojnica no negó la orden contra los serbios y los judíos pero dijo que “no podía hacer otra cosa. En ese momento, en Dubrovnik no había gobernador ni jefe de policía y yo tuve que hacerme cargo”. Pura obediencia debida.
La nota, publicada en La Nación el jueves 14 de mayo de 1998 cita a un camarada de Rojnica en aquellos años, a quien identifica como el coronel Daniel Crljen, quien afirma: “En Dubrovnik hubo un enorme depósito donde se acumulaban los objetos secuestrados a los perseguidos por orden de dicho funcionario, que luego disponía de ellos”. Rojnica sostuvo que “los serbios y los comunistas” lo atacan “porque soy un prócer de Croacia” así como “durante la independencia argentina España atacaba a Belgrano, a Moreno, a San Martín”. En la misma entrevista se declaró amigo personal de Alberto Kohan y dijo haber estado cinco o seis veces con el entonces presidente Carlos Menem, en Olivos, en la Casa Rosada, en el colegio croata de Hurlingham y en Zagreb. En cambio, negó que él o la empresa textil que posee hubieran contribuido a la campaña electoral menemista de 1989. Sus amistades dentro de aquel gobierno eran más extensas. El 4 de enero de 2002, Rojnica publicó un aviso fúnebre en La Nación por la muerte de Guido Di Tella y rogó una oración en su memoria.
Uki Goñi señala que el 31 de julio de 1947, llegaron de Génova a Buenos Aires Torcuato Di Tella, de 17 años, Guido, de 16, y sus padres. Compartían la primera clase del buque “Vulcania” con Ivo Heinrich, criminal de guerra croata y según un documento de la CIA, el financista a cargo del tesoro robado por el führer croata Ante Pavelic. Al final de la guerra, el hermano de Esperanza Sakic ayudó a Heinrich a fugar de Croacia. Acusado por Yugoslavia de “la muerte de numerosas personas en el campo de concentración de Jasenovac,” Heinrich fue apresado por los ingleses en Roma, pero también logró llegar a Argentina. A su vez, pagó el viaje de Dinko Sakic. “No le asigno a esto otro valor que el de una coincidencia borgeana”, concluye Goñi.

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