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Qué vagos los santiagueños

En julio de 2002, un documentalista de Santiago del Estero entrevistó a monseñor Antonio Baseotto, para un documental sobre la problemática campesina con respecto a la tenencia de las tierras. En aquel momento, el religioso era todavía obispo de Añatuya, la diócesis que abarca los territorios más pobres de la provincia, donde los campesinos tienen un enfrentamiento histórico con los terratenientes, en el marco del cual han sufrido a los largo de las últimas décadas violentas persecuciones.
En aquel reportaje realizado por Pablo Andrés Berra, Baseotto afirmó que en Santiago “no tenemos gente muy trabajadora; le cuesta bastante el trabajo al santiagueño, ¿no? Están todos los cuentos relacionados a lo vagos que son los santiagueños y algo de eso tienen de verdad, ¿no? Les gustan mucho más las fiestas y la farra que el trabajo”. Más adelante se refirió a los argentinos “...robar está en contra del mandamiento desde que el hombre es hombre, ¿no? y eso, evidentemente, está como característica del pueblo argentino, lo ha dicho el presidente uruguayo (en aquel momento era Jorge Batlle); en un momento cayó muy mal todo lo que dijo, pero en el fondo ha dicho una gran verdad lamentablemente”.
Berra, que también es dramaturgo y director de teatro, contó a este diario que para su documental –que todavía no está terminado– hizo 54 reportajes en casi todo Santiago del Estero, entre otros, a religiosos y campesinos.
–Lo llamativo fue que el total de los reporteados en la diócesis de Añatuya, cuando les pregunté si la Iglesia los acompañaba en el problema de las tierras, me dijeron que no.
Añatuya era el reino de Baseotto. Berra recordó que durante el tiempo de grabación “me pusieron un explosivo debajo de mi camioneta con una amenaza concreta pegada en el vidrio, pero justo pasó un vecino y vio la mecha encendida y avisó a la policía y a los bomberos, que llegaron a tiempo. Fue al mes de terminados los reportajes, pero también en aquel momento estaba haciendo una obra teatral sobre los derechos humanos de los niños, cuyos personajes remiten al matrimonio entonces gobernante en Santiago, así que no supe nunca por dónde venían las amenazas. También recibí amenazas telefónicas. Intervino un juez juarista, pero nunca se llegó a los autores de los hechos”.

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