EL PAíS › COORDINADORA DE ABORTOS LEGALES PRESA POR TERRORISTA

La acusan de sex bomb

Paola Andrea Salgado Piedrahita era coordinadora de un programa de salud reproductiva en la ciudad de Bogotá, en Colombia, cuando fue detenida y acusada de terrorista. Estuvos dos meses en la cárcel.

 Por Luciana Peker

Mujer. Joven. Abortera. Sin hijos. Defensora de derechos humanos. Sexy. Aguerrida. Feminista. Abogada de derechos sexuales. Femme fatale. Nada llorona. Paola Andrea Salgado Piedrahita, de 33 años, se convirtió en el prontuario más atractivo para la prensa colombiana. Una chica de pelo corto, asimétricamente enmarcado sobre su rostro intenso, de pestañas negras y ojos delineados, de nariz desafiantemente ancha y boca descarnadamente roja. Con fotos hurgadas de su intimidad en bikini y vestido violeta sobre su escote personal que la prensa convirtió en público. Presa durante tres meses acusada de tirabombas. Una imputada de terrorista que declama su inocencia sin derramar lágrimas frente a las cámaras.

Si la espía rusa rubia, de piernas largas y pechos firmes, capaz de soportar golpes y de jugar sucio se convirtió en el fetiche de la chica Bond traicionera Paola Salgado también sabe que su identikit es tan atractivo como ella para que la hayan elevado al rol de la nueva villana latina. “Si asesina bebés es capaz de tirar bombas”, ironiza Salgado sobre la estigmatización que la llevo a ser la vedette mediática de un proceso que involucra a otras diez personas del movimiento social El Congreso de los Pueblos y por el que estuvo detenida, en la reclusión de mujeres de Bogotá, desde el 8 de julio hasta el 12 de septiembre, de este año. “Paola es feminista, no terrorista”, decía uno de los carteles que reclamaban por su detención con el lema “La fuerza de las mujeres”.

Ahora ella está en libertad, pero continúa su procesamiento por los cargos de fabricación de armas y municiones de uso privativo de Fuerzas Armadas o explosivos y violencia contra servidor público, con una condena que puede llegar hasta a treinta años de prisión. Salgado fue invitada a formar parte de la radio abierta, en Plaza Mitre, con otras feministas latinoamericanas, el domingo 11 de octubre, a las 13, en el XXX Encuentro de Mujeres, en Mar del Plata. “Estoy chévere”, regala entre una plaza munida de verdes y violetas y apenas corrida por el frío que la hace envolver su cuerpo entre abrigos. “El Encuentro me llena de la vitalidad que me han querido robar en estos dos meses”, señala. Y rescata: “Al ver a 60 mil mujeres acá entiendo que no puedo retroceder, ni callarme o aislarme, y que hay mujeres que han vivido situaciones peores y que siguen. Eso me da fuerza para enfrentar un proceso judicial en Colombia, sin garantías, que puede tardar tres o cuatro años”.

En el momento de ser detenida Salgado era coordinadora del Programa de Salud Reproductiva del primer centro amigable de Hospital de Suba, de Bogotá, donde se realizaron 650 abortos legales y gratuitos, desde enero de 2013 hasta abril de 2015, en casos de violencia sexual, riesgo para la vida o la salud de la madre o embarazos inviables. “Los antiderechos estaban muy enojados”, enmarca sobre las reacciones a ese avance. Salgado considera que su función como garante del acceso a los abortos legales incidió, en parte, en que la acusen de terrorista e integrante del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

“En Bogotá, durante todo el año, habían estado accionando artefactos explosivos de bajo poder, a medianoche, sin heridos. La alcaldía de Bogotá afirmaba que eran acciones de la derecha para intentar desestabilizar al gobierno de la ciudad, ya que el alcalde Gustavo Petro, del movimiento Progresistas, se considera alternativo. Cuando soy detenida, acusada de rebelión en concurso con terrorismo, ya llevaba dos años y medio en un programa de salud sexual. Yo no tengo absolutamente nada que ver. Pero mi detención es un mecanismo de la derecha para poder montar una alcaldía en Bogotá”, analiza.

La saña mediática con Salgado se redobló en una criminalización de la sensualidad y el mito de la sex bomb latina. Ella describe la segunda condena en el espejo mediático: “La prensa hurgaba en mi vida sentimental y buscaba entre mil fotos privadas de Facebook la única en la que tengo escote. Es exagerado. También le preguntaban a mi compañero si yo había llorado porque consideraban que una mujer tiene que mostrarse débil y triste para ser inocente”.

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